El director iraní Abbas Kiarostami, en su última y consagrada película El sabor de la cereza, da un paso hacia el abismo del suicidio, se detiene sobre ese gran vacío, y observa el paisaje de la muerte a través de imágenes elípticas y austeras. La muerte, esa gran duda que se cierne sobre la vida, ese gran interrogante, el secreto motor que genera el dilema de la existencia y su validez.

 

Oscar Bony, artista plástico argentino, cuyo surgimiento se produjo en el seno del Instituto Di Tella, presenta en el Museo Nacional de Bellas Artes su obra paradójicamente centrada en la temática de la muerte y el suicidio. Pero su postura radical ante la finitud lo lleva a buscar símbolos de violencia extrema, en una consciente actitud provocativa. Se trata de fotografías, la mayor parte autorretratos, pertenecientes a la serie iniciada en 1996 de Fusilamientos y suicidios, donde el propio autor aparece baleado, flotando en un tiempo eterno e inmóvil, con imágenes fijadas en el cenit de la acción, cuestionando la existencia de continuidad, el real devenir luego del fin.

 

 “El estampido es el límite. El juicio emitido por la perforación del vidrio es definitivo, irrevocable, inapelable. Al plano de realidad se agrega el agujero negro, la finitud, el traspaso más allá del límite del mundo al espacio necesario, de donde retorna el juicio ético”. Bony hace referencia a lo irreparable como comienzo necesario, como vía única de apelación y de protesta. Su marcada pertenencia a la vertiente política ha influido en su proceder artístico, ya que emite mensajes exclamativos, perturbadores, donde el exceso y la obviedad son recursos hiperbólicos destinados a insertarse como dardos en el observador. Títulos como “El artista siempre muere”, “Finalmente morimos”, “El triunfo de la muerte”, son pasaporte sin escalas a Tánatos, a la certeza aguda que constituyen la muerte y el dolor. La representación del suicido como alegato de la vida. Dos artistas, desde lugares muy distintos, tal vez desde periferias disímiles, dieron cita a la muerte, para luego exorcizarla.

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