Reseña de libro El antisemitismo explicado a los jóvenes, de Michel Wieviorka. Buenos Aires, 2015, Libros del Zorzal.

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A la pregunta sobre si los judíos no tienen parte de responsabilidad en el odio que despertaron a lo largo de la historia en muchos momentos y en determinados países, el sociólogo francés Michel Wieviorka responde: “Como los demás humanos, los judíos son capaces de lo peor pero también de lo mejor. Como pueblo, basta con leer el Antiguo Testamento para ver que no siempre se comportaron como santos, y también, desde la creación de Israel como Estado, han podido cometer actos de violencia, ser injustos, actuar como dominadores. Pero nada de eso puede justificar ese odio que vira hacia la obsesión. Esos rumores sin fundamento. Esas agresiones hacia masas miserables que no cometieron otro crimen que el de existir. Esas acusaciones absurdas que afirman que los judíos conspiran para dirigir el mundo y llevarlo a su perdición. Esa idea de que forman una raza, y no sólo un pueblo o una nación. Una raza que, encima, estaría dotada de poderes maléficos. El antisemitismo no fue inventado por los judíos, no son ellos quienes lo hacen funcionar, sino aquellos que quieren discriminarlos, expulsarlos, destruirlos, aquellos que los aborrecen por razones que poco o nada tienen que ver con la realidad”.
Bastaría este breve fragmento del libro traducido al español por Agustina Blanco (L’Antisémitisme expliqué aux jeunes, publicado en 2014 en París), para condensar lo medular de la obra compuesta por preguntas y respuestas, con ánimo de divulgación, para llegar a un amplio público de lectores en la Argentina.
Michel Wieviorka, nacido en Francia en 1946, es un discípulo de Alain Touraine y se desempeña como director de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales. Es autor de numerosos escritos y fue activista durante la rebelión juvenil del Mayo francés de 1968. El libro afronta, con claridad y sencillez, temas tales como la proverbial persecución europea a los judíos, la acusación de deicidio por parte de los cristianos, la creación de guetos en varios países, la expulsión en épocas de los reyes católicos en España hasta llegar a la Shoah durante el nazismo de Hitler o las afirmaciones del panfleto Los protocolos de los sabios de Sion, el caso Dreyfus o las hostilidades de Stalin y las antipatías de la izquierda por el sionismo.
Hace unos años, en la Universidad Javeriana de Bogotá, se refirió al fenómeno de los “indignados”, al descrédito de la política, a la globalización, a las redes
sociales, al terrorismo y a los cambios en las costumbres a partir de las últimas décadas, y señaló que “en nuestra sociedad hay un sentido muy claro sobre las disparidades sociales, aunque los individualismos son cada vez más fuertes; sentimos que los actores políticos no pueden escuchar las demandas de la gente”. Pero destacó que hay un gran deseo de valores, sobre todo de justicia social. Y cada vez, en especial los jóvenes, “son más conscientes e interesados en el medio ambiente y la acción humanitaria”.
Con respecto a la situación actual del antisemitismo, en el libro El antisemitismo explicado a los jóvenes Wieviorka observa: “En los Estados Unidos y en Francia, donde viven las minorías judías más importantes de la diáspora del mundo occidental, ser judío no expone a graves riesgos. En varios países de Europa, en particular, Hungría y Rumania, la escalada de las extremas derechas nacionalistas y populistas conlleva una fuerte carga de antisemitismo. Este es virulento, los prejuicios circulan mucho más, pero los riesgos físicos siguen siendo bajos. En la mayor parte de los países del mundo árabe y musulmán, los judíos emigraron, o fueron echados, en general fruto de una mezcla de antisionismo y antisemitismo. En América latina, el antisemitismo existe y cobró un cariz mundial e internacional en la Argentina, con los atentados terroristas comandados desde Oriente Próximo, pero globalmente eso no impide que los judíos se sientan seguros viviendo allí”.

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