La producción dramática de Kartun, que se inició en 1980 con Chau Misterix, aunque no muy extensa ha ganado un espacio significativo dentro del panorama teatral argentino. La puesta en escena de El partener, estrenada en 1988 y protagonizada alternativamente por Franklin Caicedo y Lito Cruz en uno de los roles protagónicos, ha sido ya objeto de estudio por el reconocido investigador y director Osvaldo Pelletieri. Por otra parte, el año pasado participó, junto con Carlos Gorostiza y Roberto Cossa como representantes de tres generaciones de dramaturgos argentinos de la propuesta de Teatro Nuestro que se dio en la Sala Cátulo Castillo. Allí estrenó Desde la lona que, junto con Lejos de aquí (1993) escrita en colaboración con Cossa y la obra que nos ocupa premiada por el Fondo Nacional de las Artes constituyen toda su obra conocida en estos últimos diez años. Los dos primeros textos admiten una lectura social, lo cual los vincula con El partener y su mirada crítica de la realidad argentina.
En Rápido nocturno, en cambio, al igual que en su primera obra, prevalece la reflexión intimista, acotada al pasado la década del 40 y relacionada con experiencias personales del autor que, en este caso, arrancan de su fuerte vinculación con el tren en su infancia y adolescencia. De allí que el espacio de la acción una casilla de guardabarrera y la estación contigua revista para Kartun un carácter casi mítico que trasciende la mera nostalgia. En esa encrucijada de vidas, se ubican los tres protagonistas, seres infinitamente mínimos que, como tantos otros personajes de Kartun, pugnan por afirmarse en la existencia de diversas maneras: Cardone, el guardabarrera, a través de la sensación de poder que le da el desempeño escrupuloso de su trabajo y el dejo autoritario con que encara sus relaciones sentimentales; Titina y Chapita, restableciendo el vínculo afectivo quebrado.
El planteo y desarrollo inicial del conflicto un triángulo amoroso sigue el esquema tradicional del que se va distanciando hacia el desenlace. Cardone y Chapita se enfrentan no sólo por el afecto de una mujer, sino por encarnar actitudes vitales radicalmente distintas: la del larvado victimario que se ampara en el poder que le da su sometimiento a las reglas para ejercer la violencia y la del desafiante soñador, capaz de transgredir las normas instituidas para crearse las propias pero sin menoscabo de la vida ajena.
El texto combina una acusada impronta realista-costumbrista que apela al humor a través de situaciones, réplicas y elementos caricaturescos en los personajes con un creciente sesgo poético que surge de las remisiones al pasado y de la estilización del lenguaje en el plano sintáctico, probablemente el aspecto más saliente del texto.
El primer acierto de la puesta en escena, a cargo de la experimentada Laura Yusem, se da en el nivel de la interpretación. Tanto Ulises Dumont como Alicia Zanca, protagonistas también de la obra de Kartun estrenada en Teatro Nuestro, realizan un excelente trabajo en un registro de personajes que coincide con el de Desde la lona. Jorge Suárez confirma su ductilidad expresiva con una descollante recreación de Chapita, quizá el personaje más complejo y acabado de los tres. El diseño escenográfico de Graciela Galán muestra una inteligente utilización del espacio semicircular de la sala y un minucioso trabajo de observación. La iluminación funciona como apoyo de la música que el propio texto utiliza, no sólo para contextualizar la acción sino para marcar las transiciones entre las distintas secuencias dramáticas y sus respectivos climas.