Reseña de “La Tejonera”, de Cynan Jones (Córdoba, 2021, CHAI Editora)

Daniel tiene un criadero de ovejas y está atravesando, como puede, ese tiempo fuera del tiempo que significa un duelo. Y por si fuera poco, tiene que lidiar con la temporada de nacimientos de los corderos, porque la naturaleza no se detiene ni otorga licencias. Lo cotidiano se le torna absurdo sin ella: “No había vajilla para lavar. Sólo restos de manteca y unas migas en los platos donde habían estado las tostadas, tal vez un bol de cereales. Su único intento de comer algo caliente había sido una tarta enlatada, y ahí estaba la lata”. 

Hay otra historia que transcurre en paralelo; un ex presidiario que también trabaja con animales, pero su oficio es brutal: “El grandote se sintió acompañado. El hambre de crueldad en ese grupo le resultaba familiar y reconfortante, y por un momento percibió que en ese ámbito sus deseos no estaban proscriptos”. El grandote sobrevive gracias a que puede reconocer, por ejemplo, los intersticios de una tejonera en la absoluta oscuridad. La soledad y el conocimiento de la naturaleza parecen ser lo único que tiene en común con Daniel.

La tejonera es la segunda novela del autor galés Cynan Jones, de quien el año pasado reseñamos Tiempo sin lluvia, también ambientada en el ambiente rural de su Gales natal. Con frases precisas y austeras, Jones describe la crueldad y la ternura que conviven en un entorno que conoce bien. Algunos párrafos recuerdan al primer Hemingway, al de los paisajes de Michigan, con oraciones cortas y verdaderas.

Durante una entrevista con el diario español El País, Jones contó que lo habían presionado para que escribiera una novela larga y llegó a trazar tres historias que estaban interconectadas. Eran 90 mil palabras. Al final leyó todo, no funcionaba, y sacó 60 mil. Esos restos preciosos son La Tejonera, novela traducida por la poeta y escritora argentina Laura Wittner y publicada este año por CHAI Editora.

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