“Puedo decir que en la Argentina inicié mi carrera”

Director de cine, físico y filósofo, Krzysztof Zanussi es uno de los realizadores más relevantes del cine europeo. De nacionalidad polaca, integra en su país la llamada «tercera generación», tras la primera con Wajda, Munk, Kawalerowicz, Has y la segunda con Skolimowski y Polanski, entre otros. El mes pasado participó de Pantalla Pinamar 2017, el XIII Encuentro Cinematográfico Argentino-Europeo organizado por el INCAA y el Municipio de Pinamar, para la exhibición de Cuerpo Extraño (Obce Cialo), último eslabón en su filmografía.

-Retrocediendo en el tiempo, ¿cómo fue su educación católica bajo un régimen comunista?
-Un ejemplo de esquizofrenia. En cuarto grado, mi padre me dijo “Todo lo que te enseñen de física, química y matemáticas debes aceptarlo y aprenderlo. Pero lo que te enseñen de historia, literatura y biología, lo aprendes pero nosotros te vamos a enseñar la verdad. Pero no puedes decirle a nadie que conoces la verdad”. Lo mismo pasaba en otros hogares. Nos entendíamos entre algunos niños, como miembros de un club secreto.
-Más tarde se inclinó por la física.
-Me gradué en la Universidad de Varsovia. Para entonces ya había muerto Stalin, comenzó una época permisiva, y se desarrolló mucha vida cultural. Después volvió la represión, y luego aflojaron un poco. Siempre así.
-¿Cómo se volcó al cine?
-Empecé haciendo cortos en el cine club universitario. Y después fui a la Escuela de Cine.
-¿Es cierto que estudió con Andrzej Munk?
-El fue mi primer profesor de cine. Era riguroso, duro con los estudiantes, exigente y muy serio. No tenía una noción del cine como algo frívolo. Lamentablemente murió en un accidente automovilístico. Los estudiantes de los años superiores terminaron la película que estaba haciendo, La pasajera, que hoy es un clásico.
-Una obra admirable. Entonces nosotros veíamos a los países socialistas como modelos culturales.
-Cierto. Pero había mucho control ideológico. Vivíamos entre advertencias y confrontaciones. Los juegos con la censura eran algo común. Por ejemplo, yo pude hacer mis cosas cediendo algunos cortes en asuntos pequeños, sólo para darles placer a los censores. Andrzej Wajda iba más lejos. El ponía a propósito una escena claramente anticomunista. La censura mandaba cortar esa escena, y descuidaba vigilar el resto, que en comparación parecía más inocente. Pero era un juego peligroso.
-¿Cómo es la historia del primer premio que ganó?
-Fue con mi corto de graduación, Muerte de un monje provincial. Los profesores que habían aprobado el guión descubren que es un corto muy clerical, por tanto inaceptable. Para definir la cosa, el decano decide enviar dos copias: una al Festival de la Juventud Comunista de Moscú, y otra a un Festival de Valores Religiosos de Mannheim. En una misma semana, el corto tuvo dos premios: el del jurado de católicos y protestantes, y el de los comunistas, felices porque al final el cura se muere. Esto fue muy orientador para mi. Luego hice mi primer largo, La estructura de cristal, que las autoridades enviaron al Festival de Mar del Plata de 1970. Así que hice mi primer viaje al exterior, visité la Argentina (a la que he vuelto varias veces), además conocí a Pasolini, cené con María Callas, y me dieron el premio al Mejor Guión, el del Cineclub Núcleo, y el de la Crítica. Puedo decir entonces que en este país inicié mi carrera.
-¿No lo tentó exiliarse?
-Me autorizaron a filmar en los Estados Unidos, con Otto Preminger como productor encubierto, una película independiente, Asesinato en Catamount, sobre una novela de James Hadley Chase. Ahí pude cotejar los dos regimenes. Los comunistas pensaban que el arte es un instrumento del poder. Los conservadores piensan que es un valor de mercado. Y yo no estoy con uno ni con el otro. Advertí que los Estados Unidos no son un país para mí. El tipo de relación con el público, la cultura de masas, me son extraños. Lo confirmaron mi agente y Milos Forman, que me dijo: “Para vivir acá debes amar de corazón las gaseosas y las hamburguesas con papas fritas”. Luego me autorizaron a filmar una coproducción anglo-alemana, Imperativo, en Alemania Occidental. Ahí me sentí más cómodo. Soy europeo, y además en ese momento Polonia era el país socialista más abierto a Europa.
-Más tarde integró la serie Napoléon et l’Europe, que acá vimos en cable, con una visión de María Waleska muy distinta a la de aquel clásico romántico con Greta Garbo y Charles Boyer.
-Esa fue una serie muy ambiciosa que explora un aporte poco recordado: con Napoleón se creó el concepto de Estados nacionales, porque antes sólo estaban los Estados dinásticos. Hace apenas 200 años que cada nación tiene su Estado. Pero no sé si esto va a durar, con el avance de los chinos. En cuanto a esa historia de un plebeyo autocoronado y una noble polaca, eso está basado en los diarios íntimos de ella, que la familia falsificó para hacer creer al mundo que Waleska fue amante del emperador por el bien común de Polonia. Al comienzo de ese capítulo yo aparezco explicando esto.
-Una duda: ¿invadir países predicando la Revolución Francesa no fue algo parecido a invadir países predicando la Revolución Socialista?
-Pasó también con los romanos, y con los nazis. Cada vez que nos quieren imponer una doctrina de salvación absoluta, eso termina en tiranía.
-Para usted que lo vivió, ¿el comunismo tuvo algo positivo?
-Tal vez sí, ya que frente a ese peligro los países del mercado libre humanizaron un poco el trato a los trabajadores. Como miembro de Solidaridad, viví con gran entusiasmo la caída de ese sistema. Lamentablemente, seguimos pecadores como siempre, pero fue un momento muy hermoso, que atesoramos en la memoria.
Iluminación, Balance de un matrimonio joven, El factor constante, Contrato de matrimonio, Asesinato en Catamount, Imperativo, El año del sol quieto, La vida como una enfermedad mortal sexualmente transmisible… Tiene 77 años y sigue filmando.
-También dirijo teatro, opera, y cada tanto escribo. El tema de mi próxima película será la muerte. Nací en 1939 y estoy marcado por la guerra. La muerte es algo real para mí. Sin embargo, aunque parezca el fin, no es el fin. Esto quiero decirlo.

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