El 12 de febrero pasado, el papa Francisco hizo pública su exhortación apostólica luego del tan comentado y discutido sínodo referido a la Amazonia, sobre el cual esta revista publicó en el número anterior un artículo que firma la teóloga carioca Maria Clara Bingemer. Allí la autora relaciona expresamente ese encuentro en el Vaticano con la encíclica Laudato Si (Alabado seas, según las palabras de El cántico de las criaturas, la poética oración de san Francisco de Asís), firmada por el Papa en mayo de 2015 y dedicada a lo que dio en llamarse el documento sobre “el cuidado de la casa común”, o también la encíclica ecológica o verde. Al margen de la idoneidad del papado en temas tan específicos y no directamente relacionados con la doctrina eclesial, lo cierto es que el documento tuvo amplia repercusión tanto en el ámbito mediático como entre los más jóvenes, que hoy se sienten particularmente implicadas en la preservación ambiental. Al confrontar las diferencias ideológicas entre la generación de los años ‘70 (“cuando queríamos cambiar el mundo y respirábamos utopías”) y las actuales, Bingemer –quien adhiere a la Teología de la liberación– señalaba en su reciente texto: “Los jóvenes de hoy nos están mostrando qué es lo que los moviliza, de qué se enamoran, qué les hace perder el sueño y salir a la calle llenos de esperanza”.
Muchas manifestaciones en el planeta dan cuenta de esta observación. Otra cuestión será evaluar en el futuro la profundidad y el real compromiso frente a esta situación, en la que no todos necesariamente concuerdan. Pero el acierto “político” de Bergoglio fue situar a la Iglesia en el interés de muchas personas que la desconocían y que hoy tienden a considerarla con aceptación. ¿Significa esto que se sienten identificadas con la tradición y el pensamiento católico? Ese es otro tema. Además, ¿cuál es la tradición a la que hacen referencia tanto el Papa como sus adversarios en la jerarquía eclesial? ¿Y cuál es el pensamiento católico sino una permanente elaboración que, fundamentalmente a partir de los evangelios y la patrística, fue conociendo diferentes estadios y aproximaciones en el diálogo con la cultura y los tiempos?
Después de realizado el sínodo de octubre, con su amplia y diversificada participación y con una dilatada preparación, con sus críticas al colonialismo (que no excluyó a la propia Iglesia), la defensa de los pueblos indígenas y sus respectivas culturas (de compleja relación a veces con el cristianismo, tal como lo entiende la Iglesia), se publicó un texto donde, entre muchos otros temas, se requería la apertura a otras cosmovisiones, nuevas formas litúrgicas y, en especial, un lugar más participativo para los laicos, hasta considerar el sacerdocio de hombres casados y espacios protagónicos para la mujer en el ámbito eclesial.
Como es costumbre, se esperaba con expectativas el documento papal post-sinodal sobre la Amazonia. Hubo mucho debate dentro de la Iglesia. Se enfrentaron posiciones difíciles de conciliar. Hasta hubo un polémico libro que en principio firmaban un cardenal africano ultra conservador y el pontífice emérito Joseph Ratzinger, según la edición francesa, que se presentaba como una forma indebida de presionar al Papa actual antes de que emitiera su palabra, en particular porque no se admitía el sacerdocio a hombres casados, entendiendo que con ello se dañaba la tradición del celibato obligatorio para el clero secular, tal como lo entiende Roma. Esto sin considerar otras tradiciones y situaciones que tienen lugar en la misma Iglesia católica y en otras Iglesias cristianas.
El escritor italiano y experto en temas vaticanos Marco Politi, admirador de las reformas que lleva a cabo Francisco, sostiene que las posiciones católicas más ultramontanas parecen no tener conciencia de los cambios que se han producido en las últimas décadas. En efecto, ya para Navidad, Bergoglio, en el tradicional saludo a la curia vaticana, citó al cardenal Carlo Maria Martini en la última entrevista concedida poco días antes de su muerte, quien fuera un destacado biblista jesuita y arzobispo de Milán durante más de veinte años, una de las figuras más significativas de la teología contemporánea. Dijo que sus palabras deberían hacernos pensar: “La Iglesia se ha quedado doscientos años atrás. ¿Por qué no se sacude? ¿Tenemos miedo? ¿Miedo en lugar de valentía? Sin embargo la fe es el cimiento de la Iglesia. La fe, la confianza, la valentía. Sólo el amor vence el cansancio”. Al parecer de algunos observadores del camino de la Iglesia en estos tiempos, la institución ya no significa como antes una referencia importante para muchos, y, al mismo tiempo, la ilusión de volver a los tiempos pasados es sólo eso, una mera ilusión. Lo que nos espera es el futuro. Con sus desafíos y riesgos.
En su exhortación (a veces sólo leída en parte y sin mayor profundidad) muchos han considerado que el Papa había cedido ante quienes le exigían preservar el celibato sacerdotal y alejar las perspectivas de que la mujer ocupe espacios significativos en la conducción de la institución. Conviene observar que, en primer lugar, Bergoglio aseguró: “Con esta exhortación quiero expresar las resonancias que ha provocado en mí este camino de diálogo y discernimiento”. Afirma, a su vez, que no desarrolla “todas las cuestiones abundantemente expuestas en el documento conclusivo”, porque no pretende “reemplazarlo ni repetirlo”. Al tiempo que aconseja “oficialmente” leer íntegramente ese documento, declara que “en el cual han colaborado tantas personas que conocen mejor que yo y que la curia romana la problemática de la Amazonia, porque viven en ella, la sufren y la aman con pasión”. Al no resumir ni corregir los textos del sínodo, el pontífice le otorga un valor especial a esa asamblea en sí, que no requiere una corrección especial de su parte.
Con convicción (¿o por estrategia?) el Papa no ha querido ofrecer batalla ni correr el riesgo de mayores divisiones internas. No se ha expresado sobre el sacerdocio de personas casadas ni sobre el diaconado femenino, por más que haya permitido acallar algunas voces. El tema sigue abierto.
La exhortación Querida Amazonia se divide en cuatro capítulos o “sueños”, según los llama: un sueño social, un sueño cultural, un sueño ecológico y un sueño eclesial. Se permite citas tan eclécticas como las de teólogos, sociólogos y escritores y poetas.
Tal como señalan algunos analistas de este papado, Bergoglio, al tiempo que llama a la comunión y a la colegialidad, en sus amplias reformas se demostró tan decidido como solitario, incapaz de formar un equipo de trabajo. El suyo siempre fue un estilo sumamente personal, íntimo y polifacético.
En este momento parece preocuparle más la dimensión misionera del sacerdocio y su cercanía con la gente, en especial con los más pobres y postergados. No puede leerse sino desde esta perspectiva su decisión de que quienes se preparan en Roma para el servicio diplomático de la Iglesia (miembros de las nunciaturas) deberán dedicar un año de su formación a colaborar en diócesis periféricas y en lugares humildes para conocer existencialmente su misión apostólica.
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Join discussion«se requería la apertura a otras cosmovisiones, nuevas formas litúrgicas y, en especial, un lugar más participativo para los laicos, hasta considerar el sacerdocio de hombres casados y espacios protagónicos para la mujer en el ámbito eclesial.» ¿O sea que tendríamos que ir a un sincretismo, sacerdotes casados y sacerdotisas? Hablemos sin eufemismos.