Las líneas que siguen, inspiradas en la recomendación formulada por Alfred Marshall de poner la cabeza fría al servicio del corazón caliente, tienen como destinatario al equipo económico que acompañe al próximo presidente, a partir del 10 de diciembre de 2015.
No sé todavía quienes lo integrarán, aunque muy probablemente los conozco. Cuentan con todo mi afecto, porque como dije en la dedicatoria de Esta vez, ¿será diferente? (El Ateneo, 2015), “menuda tarea les espera”. A continuación listo algunos consejos que surgen de la historia política y económica de nuestro país.
1. La campaña electoral terminó, estás en funciones. Focalizá tu atención. Tus modelos deben ser los médicos y los choferes del SAME, quienes primero actúan y después preguntan. Serás juzgado por tus resultados, no por tu habilidad oratoria. La historia tiene que servirte para orientar tu acción, no para paralizarte, porque te designaron para actuar.
2. La política económica nunca se plantea en el vacío, sino en un escenario internacional y en un contexto político específicos. No importa lo que se diga en contrario, tené presente que dependemos del mundo, pero que el mundo no depende de nosotros. Y que como clarificó Raúl Prebisch, la Argentina forma parte de la periferia, lo cual implica que en las relaciones internacionales tenés que ser el triple de talentoso, preparado y aplicado para que te crean la mitad.
3. ¿Conocés bien al Presidente de la Nación del cual sos, imultáneamente, subordinado, amigo y –en lo tuyo– profesor? En particular, ¿lleva “en la sangre” los principios económicos (como Carlos Saúl Menem) o,por el contrario, las cuestiones económicas “le irritan la piel” (Raúl Ricardo Alfonsín)? Le cuesta horrores adoptar decisiones o, por el contrario, es un precipitado? Tené presente que, en todo caso, será aliado tuyo cuando entre en pánico y esté dispuesto a apoyarte al tener que adoptar decisiones desagradables.
4. Tus colegas de Gabinete son tus adversarios naturales, porque se inmortalizan por las mismas razones por las cuales vos fracasás. Es imposible, para un Ministro de Salud, pasar a la historia por haber cerrado un hospital, o reducido el salario de las enfermeras. Ellos y vos tienen que entender que no se trata de algo personal, sino de roles.
5. Tanto tu Presidente como vos tienen que “creérsela”, pero no demasiado. El resto de los partidos sigue existiendo, las elecciones se ganan y se pierden. No es posible hablar, en serio, de políticas de Estado, si pensás que sos el único dueño de la verdad.
6. Ni el gobierno ni el conjunto del sistema político agotan la realidad de un país. Porque está la sociedad, más concretamente, cada uno de los seres humanos que viven, trabajan, ahorran, educan, se jubilan, etc., en el país, los cuales llevan dentro suyo una idiosincrasia, una historia, etc., que los hace particularmente sensibles. Los argentinos entendemos lo que hoy les ocurre a los griegos mucho
más que los canadienses.
7. La Argentina es un país poblado por ejecutores más o menos razonables, y fiscales severísimos. En los estadios de fútbol 22 muchachos con pantalones cortos corren detrás de una pelota, dos personas a los costados les dan instrucciones y sugerencias, rodeados por varios miles de seres humanos, en las tribunas, ¡que creen saber todo! En el periodismo, como en la mesa de parientes y amigos, ocurre lo mismo. Por supuesto que si a algún “fiscal severísimo” le encargáramos que operara una pizzería durante 72 horas, lo más probable es que la fundiría. Pero tenés que saber que existen; no digo que los ignores pero sí que no te “enganches” con ellos.
8. Tener a tu cargo un equipo quiere decir que su trabajo es básicamente gerencial. Cuando lo nombraron ministro de economía, Adalbert Krieger Vasena anotó nombres, no medidas. Porque no se preguntó qué había que hacer, sino con quién podía contar para enfrentar la tarea. Como buen gerente, tenés que ser exigente con los miembros de tu equipo, pero tenés que “dejarte ayudar”, es decir, inducir a que tu gente te diga lo que verdaderamente está pasando, antes de que recibas un cachetazo de la realidad.
9. Pedile a tu gente que se ocupe de los requerimientos técnicos de la política económica, su congruencia, su relevancia, la relación entre los objetivos y los instrumentos, etc. Claro que, participando de la elaboración y la implementación de una política económica, también intentarán incluir en el análisis las consideraciones políticas, institucionales, etc. Deciles que sí, pero no al precio de subestimar las consideraciones técnicas; aclarales que, en todo caso, para introducir restricciones políticas e institucionales, está el resto del gobierno.
10. Como bien dice Guillermo Calvo, una misma medida de política económica genera resultados diferentes, dependiendo de la credibilidad que la población tiene en el gobierno. Si tenés la fortuna de formar parte de un gobierno que arranca con credibilidad, mejor, pero no abuses porque la credibilidad se evapora; si tenés la desgracia de integrar un gobierno al que no le creen, recordá que tenés que esmerarte en demasía, para ver si te creen algo.
11. Toda la política económica del próximo gobierno tiene que estar diseñada y cuantificada el 10 de diciembre de 2015. Lo que se haga en materia cambiaria, monetaria, fiscal, de precios y salarios, etc., tiene que surgir de un esquema congruente y relevante. Si se anuncia todo el primer día o en etapas, es una cuestión táctica.
12. La política económica del próximo gobierno no surgirá exclusivamente de un laboratorio, por más idóneo que sea el equipo económico, sino de la interacción entre las presiones de los sectores, las regiones, etc., y vos y los tuyos, que serán los “malos” de la película, porquehabrá que decir qué sí, qué no, qué antes y qué después, dado que –sobre todo cuando se han consumido los stocks, y hay que reponerlos– la suma de las pretensiones superará en mucho a las posibilidades.
13. ¿Gradualismo o shock? Recordá que la campaña electoral terminó, y que los argentinos somos impacientes. En nuestro país no existen antecedentes de programas antiinflacionarios exitosos, que se tomaron varios años para reducir la tasa de inflación de 25% anual a 9,9% anual. Todos los programas funcionan el primer día, pero no duran. ¿Qué hay que hacer para que duren? Esta es la cuestión. La respuesta mezcla consideraciones técnicas y político-institucionales.
14. Última, pero no menos importante. Tenés que pedir lo mismo que el papa Francisco: “¡Recen por mí!”.
El autor es economista y director del newsletter Contexto