«Jackie»: tragedia y el mito de Camelot en visión de Larraín

Jaqueline (“Jackie”) Lee Bouvier tenía 31 años cuando John F. Kennedy asume la presidencia de los Estados Unidos, el 20 de enero de 1961. En poco tiempo, se convertiría en la primera dama más popular de la historia norteamericana. Joven y atractiva, poseedora de una sofisticada femineidad, amplia cultura, a su paso irradiaba energía. En el siglo XX fue la mujer más fotografiada y filmada en el mundo, sólo superada décadas después por la princesa Diana de Gales. En la cultura visual norteamericana su imagen se transforma en un ícono de masas. También proyectaría los valores tradicionales de madre y esposa. Menos conocido es que fue gravitante entre las bambalinas de la política norteamericana, la cara visible de la diplomacia pública y una gran dinamizadora de la cultura.
El director de cine chileno Pablo Larraín (nacido en 1976 y bien conocido por sus anteriores films rodados en Chile: Neruda, El Club y NO), en su reciente film Jackie, aborda facetas poco exploradas de su vida. La acción se focaliza en el asesinato de Kennedy y los días siguientes al drama, con algunos pantallazos sobre las vivencias previas de la primera dama en la Casa Blanca. La película posee una memorable actuación de Natalie Portman. El eje conductor del guión de Noah Oppenheim es una entrevista que Jackie concediera, pocos días después del magnicidio, a Theodore H. White, periodista de la revista LIFE y galardonado con el Pulitzer. El fenómeno mediático que fue Jackie contrasta con sus escasas entrevistas a la prensa: cuatro en toda su vida.
Larraín procura realizar un relato intimista que refleje el ánimo y sentir de la primera dama inmersa en la tragedia personal y nacional. Su labor es meritoria y atrevida, ya que no es fácil encarar la profundidad psicológica y política de Jackie y la trama de tensiones en esos luctuosos días. Tampoco lo es rodar ese film para afrontar la crítica del público y la prensa norteamericana. Los Kennedy aparecen al margen de la escena, y los focos se dirigen a Jackie.
En Jackie se muestra con crudeza visual a una mujer desesperada, sometida a una gran presión, que soporta el fuego de francotiradores en el auto que atraviesa las calles de Dallas, y sostiene en su regazo a su marido asesinado. Esa mujer, vestida con un traje rosa de tweed empapado en sangre, lo acompañará hasta el final en la morgue de la clínica Parkland. Las imágenes se intercalan entre las filmaciones reales y las recreadas por Larraín. En una escalofriante escena, una angustiada Jackie está bajo la ducha lavándose la sangre del crimen. Aparece sagaz, estoica, insomne, inmersa entre el vértigo, la vanidad y el dolor.
La entrevista de LIFE es un breve artículo de dos páginas titulado “Un Epílogo para el Presidente Kennedy”. El reportaje duró cinco horas y el artículo fue escrito en 45 minutos para que llegara a tiempo a imprenta. Las rotativas de la revista aguardaron el texto hasta las dos de la madrugada. El film se basa en los apuntes e impresiones personales de White. Pero es curioso que en el guión se omita su nombre y el de la publicación. En esa larga entrevista, afloran diversas facetas de una compleja Jackie. En su largo duelo con el periodista, le recordará que ella también fue una redactora premiada de la revista Vogue.
Jackie tiene cabal conciencia del momento histórico y desea construir la historia en base a su relato. Se preocupa por cómo la posteridad reflejará a su marido: “Cuando más leo de historia, más amargada me siento. Por un tiempo pensé que la historia era algo a lo cual se dedicaban hombres viejos y amargados”. Años después, el historiador Stephen Ambrose comentaría: “Ella realmente deseaba tomar el control de la historia y la posteridad, y en muchos sentidos, maniobró para obtenerlo”. Larraín en el film otorga un especial detenimiento al diálogo entre Jackie y White, en el cual pareciera que el tiempo transcurre lento. La película refleja la devoción, admiración y amor que la viuda de 34 años manifiesta por su marido.
A lo largo del reportaje de LIFE el personaje de Jackie se aferra a la gloria del efímero reino arturiano de Camelot, como ella misma denominara a la presidencia Kennedy. Le dice a White que las canciones de la comedia musical de Alan Lester y Frederick Loewe eran los preferidos de Kennedy en su intimidad hogareña: “No dejen caer en el olvido que una vez hubo un lugar, por un breve y luminoso tiempo, que fue conocido como Camelot”. Jackie juega con la idea de que los tres cortos años de la presidencia de su marido fueron un período único y bello. Como una experta en moldear mitos, dirá: “Podrá haber otros grandes presidentes en el futuro, y los Johnson son encantadores, ellos han sido maravillosos conmigo, pero nunca más habrá otro Camelot”.
White recuerda que ese día Jackie le preguntó: “Cuándo algo queda escrito en papel, ¿está haciendo historia?”. Le expresa su deseo “de que la historia refleje a Jack como realmente era”. En la nota, el periodista señala que ella agregó: “Usted tiene que imaginar a un niño pequeño, enfermo, leyendo la mayor parte de su tiempo, en su cama, leyendo historia, sobre los caballeros de la mesa redonda, sobre Marlborough. Para Jack, la historia estaba repleta de héroes. Y si él mismo pudo abrir su camino, si pudo visualizar a esos héroes, tal vez otros niños también podrán verlos. Los hombres son una combinación del bien y el mal. Jack tenía una concepción heroica de la historia, una interpretación idealista”.
Camelot fue un ideal, un sueño, la construcción de un reino idílico que se asemeja al Edén. También es la leyenda del vibrante joven líder cuya vida es sesgada en forma inmisericorde. La creación de un mito distorsiona los contornos de la verdad, la puede desdibujar, y puede prevalecer a lo largo del tiempo.
Jackie surge también como una mujer devastada, que procura apoyo en su fe y religión, a la par que experimenta dudas y fracturas ante el abismo de una situación límite. En el film aparece Robert Kennedy enviando al sacerdote Robert Mc Sorley en apoyo de la viuda, dado que temía que su frágil estabilidad emocional pudiera conducirla al suicidio. A la tragedia, se sumaba que tres meses atrás, Jackie había sufrido la muerte de su pequeño hijo Patrick Bouvier Kennedy. En el artículo de LIFE, White narra que durante la entrevista Jackie se aferraba a una medalla de san Cristóbal. La búsqueda de una verdad está presente en el film en diversos momentos.
Durante la entrevista periodística en Hyannis Port, el reportero le pregunta a Jackie:

– ¿La fe está ayudándola?
– Preferiría discutir mi fe con un cura… Usted no es un hombre con sotana, ¿no?
– No, no lo soy. Solo trato de averiguar la verdad… es lo que los reporteros hacen.
En un posterior diálogo que mantiene con el sacerdote (interpretado por John Hurt), Jackie pregunta:
– ¿Esto es una confesión?
– Sólo si hay algo de lo que se arrepienta
– Todo el mundo sabe mi historia…
– Dios no está interesado en historias. Él se interesa en la verdad.

En el guión original de Noah Oppenheim, no se incluían los diálogos con el sacerdote. Esas escenas son agregadas por Larraín en base a testimonios del jesuita Mc Sorley, e intenta reflejar la angustia existencial de una desesperada Jackie. A pocos días del asesinato, ella le habría franqueado al sacerdote: “Es imposible de soportar. A veces me parece enloquecer. Si decidiera reunirme con él, ¿Dios me entendería?”. Con delicadeza, el director incluye otro cuadro en el que Jackie trasluce al sacerdote las desavenencias conyugales que existirían hasta el fin. En contraste, también mostrará una escena de un radiante matrimonio Kennedy bailando en la Casa Blanca. En 1963, los Kennedy celebraban el décimo aniversario de su casamiento.
La brutalidad del poder cambiante es retratada cuando Jackie y sus hijos son apurados por los Johnson para desalojar la Casa Blanca. El lente de Larraín se detiene en el funeral de Kennedy. Jackie indaga sobre los entierros de otros presidentes norteamericanos. Decide adoptar como modelo la solemne procesión del cortejo fúnebre de Abraham Lincoln. Las exequias de Kennedy en Washington fueron planificadas por Jackie en todos sus detalles. A pesar de la opinión contraria del servicio de seguridad y del propio Robert Kennedy, ella impondrá su voluntad y determinación, y 19 jefes de Estado y la totalidad del gobierno norteamericano caminarán al aire libre por calles y avenidas acompañando el ataúd. Ante un pueblo conmocionado y atemorizado, la viuda y sus pequeños hijos les devolverán la confianza y el sentimiento de grandeza en ese ritual. Jackie es el símbolo digno de una nación de pie y sin miedo en medio de la adversidad. Una mujer que domina sus emociones y se aboca sin desmayo a edificar la imagen ante el mundo y la historia de su amado Jack.
Es posible que el director chileno sea el que mejor aborda hasta hoy la personalidad de Jackie. Larraín en una entrevista, la describe como una mujer “poderosa y sensible”. La filmación se realizó en estudios franceses que recrearon la Casa Blanca de los años ‘60. La razón fue que Natalie Portman estaba residiendo en París. En los sets se reproduce la grabación del programa A Tour of the White House (1962), en el que Portman interpreta a una Jackie locuaz de a momentos, tímida en otros, ante las cámaras. Imágenes reales de ese programa, en los que la auténtica Jackie Kennedy guiaba al público por los renovados salones de la Casa Blanca, se intercalan con la magnífica interpretación de Portman. En un momento cuasi profético de la audición original, Jackie se detiene en el dormitorio del asesinado presidente Lincoln y habla de su viuda, escena que Larraín reproduce en su película.
Una diplomacia pública de gran impacto en los medios internacionales fue ejercida por Jacqueline Kennedy. La película de Larraín sintetiza algunas de esas acciones diplomáticas. En el contexto de la Guerra Fría, la presidencia Kennedy cultivó una especial sensibilidad hacia la opinión pública internacional mientras procuraba asegurar posiciones en un movedizo tablero. El poder de la imagen ya dominaba el mundo. Millones de personas se sentían cautivadas por la belleza de esa joven madre, que hablaba fluido en español y francés, y adoraba la cultura y las tradiciones de los pueblos que visitaba. La primera dama encarnaba los valores e ideales que deseaba proyectar la política exterior y la energía de la administración Kennedy. En la historia quedan sus visitas de “embajadora de buena voluntad” a India y Pakistán, que permitieron afianzar los vínculos con los países asiáticos. Sus viajes oficiales al exterior y los contactos personales con jefes de Estado abrirían nuevos caminos a la diplomacia norteamericana. La personalidad de Jackie fue decisiva para encausar las difíciles relaciones que la Casa Blanca mantenía con Charles De Gaulle. A través de su amistad con André Malraux lograría que La Mona Lisa saliera del Louvre para ser exhibida en Washington y New York. Jackie fue una exitosa demostración del softpower y la diplomacia cultural de los Estados Unidos.
Otra memorable actuación en torno a la figura de Jaqueline Bouvier, fue la de Michelle Pfeiffer en Love Field, filmada 25 años antes. Pero el personaje central es un ama de casa de clase media, obsesionada por el magnetismo de una Jackie ya convertida en un fenómeno de la cultura popular. La acción en este film de Jonathan Kaplan transcurre ante la inminente llegada de los Kennedy a Dallas y en los días subsiguientes al asesinato. Kaplan refleja con gran maestría el clima de histeria popular que desata el aterrizaje de la pareja presidencial en el aeropuerto de Love Field y el estado de conmoción que horas más tarde altera la vida de la nación. Hasta la presidencia de Kennedy se respiraba un aire de optimismo en los Estados Unidos, captado en las pinturas costumbristas y familiares de Norman Rockwell. En unos segundos que cambiarían la historia, se abriría la incertidumbre y la desazón para una sociedad convulsionada por asesinatos políticos y Vietnam.
Jackie obtuvo favorable acogida en la prensa norteamericana e internacional. La prestigiosa revista francesa Cahiers du Cinema le dedicó una serie de artículos en su edición de febrero de este año. El guión de Oppenheim fue laureado en el Festival Internacional de Venecia y la actuación de Natalie Portman obtuvo el Critic´s Choice Awards en los Estados Unidos. Fue nominada a tres Premios Oscar. Antes de Larraín, el libreto de Jackie estuvo a punto de ser llevado a la pantalla por Steven Spielberg y Darren Aronofsky (El cisne negro). Finalmente, Larraín y Aronofsky se asociaron como sus productores.

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