En el encuentro cinematográfico argentino-europeo Pantalla Pinamar, entre el 5 y el 12 de marzo, y dentro de un especial dedicado al cine de la República Checa, se incluye la versión restaurada de un film clásico: Una invención diabólica, cuando Karel Zeman se inspiró en Jules Verne.
Con sustanciales revisiones a dos cinematografías claves de Europa del Este como el cine polaco y el cine checo, Pantalla Pinamar incluye lo más distintivo de estos países que, junto con Irlanda y Suiza, representan las cinematografías invitadas de su 11º edición. El festival, creado y conducido por el reconocido Carlos Morelli, es un cúmulo de funciones hasta la madrugada y un cotidiano cartelito de “no hay más localidades” que dan color al fin de la temporada de verano. Asimismo, de un tiempo a esta parte, el festival ha encontrado una feliz tradición: la de presentar copias restauradas de grandes clásicos del cine, como el corte del director de Cinema Paradiso, al que sumaron en diversos años Belle de Jour, Hiroshima mon amour o La fiesta de Babette, junto a la sección El vals del aniversario que celebra los clásicos del cine argentino.
En esta ocasión, uno de esos inevitables europeos llevados a nuevo por la tecnología digital es Una invención diabólica, una lejana e insustituible cinta checoslovaca de 1958. ¿En qué radica su importancia? Por un lado, representa hoy una olvidada pero fundamental labor de uno de los directores que mejor brindó ese mix sugerente entre cine de animación y personas de carne y hueso; es una piedra basal del cine fantástico europeo (que abreva en fuentes muy distintas al de su extendido par norteamericano); y significa una de las mejores labores inspiradas en Julio Verne que se realizaron para la pantalla grande. No se trata de un detalle menor dado que el cine fantástico nació en el viejo continente de la mano de Georges Méliès quien, por otra parte, nutrió su imaginería visual en un viaje literario hacia el escritor que conjeturó el Nautilus.
En Checoslovaquia uno de los grandes autores nacionales fue, sin dudas, Karel Čapek, quien en su libro Krakatik de 1923 evidenció similitudes con el texto que en 1896 Verne había publicado como Face au drapeau (Ante la bandera), con lo cual en las dos fuentes seguramente haya encontrado inspiración el cineasta Karel Zeman. Además, en ambas la figura del inventor que crea un arma de destrucción masiva está presente y esos libros son testimonio de una temprana advertencia sobre los peligros de la tecnociencia. Zeman potenció su mirada a Verne utilizando ilustraciones que remitían a los originales de sus libros como fondos donde transcurre la acción. Con esa escenografía y otros detalles presentes en Una invención diabólica, el realizador también rinde homenaje al cine mudo fantástico que, como se indicara, nació de la mano del también escritor de Viaje al centro de la tierra.
Ante la bandera fue publicado en el Magasin d’Education et de Récréation por entregas entre enero y junio de 1896 y ese mismo año apareció en formato libro. Zeman recuerda al escritor desde el comienzo del film, cuando –narrada en flashback a partir de los diarios de Simon Hart– se detiene en las páginas abiertas de ese texto que descansa en un escritorio junto a libros de Verne. En rigor, luego se confirmó lo que el químico francés Eugène Turpin supuso desde un primer momento: que el relato de Verne estaba basado en su vida como creador de la destructiva Melinita. Le inició juicio pero perdió.
Karel Zeman fue, junto a Jiří Trnka, uno de los nombres fundamentales del cine de animación pero, a diferencia del otro, Zeman había fundado sus estudios fuera de Praga, en la región de Moravia. Asimismo la escuela de animación checa tenía antecedentes históricos en el teatro de marionetas desarrollado desde tiempos de los Habsburgo, bajo cuyo imperio nació el futuro cineasta en 1910 para luego estudiar publicidad en Francia antes de volver a Checoslovaquia, donde desarrolló su carrera.
“El conde Artigas pretende dominar el mundo gracias a la poderosa invención del profesor Roch y su asistente Hart”: ésta podría ser una apretada sinopsis de Una invención diabólica, una película cuya poesía visual y cándido festín lúdico trasciende cualquier aproximación escrita, como también sucede con otras grandes obras de Zeman como El rey Lavra; El tesoro de la isla de los pájaros; Viaje a la prehistoria y con su versión de Las aventuras del Barón de Munchausen. Terry Gilliam volvió al libro casi treinta años después e hizo una obra digna de verse, pero Karel Zeman (quien murió en Praga en 1989, y hoy cuenta con un original museo a metros del Puente de Carlos) realizó un clásico absoluto. Un film que como en buena parte de los relatos de ciencia-ficción, moldeó y superó al tiempo.