Durante siglos la humanidad sufrió diversas pandemias. Con una diferencia: ésta es la primera en la cual las ciencias generaron medicamentos en tiempo record. Lograr vacunas demora años; las actuales contra el COVID-19 se obtuvieron en meses. Si comparamos los muertos por las pandemias de siglos anteriores con la de este siglo, la diferencia es abismal. ¿Qué habría ocurrido si se hubieran desconocido las ciencias que generaron las vacunas? Los muertos serían los mayores en la historia de las pandemias, pues la población mundial creció.

Aunque parezca disparatado, esto ocurre para enfrentar los conflictos internacionales. Se ignoran las ciencias para resolverlos y se opta por la milenaria ley del talión, que pena a quien ocasionó un daño, con un daño semejante al que causó.

En estos meses concluyó la guerra más larga de la historia de los Estados Unidos. Iniciada hace 20 años, tras la destrucción de las Torres Gemelas –el mayor atentado terrorista en Occidente– que dejó casi 3.000 muertos, terminó con el retiro de Afganistán de las fuerzas armadas aliadas de países desarrollados. ¿Cuál fue el saldo de dos décadas de combate? Murieron 2.474 militares norteamericanos y casi 1.000 de los aliados; las víctimas afganas fueron al menos 240.000, muchas de ellas civiles; talibanes y otros opositores perdieron 51.000 hombres; más de 3,5 millones de civiles se desplazaron dentro del país y otros 2,6 millones huyeron al exterior. La presencia militar de los Estados Unidos y sus aliados tuvo un pico de 130.000 efectivos, con un costo estimado en US$ 2 billones.

Los países más avanzados desconocieron, no se valieron, de las ciencias idóneas para resolver conflictos. Si a las mencionadas muertes sumamos las de los innumerables combates contemporáneos, la mortalidad es semejante o mayor a la de las pandemias del pasado no resueltas por la ciencia. Increíble analogía.

¿Cuáles son las ciencias desaprovechadas? En primer lugar las del comportamiento, que se están desarrollando en el mundo de manera exponencial. Las integran disciplinas como la economía del comportamiento, la psicología cognitiva y evolutiva, las neurociencias y las más recientes ciencias de datos. Estudian lo más profundo de la constitución humana: cómo pensamos, decidimos, cambiamos nuestras conductas o las mantenemos. Proveen perspectivas diferentes sobre la toma de decisiones, teniendo en cuenta los comportamientos emocionales que actúan en las relaciones con los demás. Analizan la esencia de la naturaleza humana, los procesos cerebrales y las dinámicas de interacción social. Una científica decía: “Los científicos deben pensar menos en los papers y más en la inserción de sus conocimientos en la sociedad; la ciencia debe servir para resolver problemas”.

La otra ciencia desaprovechada es la diplomática. Capacita en la negociación y búsqueda de consensos. La carrera es exigente: el aspirante debe contar con estudios en relaciones internacionales, derecho o ciencias políticas pues los desafíos globales requieren enfoques interdisciplinarios e interculturales, conocimientos y capacidades que los soldados no poseen. Nuestro ex vicecanciller Andrés Cisneros decía: “Las reglas más elementales de la diplomacia aconsejan no escalar las diferencias, procurando establecer instancias de diálogo que eludan conductas emocionales que poco aportan; lo primero es no dañar y lo segundo no echar leña al fuego”.

Si los mencionados US$ 2 billones gastados en tan inútil guerra, se hubieran invertido en Afganistán para crear un sistema de educación y una infraestructura que resuelva su gran pobreza, el resultado habría sido distinto al que provino de las balas.

Arturo Prins es Director Ejecutivo de la Fundación Sales

No hay comentarios.

¿ QUIERE DEJAR UN COMENTARIO ?