Libro: Educación. La tragedia continúa

Reseña de Educación. La tragedia continúa, de Guillermo Jaim Etcheverry (Buenos Aires, 2020, Sudamericana)

En el año 1987, Allan Bloom, un profesor de la Universidad de Yale que fue discípulo de Leo Strauss, publicó Closing of the American Mind (El cierre de la mente moderna), que resonó como un grito de alarma en los ambientes académicos y culturales. En ese libro Bloom denunciaba la crisis de la educación occidental, señalando como una de sus causas el abandono de las humanidades.
Muchos expertos en la enseñanza han venido insistiendo en las últimas décadas en que año a año se observa un deterioro en los resultados finales de los graduados en escuelas y universidades, y es fácil verificar empíricamente cómo las actuales generaciones presentan serias dificultades para un buen aprendizaje en un grado mucho mayor que el de las anteriores.
Una de estas voces de denuncia entre nosotros ha sido la de Guillermo Jaim Etcheverry, quien hace un poco más de veinte años publicó una certera descripción crítica de nuestro panorama educativo, señalando algunos puntos de dolor que era necesario corregir. Una parte importante de la tarea docente, hoy caída en descrédito, consiste precisamente en rectificar el error: Per aspera ad astra (a través del esfuerzo, el triunfo).
En efecto, su libro La tragedia educativa tuvo veinticuatro ediciones, lo cual le valió posicionarse como un best-seller, y fue muy elogiado y considerado como una obra maestra, pero poco caso se le hizo. El paso del tiempo nos muestra que este autor, como los anteriores, no han sido escuchados.
Lo concreto es que a pesar de que muchos se ufanan de haber leído el libro y muestran estar de acuerdo con su diagnóstico, poco ha sido lo que se ha hecho por mejorar este panorama. En este tema, como en tantos otros, la sociedad argentina se rasga las vestiduras, pero no acierta a mover un dedo para salir del pozo.
Los alumnos se quejan de que las clases son aburridas y los contenidos obsoletos y los maestros se lamentan de que sus alumnos no aprenden, pero que además tienen que luchar en condiciones desiguales contra una cultura que en vez de ayudarlos les complica su tarea, y que para colmo sus sueldos son miserables.
Los políticos ponen los ojos en blanco y lanzan invocaciones sobre las excelencias de la educación, pero a la hora de votar el presupuesto, terminan mirando para otro lado. En conclusión, nadie se hace cargo; todos estamos de acuerdo en el problema y en no hacer nada para solucionarlo. Mientras no se articule un reclamo social seguiremos igual.
Sin embargo, Jaim Etcheverry parece hacer honor a sus ancestros vascos; poseedor de un espíritu indomable, podría propinarnos un grito de guerra con esa expresión de un personaje de la literatura de ficción: el enmascarado no se rinde. Por eso ahora acaba de aparecer una suerte de actualización de su primer libro, a la luz de la nueva realidad digital, donde vuelve a la carga para tratar de que esa realidad pueda mañana ser mejor que hoy.
En Educación. La tragedia continúa, el autor fotografía nuevamente y con lente de aumento y ojo de pescado la realidad en un contexto completamente distinto al que sirvió de marco a su anterior libro. Hoy el mundo aparece signado por la cultura digital, y esa trama es la que desmenuza Jaim con envidiable claridad y presteza.
Cualquier profesor que tenga una mínima experiencia docente percibe un notorio incremento en los déficits de atención y en la capacidad de comprensión de los textos de lectura. Las sospechas se dirigen a un uso inadecuado de la tecnología, un instrumento que todavía no hemos aprendido a manejar. Por eso se hace más evidente la necesidad del esfuerzo por instalar presupuestos de la educación clásica que han sido abandonados y que, convenientemente actualizados, pueden brindar el fruto que les ha sido reconocido a lo largo de todos los tiempos. No otra cosa nos reclama con perseverancia el autor.

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