La conciencia viva de que existen e importan otras culturas es un hecho básico de América latina. De ahí que algunos pensadores contemporáneos como Víctor Massuh hayan señalado el papel relevante que este continente tiene en el empeño universal por consolidar un diálogo de las culturas 1: es uno de los componentes de su tradición, todavía activo en el presente y que, por lo tanto, conviene considerar desde un punto de vista actual.
Algunos ejemplos tomados de la historia literaria hispanoamericana harán ver esta dimensión intercultural.
Todas las naciones…
Los textos de Bartolomé de Las Casas son un buen ejemplo de lo que se ha caracterizado como la posibilidad de que se hagan porosas las identidades culturales 2, porque a través de ellos se percibe la voluntad de incorporar el punto de vista de los otros, de lo hasta entonces desconocido, manifiestamente distinto.
Muchas páginas de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias revelan la mirada horrorizada con que los primitivos pobladores de América hubieron de ver y juzgar a los conquistadores. Este escrito redactado en 1542 como un informe dirigido al Príncipe Felipe de España (y publicado en 1552), presenta desde el comienzo un significativo cambio de lenguaje: descubrir quiere decir destruir, conquista significa invasión violenta, poblar es lo mismo que robar y matar… Tal desplazamiento de los significados afecta hasta las palabras más sagradas. Un cacique señala una cestilla de oro y joyas y dice solemnemente: Veis aquí el dios de los cristianos 3.
Pero Las Casas no se limitó a mostrarles a los españoles cómo habían de verlos y juzgarlos los indios; se preocupó también por descubrir el elemento común, lo que a su entender los unía a ellos con esa gente tan extraña. Una y otra vez, para referirse a los que han sido despojados, torturados, muertos, utiliza la palabra ánima; de ahí que con horror informe que en una ocasión un conquistador cambió un caballo (la principal arma de la conquista) por ochenta indios, ánimas racionales 4. Su argumentación adquiere carácter religioso cuando insiste en que se trata de las ánimas de aquellos por quien Jesucristo murió 5 y retrocede al principio de la tradición bíblica al decir que son gentes criadas a imagen de Dios 6.
La permeabilidad, la capacidad para dejarse penetrar por la realidad humana de los otros, reposa entonces en este descubrimiento de la unidad de todo el género humano; por lo demás esencial doctrina evangélica arraigada en el concepto de prójimo, según lo ilustra, por ejemplo, la parábola del buen samaritano. No por eufemismo, sino para hacer ver lo que importa esto, censura Las Casas en los conquistadores la insensibilidad 7. Como una revelación ha de anotar en su Historia de las Indias cierta afirmación que acaso hoy resulta obvia pero que en su época y sus circunstancias constituyó un desafío inaudito: Todas las naciones del mundo son hombres, y de cada uno de ellos es una no más la definición… 8.
No hay más que un mundo
El Inca Garcilaso de la Vega nació, vivió y escribió entre dos culturas. Así como compuso los Comentarios reales, publicados en 1609, cuando ya era un hombre viejo, para exaltar melancólicamente las grandezas de lo que él llamó el Imperio de los Incas, con el que se sentía íntimamente unido por la sangre materna; evocó también con admiración, en otra obra histórica que se publicó póstumamente en 1617 bajo el título Historia general del Perú, las hazañas del grupo de conquistadores entre los que estaba su padre que encabezados por Francisco Pizarro se adueñaron de esa vasta porción del continente sudamericano.
Es muy significativo que el Inca Garcilaso se haya iniciado como traductor, ya que puso en castellano los Dialoghi d´amore escritos en italiano por León Hebreo, una obra básica del neoplatonismo renacentista. También en muchos pasajes de sus posteriores obras históricas el escritor peruano se presenta a sí mismo traduciendo. Precisamente en el capítulo en el que habla de la poesía de los incas y transcribe canciones indígenas en sendas versiones quichua, latina y castellana, advierte que, en cada caso, él es el autor de la última, que no ha tomado de la lengua latina, a la que siente como ajena, sino de la india, que mamó en la leche materna 9. Además una de las preocupaciones constantes de este autor, como lo explica al comienzo, es establecer las características de la lengua general del Perú 10 que, considera, no ha sido debidamente comprendida por cronistas e historiadores españoles. Sin propósito polémico ni recriminatorio como Bartolomé de Las Casas, se empeña entonces por lograr una comprensión exacta entre los ámbitos culturales español e indio. Para ello ha logrado la ductilidad que le permite pasar de una lengua a la otra; pero también la capacidad de comprender a ambas culturas.
Un leitmotiv en el relato del Inca Garcilaso es la comparación entre la organización política incaica y el imperio romano. No sólo dice de la ciudad del Cuzco que fue otra Roma en aquel imperio 11 sino que además extiende la referencia al poderío militar, a la bondad de las leyes, a la excelencia de los hombres… 12. Surge así en la refinada prosa castellana del mestizo peruano una primera configuración de lo que se podría llamar en sentido estricto conciencia latinoamericana, sobre la base de una paradójica vinculación, a través de lo hispánico, con las remotas raíces latinas. Por otra parte el Inca evoca con intensa admiración la obra de sus antepasados indígenas, de modo que su relato adquiere, según Menéndez y Pelayo, carácter de una novela utópica 13. Es un acabado ejemplo, de lo que Norbert Mecklenburg ha llamado utopía intercultural 14.
Una preocupación de unidad impulsa por lo tanto al Inca Garcilaso al elaborar por escrito su visión de las dos culturas en las que se formó y vivió, a las que por igual quiso ser fiel. Entre las primeras definiciones que tiene su libro se encuentra el concepto de que no hay más que un mundo, y aunque llamamos Mundo Viejo y Mundo Nuevo, es por haberse descubierto aquel nuevamente para nosotros, y no porque sean dos, sino todo uno 15. A pesar de la división establecida por el lenguaje de la época, afirma el carácter unitario del mundo. En base a él emprende la tarea de comprender y valorar por igual los dos sectores de su experiencia.
Una paideia moderna
El siglo XIX trajo para América latina la Independencia. Muchos escritores, impulsados entonces por la idea de que había llegado el momento de sacar a los pueblos de lo que Kant llamaba minoría de edad 16, asumieron una actitud pedagógica. Se transformaron así en los maestros de América. El venezolano Andrés Bello, el argentino Domingo Faustino Sarmiento, el portorriqueño Eugenio María Hostos y otros más, representan esta literatura de apasionada preocupación por el perfeccionamiento individual y social del hombre. También el uruguayo José Enrique Rodó, situado al final de aquel período, participó del mismo afán.
Su obra es prueba de que, al decir de Víctor Massuh, el mundo se da al americano como una secuencia de vivas tradiciones que querrá incorporar a sí con el solo tributo de una mirada, de una larga y asombrada captación 17. En efecto, Rodó elabora una especie de paideia para los latinoamericanos, a los que quiere llevar a un desarrollo intelectual superior 18. No sólo la antigüedad grecolatina y elementos básicos de la tradición hispánica le parecen imprescindibles; también acude a otros ámbitos culturales. En uno de sus ensayos más famosos, el titulado ‘Ariel’, que publicó en 1900, invocó esta figura de Shakespeare para proponer a la juventud hispanoamericana un espiritualismo que había de oponerse a las tendencias utilitarias procedentes del norte. Quería combatir Rodó la nordomanía, es decir, la ciega imitación de los Estados Unidos, de su civilización eminentemente práctica. Y en tal búsqueda de contenidos de espiritualidad acudió a la tradición europea, especialmente de lengua francesa. Pero también a la procedente de otros países e idiomas. Tómese como ejemplo la importancia que dio a los clásicos alemanes: en el ‘Fausto’ de Goethe encontró un llamado al ejercicio voluntarioso de la libertad 19; pero también una posibilidad de hacer perdurar en plena época moderna las esencias antiguas, de aspirar a algo parecido a la belleza de la Helena clásica 20.
Aunque él escribe y piensa para su propia cultura, incorpora así esencias extranjeras que no le resultan cuerpos extraños en su mundo mental, sino estímulos fundamentales.
Desde que somos un diálogo
Se podría decir que la literatura hispanoamericana alcanzó a mediados del siglo XX la cuarta de las Épocas en la formación de una sociedad caracterizadas por Goethe en un conocido artículo; porque llegó a ser universal y ya no quedó atrás en el proceso mundial 21. El premio Nobel para Gabriela Mistral, Miguel Angel Asturias, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez y Octavio Paz ha sido un signo de este eco.
Y precisamente el último escritor nombrado, el mejicano Octavio Paz, ha mostrado en sus ensayos la importancia que aun en la actualidad tiene la dimensión intercultural. Él ha dicho de su país, al caracterizarlo en contraste con los Estados Unidos: Somos un pueblo entre dos civilizaciones y entre dos pasados 22. Es notable la coincidencia entre esta afirmación hecha en 1978 y la situación cultural descrita por el Inca Garcilaso de la Vega a comienzos del siglo XVII. Se trata, pues, de una constante latinoamericana.
Diálogo es una palabra clave en las reflexiones de Octavio Paz. Así entiende, por ejemplo, la relación entre sociedad y literatura, ya que dice que ésta es una respuesta a las preguntas sobre sí misma que se hace aquélla 23; y si critica la ideología, especialmente la ideología revolucionaria, es porque transforma al otro en enemigo absoluto al cual hay que destruir… El despertar del sueño del fanatismo resulta terrible, porque se comprueba al cabo que el otro es nuestro doble 24. En Frankfurt, en 1984, cuando recibió el Premio de la Paz de los editores y libreros alemanes, insistió mucho en el tema. Dijo entonces que el poeta no sólo es el que habla sino el que oye 25 y elogió el régimen democrático porque despliega un espacio abierto favorable a la discusión de los asuntos públicos 26, es decir, porque hace posible que el diálogo se transforme en instrumento de la vida política. Hacia el final, en el último párrafo, adujo dos versos de un himno de Hölderlin destacado por un comentario de Heidegger: Desde que somos un diálogo / y podemos oírnos los unos a los otros 27.
No se trata de una mera cita circunstancial. El ensayo de Heidegger es uno de los textos filosóficos alemanes que han sido más leídos y citados en Latinoamérica; y fue reiteradas veces traducido en Méjico 28. De hecho las ideas de Paz, tanto en lo que se refiere a la importancia de poder hablar y de poder oír, como en cuanto a la interpretación de que ser un diálogo equivale a ser histórico, coinciden con las reflexiones del filósofo alemán. ¡Qué extraña perspectiva de comprensión se abre entonces ante el no poco enigmático fragmento de Hölderlin, que se ofrece a su vez para descifrar el sentido de la concepción poética e histórica tan esencialmente latinoamericano de Octavio Paz!
Así como abjura de la ideología, de esa máscara que impide o desfigura la percepción de la realidad 29, trata de recuperar el escritor mejicano a todo trance el concepto de cultura. Es otra palabra clave. Analizando los acontecimientos ocurridos en Polonia a principios de la década del 80, llega a reconocer la importancia de la dimensión cultural de cada nación 30. Y en un escrito posterior ha esbozado la imagen del río tumultuoso de la historia universal, formado por la confluencia de muchas y distintas culturas, pero también por la contienda 31 de ellas.
Un paradójico título, Pequeña crónica de grandes días, reúne en este libro los artículos que el escritor mejicano dio a luz a partir de los acontecimientos europeos de 1989. Los considera a éstos inmensos y entiende que serán recordados por varias generaciones 32. No oculta la complacencia de sentirse confirmado en muchas apreciaciones. Puede afirmar una vez más sus convicciones democráticas y la exaltación central de la libertad humana. No se detiene mucho a criticar el sistema y la ideología que han sido barridos por los hechos 33. En varios pasajes le surge la pregunta por Europa: cómo será la que renace ahora renovada, qué es propiamente lo europeo 34… Son preguntas que revelan la importancia que el tema tiene desde el punto de vista latinoamericano. Octavio Paz se queja de la ceguera ideológica de muchos 35, que persisten aferrados a sus dogmas a pesar de los hechos europeos. Lo dice con una metáfora: Ha caído el muro de Berlín pero el muro de los prejuicios de nuestros intelectuales resiste, intacto 36. No obstante, según se lee en un artículo suyo, él cree en la libertad, que incluye siempre al otro; y espera que los pueblos de la América latina, así como los de la Europa del Este, puedan edificar la casa de la nueva democracia 37.
Los textos considerados unos pocos ejemplos importantes que no son representativos hasta el punto de excluir otras posiciones muestran que la dualidad o multiplicidad es un hecho interno de la cultura latinoamericana, que además favorece su apertura respecto de nuevos influjos. No sólo la expresión diálogo de las culturas se encuentra, sino también la realidad conflictiva o comprensiva de dicho diálogo.
La permeabilidad de la lengua o de la misma cultura es un hecho que en América latina se puede verificar desde el comienzo. También surge con claridad la conciencia de la unidad del hombre y del mundo, como base para toda compenetración cultural. El cimiento fue compuesto y consolidado, en medio de agudas contradicciones, por la fe cristiana, hasta podría decirse más exactamente por una teología que respondió a este desafío moderno buscando la respuesta en las verdades prístinas del Evangelio. Después vinieron, como en capas sucesivas, la utopía pedagógica ilustrada, las ideologías desencadenadas y, finalmente, el desengaño de ellas en una progresiva democratización que ha puesto de nuevo al descubierto a aquel fundamento.
Ha habido, pues, un desarrollo americano intercultural que lleva ya siglos y que, aunque recibe de Occidente su impulso decisivo, está siempre abierto a otras voces.
Estas notas recogen tesis de una ponencia presentada por el autor en un congreso de la Gesellschaft für interkulturelle Germanistik en Estrasburgo y publicada en el tomo Praxis interkultureller Germanistik, ludicium verlag, München, 1993.
1. Víctor Massuh, El llamado de la Patria Grande, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1983, pp. 199-200.
2. Horst Steinmetz, Literarische Wirklichkeitsperspektivierung und relative Identitäten, en: Alois Wierlacher (editor), Das Fremde und das Eigene, München, 1985, p. 79.
3. Fray Bartolomé de Las Casas, Tratados, tomo I, Fondo de la Cultura Económica, México, 1965, p. 43.
4. Ibídem, p. 95.
5. Ibídem, p. 103.
6. Ibídem, p. 107.
7. Ibídem, p. 103.
8. Bartolomé de Las Casas, Historia de las Indias, tomo 2, M. Aguilar Editor, Madrid, 1927, p. 334.
9. Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios reales, Plus Ultra, Buenos Aires, 1973, p. 189.
10. Ibídem, p. 99.
11. Ibídem, p. 97.
12. Ibídem, p. 366.
13. Marcelino Menéndez y Pelayo, Historia de la poesía Hispano-americana, tomo 2, Madrid, Librería General de V. Suárez, 1913, p. 148.
14. Norbert Mecklenburg Über kulturelle und poetische Alterität, en A.Wierlacher (editor), Perspektiven und Verfahren interkultureller Germanistik, München, 1987, p. 581.
15. Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios reales de los Incas, Buenos Aires, Emecé, 1943, tomo 1, p. 12.
16. Immanuel Kant, Beantwortung der Frage: Was ist Aufklärung?, en: I. Kant, Werke in sechs Bänden, Band VI, Frankfurt a. M., Insel-Verlag, 1964, p. 53.
17. Víctor Massuh, El diálogo de las culturas, Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán, 1956, p. 83.
18. He desarrollado este tema en el artículo La paideia de Rodó, La Prensa, Buenos Aires, 16 de febrero de 1991; véase también La espiritualidad de Rodó, en CRITERIO, LXV, 23 de abril de 1992, nº2089, pp. 151-155.
19. José Enrique Rodó, Obras completas, Zamora, Buenos Aires, 1956, p. 163.
20. Ibídem, p. 201.
21. Johann Wolfgang von Goethe, Schriften zur Literatur, 2. Teil, München, dtv, 1962, pp. 291-292.
22. Octavio Paz, Tiempo nublado, Buenos Aires, Sudamericana/Planeta, 1984, p. 146.
23. Ibídem, p. 161.
24. Ibídem, p. 183.
25. Octavio Paz, Premio de la paz de los editores y libreros alemanes 1984, Bonn, Inter Nationes, 1985, p. 29.
26. Ibídem, p. 36.
27. Ibídem, p. 37.
28. Por ejemplo: Hölderling (sic) y la esencia de la poesía, México, Editorial Séneca, 1944; Arte y poesía, México, Fondo de Cultura Económica, 1958.
29. O. Paz, Tiempo nublado, edición citada, p. 168.
30. Ibídem, p. 204.
31. Octavio Paz, Pequeña crónica de grandes días, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1990, p. 161.
32. Ibídem, p. 7.
33. Ibídem, p. 20.
34. Ibídem, pp. 34,40.
35. Ibídem, p. 55.
36. Ibídem, p. 77.
37. Octavio Paz, La experiencia de la libertad, en La Nación, Buenos Aires, 8 de octubre de 1990.