¿Nobel de la Paz para Ucrania y su Presidente?

La Asociación de Institutos Culturales de la Unión Europea (EUNICA) confirió  hoy 12 de marzo en Naarden (Países Bajos) el Premio Comenius a Monseñor Tomáš  Halík y Beatrice de Graaf* por su acción destacada en cuestiones vinculadas a la paz, la libertad y la seguridad.

En este contexto y en su discurso de agradecimiento, Halik acertó al poner en un recuadro la necesidad del mundo, ya no solo de Europa, de defender los valores de la libertad, la paz y la solidaridad. Y se detiene en Ucrania, su presidente y los ucranianos, colocando los faros globales de la humanidad sobre la conflagración actual y sostiene: “Estoy convencido de que el Presidente Zelensky y el pueblo de Ucrania, que están desangrándose en su lucha por el retorno de la paz, la libertad y la justicia, son grandes merecedores del Premio Nobel de la Paz”.

Mons. Tomas Halik, checo, es rector de la Iglesia del Salvador además de fundador y director de la Academia Cristiana de Praga. Graduado en Psicología, Sociología y Filosofía, fue ordenado sacerdote católico en la clandestinidad en 1978, durante la vigencia del comunismo en su país. Autor de varios libros, fue anteriormente galardonado por los premios Guardini y Templeton. Es también Consultor de la revista CRITERIO de Buenos Aires.

Un grito que pide a gritos que se acabe esta guerra (¿cuál no?) absurda, cruel y desalmada.

Palabras de Mons. Tomas Halik al recibir el premio Comenius  en  Naarden (Países Bajos)

Esta ceremonia debió ser pospuesta varias veces a causa de la pandemia. Pero tan pronto como aquella tormenta devastadora amainó, estalló otra. Europa está en guerra.

Desde hace dos semanas, cada mañana he tenido la sensación de que una pesadilla reemplazó a la anterior, terrible, de la que querría despertar, lo mismo que ocurrió hace dos años, cuando se desató la epidemia.

Cuando pongo las noticias en la TV, al principio me parece estar mirando una película de terror o un documental de otros tiempos. Al rato, se pierde la cuenta de las personas muertas, heridas o refugiadas. Nuestra imaginación y nuestra mente no están en condiciones de procesar todo el horror de las imágenes que vemos estos días.

Empezamos a preguntarnos si el “mundo real” y la “vida normal” no eran sino un sueño del que nos despertamos para vivir otra realidad, o si fueron épocas pasadas de una niñez de la que ya no nos acordamos.

René Descartes y Comenius vivieron en tiempos parecidos, tiempos de guerra, cuando el mundo estaba siendo radicalmente cambiado. Europa se dividía y todas las viejas convicciones eran sacudidas. En su famoso texto, antes de descubrir el nuevo continente de la certeza, el sujeto racional (“cogito”), Descartes también se preguntaba si el sueño no es una realidad y la realidad solamente un sueño. Para él, el garante de la autenticidad de la realidad cotidiana es Dios y su veracidad (veracitas Dei). Dios no puede ser una suerte de demonio maligno (daemon malignus). Dios es entonces el compañero silencioso de la razón en su búsqueda de la certidumbre, en medio de la oscuridad y la violencia.

Blaise Pascal  y Comenius buscan a Dios, el “centrum  securitatis” en otro lugar, en el corazón humano. El corazón tiene su propia razón que la razón no llega a comprender completamente. En el laberinto del mundo, la peregrinación de Comenius alcanza el borde del mundo y de la luz, observa el abismo de la muerte y la nada sin los anteojos de la ilusión. Recién entonces ocurrirá su conversión a la muerte del hombre y del mundo.

También hoy miramos a la muerte en la cara. Quitémonos los anteojos de las ilusiones ingenuas que nos muestran que no se trata sino de una guerra local en un rincón lejano, que los criminales de guerra del Kremlin  se contentarán con la conquista de Ucrania. Vladimir Putin, el Hitler de nuestros tiempos, está siguiendo un plan que conocemos bien por la historia de Checoslovaquia: primero ocupar áreas de frontera y luego el país entero, y si el mundo democrático no lo enfrenta a tiempo y con suficiente firmeza, él seguirá adelante. Será un estímulo para dictadores y criminales de guerra en todo el mundo. Países que no se liberan a tiempo de la dependencia de Rusia pagarán en el futuro un precio muy alto por su ceguera y egoísmo nacional.

Si Occidente permite que Rusia destruya la libertad de Ucrania, traicionará los valores  fundamentales que son el pilar de su identidad. Esta guerra es un combate por el rostro moral de Europa, una prueba de coraje y solidaridad.

Hoy aceptamos el premio Comenius recordando a un hombre que padeció la guerra y el exilio, pero que no perdió la fe en Dios, la victoria de la paz y la humanidad. Estoy convencido de que el Presidente Zelensky y el pueblo de Ucrania, que están desangrándose en su lucha por el retorno de la paz, la libertad y la justicia, son grandes merecedores del Premio Nobel de la Paz.

En el umbral de un nuevo capítulo de la historia checa, Vaclav Havel, en su primer mensaje de año nuevo, citó la visión profética de Comenius según la cual el gobierno de nuestros asuntos volvería a nuestras manos. Nos alegramos entonces con el regreso de la libertad. Hoy sabemos que la libertad es un don precioso pero frágil y una tarea difícil que debe ser constantemente alimentada, protegida y desarrollada.

Ha llegado la hora de despertarnos.

Tomas Halik

12 de marzo de 2022

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* Beatrice de Graaf se autodefine en su Twitter personal como Catedrática de Historia de las Relaciones Internacionales | Lucha contra el terror después de Napoleón: cómo Europa se volvió segura después de 1815. Cambridge 2020 | Universidad de Utrecht |

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