Una vez más, el último recital de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en Villa María (Córdoba) quedó marcado por la violencia. Horas previas a su comienzo, se enfrentaron la policía cordobesa y un reducido porcentaje de los miles de seguidores de la banda. Hubo heridos y detenidos. Y se planteó, nuevamente, el interrogante de siempre: porqué hay violencia en estos conciertos.
Lo que pasó lo único que hace es adelantar el final de una banda que tiene muchos años. Que se lastimen algunos de ustedes no vale ningún recital de rock and roll, dijo Carlos Indio Solari, cantante y líder de la banda. La frase generó dudas acerca de los próximos pasos del grupo.
La violencia en estos recitales no es patrimonio exclusivo de esta banda ni tampoco está limitada al ambiente del rock. El caso de Los Redonditos es particular debido a que en 1991, cuando todavía tocaban en Capital Federal, un choque entre policía y fans provocó la muerte aún no esclarecida de Walter Bulacio.
Ese fue el punto de inflexión: de allí en adelante, siempre hubo problemas entre el público ricotero y la policía, al punto que el grupo decidió (1994) no tocar más en Buenos Aires. Los shows se hicieron en distintos puntos del país adonde llegan (al menos hasta el recital de Villa María) sus seguidores a escucharlos. Así, banda y público crearon una manera particular de contactarse, como si formaran una colectividad que viaja de aquí para allá con el objetivo de celebrar una ceremonia: la del rock.
Los Redonditos tienen historia desde la década del 70. Son de La Plata. Surgieron del underground artístico. Y adoptaron, desde el principio, una actitud anti-sistema; esto es, la cadena de producción de su música se desarrolla de manera independiente, no están ligados a ninguna discográfica multinacional que los edite, promocione y retenga para sí la mayor porción de las ganancias provenientes de las ventas de sus CDs. No aparecen por TV, no permiten fotos en las escasas entrevistas que conceden, no hay publicidad de ningún tipo en sus recitales. Es decir, no hay intermediario entre ellos, su producto, y el público. Podría decirse que constituyeron una suerte de PyME que, a lo largo de estos años, resultó un muy buen negocio frente al gran negocio discográfico. Hoy, tienen su propio sello donde re-editaron su material completo. Esta decisión artística creó una imagen muy fuerte de ellos que repercutió en sus seguidores, en la prensa y en el propio ambiente del rock.
Los Redonditos son, acaso, una de las pocas bandas nacionales si no la única que conservan el sonido puro del rock and roll y mantienen una estética fiel a su trayectoria. Aunque sus composiciones sean desparejas y hasta desprolijas en ciertos temas, tienen buenas canciones, sencillas, que están interpretadas con mucha polenta.
Un capítulo aparte es el Indio Solari, sus letras y su condición de líder. El pelado cantante de voz carrasposa escribe letras cuyo significado es, por momentos, hermético, críptico, con giros propios del vocabulario ricotero. Desde sus letras, Solari cuestiona al sistema y las injusticias sociales que tocan hondo en esa juventud tan marginada en muchos aspectos. En Rock para los dientes, canta: Este mundo, esta empresa, este mundo de hoy / que te esnifa la cabeza una y otra vez / es una línea y otra línea y otra línea más / voy cumpliendo como puedo… ¡Yo trabajo acá! / y te esnifo la cabeza cada día más/ y me esnifan la cabeza y nada ni nadie lo puede parar. Así, el Indio tiene un contacto especial con el público. En los recitales, todos esperan las esporádicas palabras entre canción y canción de ese rocker. Su figura tiene tanto de carisma como de enigma.
Ahora bien, Los Redonditos no generan violencia: ni en sus canciones ni en la actitud del grupo en el escenario, ni su vestimenta es provocativa ni su música incita al paroxismo o la destrucción. Violencia es mentir, canta Solari en uno de los temas del disco ¡Bang! ¡Bang!… Estás liquidado. Y Los Redonditos no mienten, son auténticos. En esa franqueza, muchos jóvenes encuentran cierto sosiego ante tanta inseguridad, marginación, humillación y mentira. Entre esos pibes hay muchos que no tienen oportunidades en este mundo globalizado. En una entrevista con el diario Clarín, Solari los definió como las bandas: Son chicos de barrios desangelados, que no saben de discotecas para modelos y estrellas de rock, ni de autos locos ni de navidades artificiales. Pibitas embarazadas que lloran su dolor en una esquina… chicos bombardeados, sin padres ni esperanza…. Esas bandas son las que no tienen voz y encuentran su expresión en el rock. Con todo, la banda se convirtió en un fenómeno social. Ahora bien, ese fenómeno puede expandirse y escaparse de las manos de un grupo que hace música.
Como ocurrió en esta oportunidad, la violencia en las presentaciones de Los Redonditos surge en la entrada o la salida de los recitales y no en el espectáculo mismo. Allí el rock no tiene nada que ver, como tampoco la banda o el público en su totalidad.
Siempre hubo cortocircuitos entre el rock y las fuerzas del orden identidades contrapuestas, sobre todo en los últimos años. Habría que tener en cuenta que dichas instituciones sufrieron un proceso de desgaste paulatino en sus estructuras que degradaron su imagen incluyendo la de su personal. Por ejemplo, los policías presentes en estos recitales también sufren cierta marginación. En ese rechazo mutuo entre ambos grupos, cada uno manifiesta en el otro el sinsabor que mastica a diario. La música, tanto el rock como la bailanta, o el deporte (principalmente el fútbol), son medios que permiten expresarse a los grupos sociales de una sociedad que atraviesa un período de transición y cargado de incertidumbres.