La pena privativa de la libertad y el empeoramiento de los encarcelados

Publicamos el segundo artículo de una serie en torno al problema la organización carcelaria en la Argentina.

Si se examina a fondo la pena privativa de la libertad, puede comprobarse que, en realidad, es mucho más que eso, porque se ha convertido en algo que la trasciende, que es la pérdida de la dignidad del encarcelado, quien suele resentirse en la prisión, habitualmente debido a carencias originadas en problemas de superpoblación y deficiencias materiales, pero fundamentalmente debido al trato recibido.
En un hospital, el enfermo puede estar en mejores o peores condiciones materiales o de confort, pero, por lo general, puede captar cierto esfuerzo del personal para ayudarlo a sobrellevar su enfermedad o a curarse. En cambio, en condiciones de detención, el preso es sólo un estorbo, alguien que no espera nada y de quien nada se espera. Sólo que cumpla con su tiempo de condena.
Los presos carecen totalmente de consideración, excepto, quizás, de sus parientes y amigos y algunos voluntarios que los visitan, ayudan y consuelan. Para el resto de la población, en general, han dejado de ser personas. Son, simplemente, presos. Y no se los quiere ver, como si no existieran.
Por ello, las condiciones de vida en las prisiones no se cuidan. Como si no tuviera sentido cuidarlas. La dignidad del preso no se concibe. Es como si fuera un ente despersonalizado. Y si lo es para sus guardias, para sus pares suele ser sólo un objeto de explotación. Si quiere obtener cierta dignidad –que es, en realidad, solamente una pseudo dignidad– debe asumir algún rol de “duro”, lo cual implica, generalmente, pasar de ser explotado a ser explotador.
Todo esto lleva al empeoramiento de las personas mientras permanecen en prisión y es causa de numerosas reincidencias, a tal punto que es común, entre los especialistas y también entre el público lego, usar como estribillo la frase: “Los delincuentes salen de la cárcel peor de lo que entraron”.
En cuanto a la crisis de la reinserción social post carcelaria, la realidad suele ser tanto o más dura aún para quien termina su condena y recobra su libertad, ya que haber estado preso es un estigma terrible en nuestra sociedad y quien lo estuvo es alguien a rehuir.
Teóricamente, haber cumplido su condena significa que el egresado ha pagado su deuda y es nuevamente un hombre no sólo libre sino limpio y normal, pero la sociedad no suele aceptar que haya “cumplido” ni que haya “pagado”. Es una persona que acarrea un estigma y, salvo casos de rara solidaridad, será denigrada y rechazada de por vida. Si no cuenta con recursos propios o familiares o amigos que puedan ofrecerle ayuda o contactos –es la situación de la mayoría de quienes egresan de prisión– es muy difícil que pueda acceder a un trabajo decoroso. Y esto acrecienta las probabilidades de reincidencia, que son notorias.
Así, dado que es impensable generalizar la pena de muerte y hasta la de prisión perpetua, los períodos de encierro normalmente finalizan y cada vez que alguien cumple su condena y sale de la cárcel, lejos de haberse reencauzado, es altamente probable que vuelva a delinquir. Para muchas personas esto es obvio, pero, a pesar de la obviedad, se insiste en seguir encarcelando. Y hasta parece que existiera un cierto alivio cuando alguien va a la cárcel.
Esta paradoja no es del todo explicable, pero lo único evidente, por ahora, es que la pena privativa de la libertad, por toda esta situación, está en plena crisis, a punto tal que no es descabellado discutir acerca de su sentido.

José Deym es Doctor en Psicología Social, especializado en Criminología

1 Readers Commented

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  1. lucas varela on 28 julio, 2020

    Estimado José Deym,
    Sus comentarios son muy importantes y de máxima consideración. La evidencia es: «la pena privativa de libertad está en plena crisis». Y ciertamente, no es descabellado discutirlo.
    Quizás, esta crisis de la privación de libertad sea consecuencia de otra crisis, la de los ciudadanos en libertad. Uno tiene tendencia a pensar que los «culpables» están adentro, y los otros, los «libres» somos los inocentes.

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