Si tiene un mérito grande, entre muchos otros, monseñor Carmelo Giaquinta (arzobispo de Resistencia, y antiguo miembro del Consejo de Redacción de Criterio), es haber instalado en la agenda de la Iglesia en nuestro país, el tema de su necesaria reforma económica. Desde hace años, con tesón, caridad y valentía, viene predicando sobre la necesidad imperiosa de abordar la cuestión, sacándola del secreto de las reuniones episcopales para convertirla en una preocupación (y una responsabilidad) del conjunto del Pueblo de Dios. Como consecuencia de esa prédica, a fines de 1996 la Conferencia Episcopal Argentina lo puso al frente del Consejo de Asuntos Económicos. Mons. Giaquinta, con los demás miembros del Consejo, puso manos a la obra, convocó a instituciones, laicos y sacerdotes y promovió el inicio de un proceso que ya está en marcha, para concretar la anhelada reforma económica.
Así como Giaquinta entiende que esa cuestión no atañe sólo a los obispos sino a todos los católicos, también sostiene con convicción que el problema no es ante todo y sobre todo económico, sino pastoral, catequístico, religioso en suma. Algunas de sus reflexiones anteriores se fueron publicando en diversos medios, Criterio entre otros (ver nº2207). Ahora, un resumen actualizado de ellas es ofrecido en este libro que es verdaderamente imperdible. La reforma económica se muestra como un imperativo evangélico y, al mismo tiempo, se inscribe en la perspectiva del jubileo del 2000. Con lenguaje llano y directo, sin hacerle asco a los aspectos más conflictivos y «tabú», y a partir de un sólido fundamento bíblico, patrístico y canónico, Giaquinta presenta un conjunto de ideas indispensable para un debate fecundo y profundo en el seno de nuestra Iglesia. Nada mejor para demostrarlo que citar al azar algunos párrafos de la obra:
«En materia de economía eclesiástica, en la Iglesia de la Argentina reina, por lo general, una mentalidad pre-conciliar. Esto se acrecienta aún más porque muchos hablan de la reforma económica como de algo complicadísimo, casi imposible de lograr, o bien la entienden sólo como una posibilidad de acrecentar los escasos ingresos de curias y parroquias. En ningún momento la consideran como algo que exige una conversión profunda en el modo de pensar sobre los bienes materiales y, especialmente, en el modo de compartirlos y administrarlos» (p.53). «Lo primero que debemos revisar en este camino que estamos recorriendo, es la misma catequesis sobre el sostenimiento de la Iglesia. No es admisible que los católicos argentinos continuemos manejándonos con vaguedades, sea para perfilar el problema, sea para solucionarlo» (p.69). «La Iglesia en la Argentina no tendrá la autoridad profética necesaria para denunciar la avidez creciente de los sectores más fuertes en desmedro de los derechos elementales de los más débiles mientras no acometa su propia reforma económica. Como dijo Jesús, nadie puede señalar la paja en el ojo ajeno sin quitar antes la viga del propio, aunque ciertas actitudes conocidas más que una simple paja parecen una enorme parva» (p. 80).
Una obra, en suma, breve pero muy sugerente para motivar y fundamentar un debate abierto y actual.