El capitán de un país que le queda grande

El último proceso electoral de Brasil ha sido sorprendente para muchos, dentro y fuera del país. No se esperaba que Jair Bolsonaro, capitán de reserva del Ejército brasileño, diputado reelecto durante más de 25 años para el Congreso Nacional, que presentó poco más de tres proyectos en toda su carrera política, tuviera una holgada victoria en la carrera presidencial.
Algunos comentaristas políticos sostienen la tesis de que ni el propio Bolsonaro esperaba ganar. Durante la campaña se ha podido comprobar esa inseguridad asociada a una visible perplejidad. Sus propuestas a posibles vice-presidentes para componer la candidatura recibían continuas negativas, a punto de que recién el cuarto invitado aceptó. Sus promesas de campaña eran afirmadas y refutadas, provocando discusión y desencuentros entre electores y opositores.
Alimentó este escenario el perfil del candidato. Militar de reserva, con cuatro hijos varones, tres de ellos en la carrera política –un senador, un diputado, un concejal– y ya en su tercer matrimonio, se trata de una personalidad de derecha, con posiciones conservadoras y aun ultraconservadoras. Hay videos en los que se puede ver como diputado defendiendo la tortura, algo impensable para un político en el Brasil de la democracia post dictadura militar. En la votación del impeachment de la ex presidente Dilma Roussef, después del voto favorable, el diputado Bolsonaro emitió un discurso donde alababa ardientemente al coronel Brilhante Ulstra, famoso torturador de los tiempos de la dictadura, coordinador de la llamada “Casa de la muerte” de Petrópolis, y responsable por el proceso truculento contra la entonces prisionera política Roussef.
Además, el Presidente electo no ha escatimado la manifestación de muchas de sus posiciones, hoy inaceptables para un Brasil que pasó por ocho años de gobierno social-demócrata con Fernando Henrique Cardoso y doce años de gobiernos del PT que se empeñaron por defender los derechos humanos. Es machista y considera aceptable que las mujeres ganen salarios inferiores a los hombres, dado que pueden quedar embarazadas. Además, tuvo discusiones con periodistas mujeres y con sus colegas del Congreso que fueron grabadas y circularon en las redes sociales. Allí deja claro su poco respeto por la mujer, considerándola como un objeto sexual, una postura hoy inaceptable para el público femenino. Sus discursos provocaron el movimiento que tomó las calles de Brasil durante la campaña con el slogan #el no. Sorprendentemente esa manifestación fue seguida por otra, #el sí, donde muchas mujeres salieron a las calles para expresar su apoyo a Bolsonaro.
El Presidente electo tampoco es afín a los movimientos de conciencia negra ni a los colectivos afro, y menos aún a los indígenas, que considera perezosos y cuyas tierras considera que deben ser expropiadas. Lo acompaña su vicepresidente, quien además declaró que los jóvenes de los barrios pobres que se pierden por el tráfico de drogas es el resultado de la educación de madres y abuelas, en ausencia de hombres, lo cual sería la causa de la decadencia moral de las familias.
Hay otros grupos sociales minoritarios que tampoco gozan de la simpatía del capitán. Entre ellos están los LGBTQI. Bolsonaro ha declarado en más de una ocasión que prefería tener un hijo muerto a verlo “en actitud amorosa con un bigotudo cualquiera”. Los que trabajan en ONGs de defensa de los derechos humanos tienen, según parece, los días contados. Bolsonaro los define como “canallas” y dice que ahora van a tener que trabajar y “basta de mamar de las tetas del Estado”.
Finalmente, el punto polémico por excelencia en el perfil del ganador de las elecciones brasileñas es su incitación abierta y explícita a la violencia. Mientras políticos de todo el mundo emiten gestos que quedan como marca registrada –como la “V” de la victoria y de la paz, por ejemplo– él imita con sus dedos un arma de fuego. Y eso incitando incluso a niños y jóvenes en el uso de las armas. A su entender, la violencia urbana exponencial del país –que llega a tener más de 60 mil asesinatos anuales desde ya hace tres años– deberá ser combatida con más violencia. Para ello cree que la portación de armas debería ser liberada y pretende volver atrás con las restricciones que impone el estatuto de desarme aprobado por un referendo en elecciones anteriores.
Fue célebre su discurso de campaña en el estado de Acre, extremo norte del país, donde declaró que pretendía ametrallar la “petrallada” (palabra que asocia al Partido de los Trabajadores, que gobernó Brasil los últimos 12 años, y Petrobrás, la gran empresa estatal de petróleo, protagonista de uno de los grandes escándalos de corrupción de los gobiernos del PT). Una semana después, Brasil enfrentaba el atentado que fue, a nuestro entender, decisivo para la victoria del candidato. En plena campaña, por las calles de Juiz de Fora, ciudad del interior entre Rio de Janeiro y Belo Horizonte, el capitán era llevado en brazos del pueblo y fue atacado con un cuchillo, que penetró sus entrañas y afectó seriamente el intestino. La hemorragia lo tuvo entre la vida y la muerte. La buena atención que recibió en el hospital de Juiz de Fora le salvó la vida. Sin embargo, tuvo que ser trasladado a San Pablo, donde debió permanencer varias semanas en el hospital Einstein y necesita hasta hoy una bolsa de colostomía. Del atacante, Adelio Bispo, se sabe que era integrante del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), y antes del PT. Fue detenido y está sometido ahora a un juicio; no queda claro si actuó solo o si había otros autores intelectuales del acto de agresión por él perpetrado.
Las consecuencias inmediatas del cuchillazo al candidato del Partido Social Liberal (PSL) fueron el pasaje de su situación al lugar de víctima. Antes ese lugar era ocupado por Lula, el ex presidente petista, preso desde abril por corrupción, impedido por ende de presentar su candidatura a la presidencia. De todas maneras, la convalecencia de Bolsonaro le impidió participar en los debates televisivos con el resto de los candidatos. Siguió con su campaña por las redes sociales, sobre todo Facebook y Twitter, y no fue desafiado por preguntas de los adversarios y de los periodistas. Por otra parte, el ingreso de la prensa al hospital y a su casa era rígidamente controlada por los hijos y socios políticos, de forma que quedó limitado el acceso directo a su persona, y consecuentemente a la exposición de sus ideas.
Otros dos factores también habrían sido decisivos para la victoria de Bolsonaro. Uno es el sentimiento anti-petista de buena parte de la población brasileña debido a los procesos de corrupción, que complicaron a varias figuras importantes de los gobiernos del PT, llevando a muchos a la cárcel, incluido Lula. Muchos electores no votaron por Bolsonaro en la primera ronda, pero sí en la segunda, con la única intención de derrotar al PT. El segundo factor fue la demora de Lula en comunicar que no sería candidato e indicar a otro político como sucesor. Durante meses los abogados del ex presidente intentaron liberarlo del impedimento en todas las instancias jurídicas posibles. Cuando finalmente Lula entendió que no conseguiría ser candidato y apoyó a Fernando Haddad, su ex ministro de Educación, no quedaba tiempo para la campaña. A pesar de la simpatía y competencia de Haddad, figura joven, articulada, intelectual sólido y profesor de la Universidad de San Pablo, Bolsonaro ganó con holgado margen en la segunda vuelta electoral. Es más: su partido, el PSL, hasta entonces pequeño y desconocido, consiguió varias gobernaciones y el aumento de su presencia en el Congreso.
A pesar de que la bancada del PT sigue siendo mayoría, sufrió un significativo golpe. El partido está claramente dividido, así como se fragmentó la izquierda en general. El pueblo brasileño esperaba una autocrítica y pedido de perdón por parte del PT que no sucedió. Algunos candidatos como Ciro Gomes, que esperaba el apoyo de Lula y del PT para su candidatura y no lo obtuvo, se negó a respaldar a Haddad. Fue el tercero más votado en el primer turno y pretende volver a postularse en las próximas elecciones. Marina Silva, de la REDE, dio un apoyo crítico al candidato petista en el último minuto. Con cerca de 40 millones de abstenciones y votos nulos, Bolsonaro superó los 50 millones de votos y Haddad se quedó en segundo lugar, con más de 40 millones. El electorado de Brasil, con 143 millones de votantes, se muestra por lo tanto dividido en tres partes.
Bolsonaro en este momento arma su Gabinete. En la lista, dos ministros con súper poderes se destacan: el de Economía, que abarca otros dos ministerios (Planeamiento e Industria y Comercio) es Paulo Guedes, economista de perfil liberal, de la escuela de Chicago. Y será Ministro de Justicia Sergio Moro, el implacable juez de Curitiba que conquistó los reflectores con el impulso de la operación Lava Jato de combate a la corrupción y que llevó a la cárcel a figuras importantes e incluso ministros de los gobiernos petistas, culminando con la prisión de Lula. A pesar de que había declarado innumerables veces no tener la intención de aceptar un cargo político, por considerarlo incompatible con su carrera de magistrado, ahora respondió positivamente. Tendrá bajo su ministerio también la División de Crímenes Financieros y la Policía Federal. Todo indica que el combate a la corrupción de gobiernos anteriores seguirá todavía más implacable bajo su comando. Será responsable igualmente por el combate al crimen organizado y el narcotráfico.
Entre el resto de los ministros hay por lo menos tres militares. La cartera de Trabajo ha sido extinguida. La de Medio Ambiente y la de Agricultura estarán juntas, lo que ha provocado protestas por toda parte de ambientalistas y ecologistas. Se teme por lo que pueda pasar con las tierras indígenas y la Amazonia, entre otros temas.
El Presidente no parece transmitir mucha seguridad en sus primeras declaraciones. Dice algo un día para desmentirlo el siguiente. No tiene buenas relaciones con la prensa en general y con los grandes medios. Ya ha declarado explícitamente su desconfianza y sospecha al respecto, dejando entrever el peligro de que el país vuelva a los años negros de la censura.
El Ministro de Educación, Ricardo Vélez Rodríguez, es un colombiano naturalizado brasileño. Por sus primeras declaraciones a la prensa, no parece tener cariño por las universidades públicas y tampoco por las humanidades. Tampoco se sabe si continuará los programas sociales de ingreso a la universidad, y que permitieron que muchos pobres ingresaran a la enseñanza superior. La concejala asesinada en marzo de este año, Marielle Franco, se graduó y pudo obtener una maestría gracias a uno de esos programas, el PROUNI.
El Canciller es discípulo fiel de Olavo de Carvalho, un gurú de ultra derecha que reúne discípulos por las redes sociales y opina sobre todo y algo más, con juicios desairosos sobre las más diversas personalidades, incluido, y de forma preferencial, el papa Francisco. Es un enemigo declarado del ala más liberal de la Iglesia católica y no tiene ningún empacho en decirlo abiertamente.
Una parte de la población espera ansiosa vivir mejores tiempos, sin corrupción, y con una economía más eficiente. Sin embargo, la oposición recuerda los tiempos de autoritarismo e intenta concientizar al pueblo brasileño de lo terrible que es para el país haber elegido democráticamente a un candidato de este perfil y con semejantes propuestas. La generación que vivió los años de plomo de la dictadura teme que vuelvan las medidas restrictivas, cuando la libertad de pensamiento y de palabra se encontraba coartada y el miedo imperaba sobre mentes y corazones.
Si una parte de la oposición se encuentra dispuesta a resistir y hacer ruido, otra se repliega y piensa en dejar el país. Un segmento menor intenta volver la espalda a un discurso de odio y retomar el diálogo. Parece ser un gran desafío. Si no se puede dejar de denunciar lo que agrede los derechos más fundamentales y las conquistas innegociables de los últimos años, es innegable que tampoco deben hacerse concesiones a la corrupción. El pueblo brasileño está harto de violencia y de inseguridad. Está también cansado de la crisis económica que multiplica los desempleados. Hay muchos frentes que es necesario atender. Ojalá el nuevo gobierno consiga responder a estos desafíos, por lo menos parcialmente. Y si para lograrlo necesita apoyo, es importante darlo.
Hasta ahora, sin embargo, la impresión es que Bolsonaro comanda un capital que le queda grande. Es grande su responsabilidad, ya que lo que suceda en un país como Brasil tendrá impacto también en sus vecinos latinoamericanos. Es el futuro del continente y su presencia en el escenario mundial lo que está en juego. Los años que vienen serán decisivos.

3 Readers Commented

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  1. RUBEN PERETTI on 31 enero, 2019

    Los votantes etán cansados de que le roben, por eso ganó Bolsonaro. Ruben Peretti

  2. Carlos on 11 febrero, 2019

    Narraciones de actualidad basadas en análisis tan estériles como servilmente difuso e inductor de complejidad .
    Narraciones y conclusiones mediáticas eficientes para encubrir causas puntuales y precisas de los frutos que
    se instauran y acostumbran en el ser humano. Transformando su mente y conciencia hacia esquemas de fácil y
    práctico dominio y exterminio. Esto solo expresión de la realidad en la palma de la mano puesta por el
    tan continuo como corrupto desarrollo social.
    Preguntas:
    Existe la posibilidad útil de analizar para diferenciar el significado
    y sus frutos del acto de CAMBIAR y el acto de CORREGIR ?
    – nos resta saldo de lealtad, fidelidad, obediencia, sacrificio y compromisos cristianos ?
    O, solo resta el día a día con desvalorización y desprecio de los frutos cosechados y su inadvertencia,
    en la historia del ser humano, sus coherencias y avances, siglos tras siglos ?
    Elegimos saciar necesidades reales o nos complace el amiguismo y el favor, la élite y las logias, el liderazgo
    y el poder, el dominio del esfuerzo ajeno y la soberbia ?
    – el azar sostiene tal corrupto desarrollo y lo ubica en exitoso final ?
    – será posible el análisis del arrepentimiento como principio de agradecimiento y goce
    correspondiente al deber ser del existir ?

  3. Gustavo Carvallo on 20 febrero, 2019

    Conociendo la idiosincrasia del brasilero común la perspectiva femenina o feminista de María Clara Bingemer es muy respetable en cuanto describe al nuevo Presidente de Brasil desde adentro,sus orígenes y trayectoria ,responde a grandes preocupaciones de muchos de nuestros vecinos que coincidirían con sus apreciaciones . El problema es que se trata de un país muy grande en el que es difícil satisfacer a todos. Creo que están ante un viejo dilema: lograr progresar en orden. Dicho orden se emparenta con la justicia y la seguridad que le reclaman a Bolsonaro y que el tiempo dirá si lo conseguirá. El gobierno de Lula progresó económica y socialmente a costa de descuidar dicho orden. La disyuntiva es si este nuevo líder de derecha poniendo la casa en orden conduce al país al destino de grandeza que ellos consideran estar predestinados.

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