A propósito de Notre-Dame

Antes que ser símbolo cultural e histórico, Notre-Dame es el fruto de la fe de las generaciones de creyentes que por más de un milenio y medio viven en Francia. No se entiende la catedral sin esa profunda fe. Además, el edificio es el producto de un arte maravilloso de arquitectos, escultores, pintores, carpinteros, orfebres y albañiles que, desde la despreciada Edad Media -que es también la del nacimiento de las universidades, entre otros inventos- crearon el gótico para alabanza de Dios.

No se entiende Notre-Dame sin el cristianismo. Tampoco sin el medioevo. Curiosamente, la catedral fue capturada durante la Revolución Francesa con el objetivo de hacer de ella un símbolo de la época de la razón pura. Como las catedrales son el testimonio de generaciones de creyentes -la mayoría anónimos- que las han construido y las han disfrutado como espacio litúrgico, se puede esperar que esta tragedia arquitectónica y cultural despierte a las nuevas generaciones, para poner ellas también su piedra en la Iglesia viviente.

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