Un barbijo no es un bozal

En los días, semanas, meses de este 2020 casi es imposible separarse de la pandemia de Covid-19. En este contexto extraordinario, los medios de comunicación han tenido y mantienen un rol clave en un tablero de opiniones en el que se entrecruzan ciencias, políticas, datos sueltos, informaciones fundamentadas, breaking & fake news, rostros y voces de variopintas valoraciones, indicadores e intuiciones en retros y perspectivas.
Como sociedades globales, hemos puesto una lupa gigantesca sobre noticias vinculadas al saber científico y sus derivados. Aprendemos y desaprendemos constantemente a medida que avanzan las investigaciones de virólogos, epidemiólogos y decenas de especialistas. Como en algunos juegos infantiles librados al azar de los dados, avanzamos 2 casilleros y en la siguiente vuelta retrocedemos 10. Pero, ¿nos cuentan todo lo que podríamos saber? ¿Circula la información con libertad? ¿Hablamos sólo de la pandemia o también nos permitimos pensar sobre otros aspectos de la vida de la humanidad que siguen sus propias dinámicas? ¿La libertad está en cuarentena?
El miércoles 10 de junio la Universidad de Buenos Aires (UBA), desde su Facultad de Derecho, debería haber sido la hospedadora de una exposición virtual, entre una colección de varias, centrada en el tema “Corrupción y democracia”, a cargo del ex juez brasileño Sergio Moro. Pero esto así relatado nunca aconteció. El Centro de Estudios sobre Transparencia y Lucha contra la Corrupción de la UBA objetó la intervención de Moro con mucho alboroto académico y político, que convivió en ámbitos ampliados con argumentaciones cruzadas a favor y en contra. Finalmente la presentación fue cancelada por la misma universidad pública. Muchos observadores interpretaron que esta suspensión conllevaba un ataque a la libertad de expresión, casi una forma de disciplinar pensamientos y condicionar puntos de vista, prejuicios impensados en dicho contexto académico.
Contra los huracanados vientos ideológicos que azotaron este evento, el miércoles 10 de junio, con el auspicio de la Universidad Nacional del Litoral, a través de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, la Universidad Blas Pascal, la Universidad Católica de Córdoba, la Universidad de Belgrano, la Universidad del Salvador y la Facultad de Derecho de la Universidad Austral, y con el plus de la entrevista en vivo realizada por Jorge Fontevecchia, fundador del Grupo Perfil, el ex juez Sergio Moro concretó su exposición titulada «Democracia y Estado de derecho y combate contra la corrupción», difundida por televisión y redes sociales.

Más allá de las coincidencias o no con las opiniones del citado Moro, lo destacable de este reality show es que personas, instituciones y medios dispusieron sus capacidades y le dieron lugar a la sinfonía de voces en un marco de libertad. ¿Quiénes fueron los mayores beneficiados? Los públicos.
De hecho, al cierre de esta edición de CRITERIO, el vicedecano de la Facultad de Derecho de la UBA “llamó a Sergio Moro para pedirle disculpas y ‘re’ invitarlo a que dé una nueva conferencia dentro de dos meses”, según consignó Perfil el 13 de junio, aunque aún no trascendió si la nueva invitación fue aceptada.
La verdadera libertad en la expresión radica en la posibilidad de convivencia de las visiones distintas que se van sucediendo sobre la realidad, respetando incluso más aquellas que no compartimos. Deberíamos estar puntualmente receptivos a los marcos éticos que se proponen propiciadores de la convivencia en la diversidad, descartando cualquier tipo de tolerancias tibias. No es más libre el que coarta, que ejerce “libremente” su poder y le impide a otros que se expresen. Recordemos aquella exposición de Fidel Castro en las escalinatas de la también citada Facultad de Derecho de la UBA del 26 de mayo de 2003. ¿Objetada por muchos? Sí. Pero se llevó a cabo, sin espacio a eventuales bozales.
En este pendular tan argentino de antinomias –algunas efímeras, otras inalterables– se nos imponen verdades, por lo poco, irreconciliables. Desde “federales vs. unitarios”, pasando por “verdes vs. celestes”, hasta “kirchnerismo vs. macrismo”, podríamos continuar enumerando estas tensiones que si no fueran dramáticas para nuestra historia como nación, serían patéticas. En los intersticios de las discusiones entre las partes solemos ver vulnerada la libertad de decir u hacer alguna cosa. Y ahí sí que el terreno se torna peligroso.
Escuchando a un maestro
“Cuando hablas del ‘sol’, es inevitable la asociación con la luz y el calor, y la ‘flor’ sugiere color y perfume; de la misma manera que ‘prensa’ es una palabra que habla de libertad. Es parte de su naturaleza, de modo que no se puede pensar en la prensa sin su correspondiente libertad, y para que haya libertad, necesitas la prensa. Ella cumple un papel irreemplazable en la existencia y ejercicio de la libertad. (…) La sobreoferta de medios puede significar la multiplicación de oportunidades para ejercer la libertad de expresión. También puede ser la expansión del negocio de la información. (…) Uno se hace libre al decidir. Pero sólo puede decidir cuando está bien informado. Y estar bien informado es tener un completo conocimiento de las distintas opciones posibles, de modo que, al decidir por una y rechazar las otras, se hace con pleno conocimiento. Ese conocimiento en lo que concierne a los asuntos públicos (escoger un candidato, un partido, un programa político, etc.) lo da la información, que es sólida y creíble si es obtenida y difundida en libertad. Y este es el papel de la prensa: dar conocimiento que permita decidir y, al decidir, el ciudadano construye su libertad” (del “Informe sobre la libertad de expresión”, Cuadernos de periodistas, julio de 2015.) Quien expresa estos conceptos es el periodista colombiano Javier Darío Restrepo(1)  (1932-2019), maestro de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) y director de su Consultorio Ético.
Dos lecturas recomendadas
La primera corresponde a una controversia muy interesante sucedida durante el inicio del mes de junio de este año en el seno de la redacción del diario The New York Times a raíz de la renuncia del jefe de la sección Opinión por la publicación de una nota firmada por el senador republicano Tom Cotton referida a la muerte de George Floyd (2).
La otra es más antigua –23 de noviembre de 2015– y sucedió también ad intra la redacción de un diario. En este caso se trató de La Nación, en nuestro país. La cuestión radicó en la oposición manifestada por muchos trabajadores de ese medio ante la postura adoptada en un editorial (3) que se expresaba sobre la violencia y sus víctimas durante la última dictadura militar. Es de destacar el apoyo que FOPEA (Foro de Periodismo Argentino) hizo público en esos días a los trabajadores del diario.

Virginia Bonard es periodista, autora de Nuestra fe es revolucionaria. Jorge Mario Bergoglio. Francisco (Editorial Planeta)

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1Tuve la ocasión de tratarlo en su Colombia natal y juntos colaboramos en un artículo para Criterio.
2 https://www.nytimes.com/2020/06/03/opinion/tom-cotton-protests-military.html
3 https://www.lanacion.com.ar/opinion/no-mas-venganza-nid1847930

5 Readers Commented

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  1. lucas varela on 7 agosto, 2020

    Estimada Virginia Bonard,
    En el tiempo que me tomó leer su escrito, seguramente, algún argentino murió por consecuencia del contagio, pandémico, invisible, y directamente proporcional al ejercicio de «la libertad».
    Y sí, el barbijo es «un bozal». Es un bozal que los hombres «libres», con diferentes opciones de vida y en pleno conocimiento lo adoptan.
    Sergio Moro, por más interesante que pudiera ser, es justo que espere un poco más. Porque mi libertad de vivir con salud depende de que Usted ejerza su profesión de periodista con el barbijo puesto (tiene permitido llamarlo «bozal), respetando la distancia sanitaria, y respetando las disposiciones y normas vigentes de la cuarentena.
    No es difícil de entenderlo, aunque, algunos que no comprenden la palabra «prójimo».

    • Virginia Bonard on 10 septiembre, 2020

      Hola, Lucas.
      Gracias por su tiempo.
      La imagen del barbijo y el bozal son sólo metáforas a aplicar a casos en que la libertad de expresión esté en juego.
      Adhiero fervorosamente en la vida real al uso del barbijo y a que se respeten las distancias sociales recomendadas para preservar nuestra salud y la de nuestros pròjimos.
      Un saludo, Virginia Bonard

  2. hector h sprenger on 7 agosto, 2020

    Hace años lei un texto sobre el por que surgio la institucion cultural llamada UNIVERSIDAD,segun las historias culturales alla por la Edad Media,vinculada estrechamente a tres basicos OBJETIVOS ,DE CUMPLIMIENTO JERARQUICO-Ser Primero)CUSTODIO DE DEL CONOCIMIENTO HUMANO ANTERIOR-Segundo ACRECENTARLO COMO CAMINO A LA VERDAD,Y Tercero TRANSMITIRLO.
    del modo mas plural y dialectico ,sin destruccion y reescritura del pasado ,el poder en su raiz natural creo siempre tendio a ser bifonte en su origen cazador-brujo,y en cuanto a la naturaleza de los conocimientos al decir de B Russell ,si el hombre desaparece la logica y la matematica construccion humana lo seguira a la tumba .Me preocupa las luchas ideologicas que destruyen la interpretacion del pasado y lo reescriben todos los dias con titulos ,iconos, confundiendo la estructura del lenguaje ,y metiendo ruido en la comunicacion humana.-

  3. Me refiero brevemente a dos puntos: uno, sintáctico:no se llama a «pedir disculpas», si llamaron al citado jurista, debió ser para «ofrecerle disculpas». Dos, político: de acuerdo con la versión de la periodista, a quien le agradezco citar al maestro Javier Darío Restrepo, desconcierta observar cómo en los ambientes universitarios aún se encuentran personas proclives al pensamiento unidimensional, opacos visos de la ominosa sombra del totalitarismo. Sí, tenemos el barbijo puesto, pero detrás de este seguiremos hablando.

    • Virginia Bonard on 10 septiembre, 2020

      Muchas gracias, Luis, por sus comentarios.
      Gracias puntuales por la corrección entre el «pedir» y el «ofrecer».
      Y comparto que un barbijo no es un bozal de ninguna forma.
      Un saludo, Virginia Bonard

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