
Reseña de La biblioteca de agua, de Clara Obligado (Buenos Aires, 2019, Páginas de Espuma)
En este libro, la narradora argentina Clara Obligado, radicada en España desde 1976 por motivos políticos, decide editar una antología de cuentos recientes hilvanados, a modo de sutil novela, por un tema común: el agua. Y algunos personajes que aparecen y reaparecen en los cuentos o capítulos.
Lo que mejor relaciona un cuento con otro es el entorno madrileño donde se desarrollan las historias: el barrio de las Letras, desde Sol hasta el Museo de Reina Sofía, la plaza de Santa Ana donde está el Teatro Español y el de la Comedia, la casa museo de Lope de Vega y los lugares donde vivieron, entre otros, Cervantes y Quevedo. En la actualidad es un lugar turístico muy visitado, pero cuando se afinca la escritora era una zona muy popular, con sus bodegones y sus comercios menores, sus casa de venta de carbón…
Así escribía Obligado: «Yo, con mis libros, aceptando, a veces con tristeza, que en España nunca dejaré de ser una extranjera”, y en otra oportunidad: “Al cambiar de país hay 10 años que se pierden en conseguir lo mínimo”. Afirma que el suyo es el mismo castellano, todos los castellanos, que utiliza un español más o menos peninsular, mestizo, y que si se hubiera quedado en Buenos Aires acaso no habría escrito nada. Hoy dirige talleres y otras actividades culturales. Algunos dicen que éste es un homenaje a Madrid, y que se puede leer al estilo de Cortázar, comenzando por un lado u otro.
Hay cierta mezcla tan en boga de feminismo y desparpajo, de extremas libertades y de crítica al pasado. La biblioteca de Borges es un texto que podría haberse evitado, como algunos otros detalles.