Matteo Zuppi: “Para los los cristianos, la guerra es una blasfemia”

El arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Matteo Zuppi, conversó con Criterio sobre el conflicto bélico en Ucrania, la situación de la Iglesia en el mundo, la sinodalidad y los desafíos particulares para los laicos.   

¿Cuáles son para los obispos italianos los signos de los tiempos en este siglo XXI?

Debemos interrogarnos siempre sobre cuáles son esos signos y por qué nos cuesta tanto leerlos. Lo que debemos interpretar no es lo mismo que los augurios de los antiguos romanos, o los fenómenos del ocultismo, que con frecuencia nos llevan fuera del presente. Los signos de los tiempos están en la historia y nos ayudan a comprender el Evangelio en nuestra vida y, por lo tanto, a encontrar respuestas a las preguntas que inquietan a las personas y al mundo. La creación siempre “gime por los dolores del parto”. La pandemia ha sido un terrible signo de los tiempos que develó nuestra fragilidad y puso de manifiesto los límites de nuestra debilidad. El papa Francisco nos enseña a ver el fenómeno, a no olvidarlo y a saber extraer de ello la motivación para un verdadero cambio. Hemos descubierto que estamos en la misma barca. ¿Qué es lo que se nos pide? Esta otra pandemia, la guerra, también mundial,  ¿qué nos pide? ¿Qué significa ser artesanos de la paz? Debemos extirpar de los corazones el virus de la guerra y  eliminar su propagación en un mundo demasiado intoxicado por la violencia.

¿Que es lo que caracteriza al laicado italiano en lo que va de este siglo?

Doy gracias a Dios porque tenemos un laicado vivo, no de funcionarios o de hombres de laboratorio, sino de cristianos que caminan en la Iglesia y en muchas experiencias comunitarias. Esto nos enseña a ser religiosos en la vida diaria, el gusto por la gratuidad en un mundo en el que todo se decide por interés, por la humanidad concreta, “presencial” y no siempre virtual. Además, me parece que es verdaderamente laico: vivir en el mundo como cristianos, igual que el resto de los ciudadanos, pero con el plus del amor que Cristo nos ha dado y nos pide. Y esto significa un compromiso social, cultural, profesional y también político.

¿Qué lugar ocupa América Latina en el marco de la colaboración de la Conferencia Episcopal Italiana con otras iglesias?

Es un lazo importantísimo, certificado por muchos misioneros y misioneras, voluntarios y operadores que en los últimos decenios han representado un puente de comunión entre la Iglesia italiana y la latinoamericana. Muchas experiencias en Italia se han inspirado en vivencias de la Iglesia latinoamericana. Además, tenemos la presencia de hijas e hijos latinoamericanos que viven y caminan con nosotros. Ellos son portadores de la sensibilidad y la pasión de su tierra. La CEI cuenta con muchos programas de solidaridad con las iglesias y organizaciones para garantizar la promoción humana que completa la evangelización, a veces la precede y ciertamente la pone en evidencia. Además, vivir la comunión en la caridad es importante para todos.  

¿Cuáles son las notas salientes del proceso sinodal a nivel global?

No se trata de algunas opciones operativas, que también serán necesarias, sino más bien de auto conciencia, de asumir que la Iglesia es sinodal. No es casual que la segunda noción del próximo Sínodo sea la “misión”. La Iglesia es sinodal sólo si se abre a la gente, cansada y abatida, para quien la Iglesia ha sido llamada. Es muy promisorio ver la cantidad de problemas que aparecen en el documento de trabajo para la discusión que se lleva a cabo a nivel continental. Son los problemas y las fatigas de la gente, y significa que la Iglesia toma en serio, escucha seriamente y además se compromete a encontrar respuestas adecuadas y convincentes.

¿Qué puede decirnos sobre los entredichos del proceso sinodal en Alemania?

No lo he seguido de cerca sino lo que he leído en la prensa, que a veces muestra sólo las polarizaciones o acentúa la polémica como si fuera un partido o la asamblea de un sindicato. Creo que los obispos alemanes han llevado problemas importantes para la evaluación del Papa y que él no ha dejado de ofrecer respuestas no ideológicas sino muy pastorales. Su carta al Sínodo me parece muy comprometida y de actualidad. Después del debate habrá indicaciones del Papa y estarán también las de los dos sínodos sobre la sinodalidad. Sobre todo tengo la certeza de que todo servirá para reencontrar el gusto de anunciar el Evangelio, de ser comunidad en un mundo de individualismos, de vivir en la pobreza para ser libres del consumismo; en definitiva, para ser cristianos hoy.

¿Qué notas novedosas advierte respecto de la forma en que se vive la espiritualidad hoy?

Cada época tiene sus tensiones, sus desafíos. En cada época, el tentador trata de transformar las piedras en panes. Tenemos el regalo del Concilio Vaticano II, que puso en el centro a la Palabra de Dios, la iglesia Pueblo de Dios. El desafío es ser espirituales en el materialismo práctico, que reduce al hombre a ser consumidor y lo engaña con el bienestar de las cosas. Debemos demostrar que el Evangelio es una alegría más bella y humana.

¿Qué efectos produce la guerra en Ucrania sobre el diálogo ecuménico con el Patriarcado de Moscú?

Espero que pueda reforzarlo. Los cristianos deben estar siempre contra la guerra, el horror de lo que está sucediendo debe hacernos buscar la justicia y la paz. Es una derrota para todos; para los cristianos, la guerra es una blasfemia. Debemos ayudarnos y combatirla. Hay problemas, pero es lo que nos pide el Evangelio de Cristo crucificado. Espero que entre las Iglesias cristianas pueda crecer el diálogo, también para comunicar el Evangelio de la paz y, por qué no, para ayudarnos a encontrar la paz y la justicia, dos hermanas sin las cuales todo está perdido.

En una entrevista, el papa Francisco dijo que “la ideología se mete en los procesos eclesiales”. ¿Este fenómeno se verifica en la Iglesia italiana?

Es un verdadero riesgo reducir la vida cristiana a una ideología, la vida a una ideología, es decir, no saber ver con los ojos y la mente en libertad. ¡El amor no puede nunca ser una ideología! La Iglesia se convertiría en un partido político y los problemas serían examinados sólo para demostrar las certezas de la propia ideología, por lo tanto, sin comprenderlos. Es muy peligroso.

Durante la posguerra en Italia, la opción política natural para los católicos era la democracia cristiana. Hoy el panorama de las opciones políticas ha cambiado profundamente. 

Hay cristianos en todos los partidos. Pero deben recordar que son cristianos y vivir el compromiso como servicio y no como interés personal o de grupo. La Doctrina Social de la Iglesia tiene mucho que decir respecto del lugar central de la persona. Con frecuencia se lo afirma, pero después nos encontramos con que en el centro está lo que quiere un líder o algunos intereses específicos. 

¿Qué recomiendan los obispos italianos a su clero en materia de pastoral política?

Vivir el amor político indicado por el papa Francisco en Fratelli Tutti. Esto es verdaderamente importante, contra corriente, si se considera la poca estima de la que goza la política. Sin embargo, Francisco sigue creyendo en el amor político. Si lo vivimos así, cambiarían muchas cosas y tal vez los cristianos serían capaces de dar al mundo los instrumentos para resolver los conflictos no con las armas sino con la única arma que puede lograrlo: el diálogo.

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