Reseña: Italia, de Benito Pérez Galdós (Madrid, 2019, editorial Casimiro)
La historiadora española Isabel Burdiel firma en El País un reciente artículo sobre los escritores Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920) y Emilia Pardo Bazán (La Coruña, 1851-Madrid, 1921) que lleva un sugestivo título: “Un amor nervioso y moderno”. Hace referencia a la relación de dos de las figuras centrales de la literatura española de la segunda parte del siglo XIX y principios del XX, cuando las influencias francesas llevaron el realismo y el naturalismo a las letras hispánicas. La autora gallega de Los pazos de Ulloa y el novelista y cronista canario, a quien muchos recuerdan por Fortunata y Jacinta y Misericordia, vivieron una larga relación sentimental, no ajena a su pasión por la literatura.
Con motivo de cumplirse el centenario de la muerte de Galdós, miembro de la Real Academia y frustrado premio Nobel, una serie de celebraciones culturales tiene lugar en España y en otros países, entre ellas una magnífica muestra en la Biblioteca Nacional de Madrid. El año próximo será el de la condesa de Pardo Bazán, mujer que se adelantó a su época.
Él fue escéptico y decididamente anticlerical, empedernido soltero; ella, católica conservadora carlista y a la vez manifiestamente feminista, a más de separada y madre de tres hijos. Dos personalidades para un siglo complejo y una patria con muchas deudas en el plano cultural. Pérez Galdós fue despedido a su muerte por una multitud emocionada en Madrid, la ciudad que supo pintar como pocos.
La obra que ahora mencionamos es una pequeña y sabrosa crónica de su viaje por Italia, escrita en 1888. Galdós admira el patriotismo itálico de la reciente unificación de la península y narra con precisión y agudos detalles su paso por ciudades como Venecia, Verona, Padua, Bolonia, Florencia, Roma y Nápoles. Escribe: “La principal atracción de Italia consiste en las riquezas artísticas que guarda. Lo poco que de Grecia nos queda, allí está; la arquitectura civil de Roma tiene allí sus modelos más admirables, y por fin las artes florentinas y venecianas de la Edad Media y del Renacimiento enriquecen aquel suelo privilegiado”.