Deus caritas est, la primera encíclica del papa Benedicto XVI, publicada el 25 de enero, no es un texto programático, ni doctrinal, ni ligado a un tema de actualidad; por lo tanto, menos aún moralizante. Con palabras muy bellas trata de decir simplemente lo que para él es esencial, el corazón del cristianismo: Dios es amor.

 

– ¿Tiene esta primera encíclica de Benedicto XVI un estilo, un tono nuevo respecto de los papas que lo precedieron?

– Benedicto XVI nos ha tomado de sorpresa. En esta encíclica toma mucha distancia con respecto a la imagen que uno se había hecho de él, especialista en temas de doctrina, de moral. De modo austero manifiesta un delicado sentido de humildad. Siempre hubo algo de programático y de actualidad en las encíclicas inaugurales de otros papas, pero no en ésta. Él fija su palabra en el mundo actual, pero elige un tema sin actualidad. Se esperaba una encíclica sobre lo social o sobre el ecumenismo, pero en cambio intenta decir principalmente que el acontecimiento de los acontecimientos es que Dios ofrece al hombre su amor de manera misteriosa y gratuita. Se dirige a los cristianos, pero al mismo tiempo experimenta la necesidad de mostrar la raíz de ese amor presente en todo amor humano. Se inscribe en la línea de los teólogos (Henri de Lubac, Karl Rahner) que han querido mostrar que entre el hombre y Dios no deja de haber una continuidad.

 

– Parece invitar a unir lo que en apariencia está separado: eros (el amor placer) y agape (el amor entrega de sí)…

– En efecto, lo hace ante el hombre contemporáneo que se experimenta como una cosa, tiende a hacer de su cuerpo un instrumento y a separarlo del alma. El Papa marca la unidad de la persona humana: cuerpo y alma. Propone que el agape es tan humano como el eros; y que en el amor hay siempre eros y agape. El eros es ante todo voluntad consciente pero no debe ser menospreciado, dice el Papa. Existe cierta relación entre todo forma de amor y el amor divino: el amor promete lo infinito, la eternidad. Aun así se necesitan purificaciones y maduraciones. Se pasa del amor “indeterminado” y “en búsqueda”, al amor “al otro”. El amor se transforma ahora en cuidado del otro y para el otro.

 

Estas reflexiones sobre el amor darán que hablar porque conjugan conceptos de la filosofía y la psicología contemporáneas. En mi opinión aquí radica lo más interesante de esta encíclica: confirma la preocupación de Benedicto XVI de afirmar que el cristianismo es la religión de la razón (en oposición a las religiones mitológicas). Hay una unión entre fe y razón: mediante la razón el hombre abarca el mundo y se interroga acerca de él. Cristo le responde en el terreno de la razón.

 

El Papa utiliza muchas veces la palabra “comunicar”.

– Establece vínculos teológicamente muy fuertes entre el amor de Dios y la comunicación que debemos hacer de él. “No se comienza a ser cristiano –escribe el Papa– por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. Este acontecimiento que penetra toda realidad es el amor. El cristianismo instituye este amor entre los hombres y debe asegurar su comunicación: “El cristiano sabe cuando es tiempo de hablar de Dios y cuando es oportuno callar sobre Él, dejando que hable sólo el amor. Sabe que Dios es amor (1 Jn 4, 8) y que se hace presente justo en los momentos en que no se hace más que amar”.

 

– Qué aspecto destacaría de la segunda parte, titulada “Caritas”, la caridad.

– Al hablar de caridad el Papa quizá privilegia el gesto caritativo que responde a necesidades inmediatas. Es más sensible a lo que requiere compromiso personal, el de corazón, que a la acción de estructuras. Escribe una frase muy hermosa al respecto: “para que el don no humille al otro, no solamente debo darle algo mío, sino a mí mismo; he de ser parte del don como persona”. Pero también valora a quienes trabajan para cambiar las estructuras. Ciertamente Benedicto XVI se ocupa mucho del tema de la justicia. Retoma ciertas palabras muy fuertes de san Agustín: “Un Estado que no se rigiera según la justicia se reduciría a una gran banda de ladrones”. Afirma que para los cristianos es esencial comprometerse con la justicia en lo político. Pero hay en él un dejo de pesimismo agustiniano: nunca se alcanza plenamente la realización de la justicia, es por ello que siempre cuenta la caridad. Dado que, señala bien, la caridad inspira la obra misma de la justicia.

 

Encuentro muy sugestivo lo que el Papa dice a propósito de la Eucaristía, amor de Cristo donado a nosotros: “Una Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria en sí misma”. Ello me recuerda una frase del padre Arrupe en 1976, en el Congreso eucarístico internacional: “Si se sufre hambre en algún lugar del mundo, nuestra celebración de la eucaristía es de alguna manera incompleta”. Esto subraya admirablemente la relación que existe entre la caridad concreta y la afirmación de que “Dios es amor”.

 

 

 


Texto de la entrevista a J.-Y. Calvez realizada por la revista Croire aujourd’hui.

No hay comentarios.

¿ QUIERE DEJAR UN COMENTARIO ?