Pocos pensadores escriben y piensan con la libertad con que lo hace Hugo Mujica. Sus obras traslucen un estilo que deliberadamente no se ata a ninguna corriente filosófica o teológica. Desprendiéndose de toda exigencia académica, las citas, los textos y autores mencionados, no son acompañados por ninguna referencia. Como si el pensamiento se hubiese liberado de toda propiedad, sin preavisos el texto fluye a través de una prosa poético filosófica, seguida por un poema, o sólo por algunos versos.

 

Luego del éxito de La palabra inicial -cuya primera edición es de 1995, y ya va por la segunda-, Flecha en la niebla continúa la serie de escritos de Mujica publicados por Trota. “Identidad, palabra, hendidura” son palabras que acompañan el título y pueden ayudarnos a descubrir el orden tripartito de su índice. Flecha en la niebla, como la palabra, cargada y despojada de significados, está lanzada en busca de sentido. Con lo cual, podemos pensar que, en este segundo libro, como en el primero, se trata de la palabra, pero en este caso de la palabra iniciada, tal como habita en nosotros los hombres. Un modo muy particular, original, de encarar lo que desde una rotulación vetusta podríamos llamar una antropología entre filosófica, poética, y religiosa.

 

Identidad, su primera parte, derriba la ilusión del hombre que, aferrado a la conciencia se siente seguro al decir “yo”. De manera contraria, sin resguardos, la identidad es para Mujica “ser de la intemperie”, formada mediante el constante exilio hacia lo otro, hacia el otro. Nos dice: “Imagen y semejanza, el hombre es el aquí de la lejanía. Imagen de sí: apertura al otro”.

 

La segunda parte se concentra en la palabra. Ella es la encargada de un constante mediar con la diferencia, de llevar lo de uno a otro, de introducir lo extraño en lo familiar, lo salvaje en lo doméstico. “Mismidad de la alteridad”, logos que religa lo mismo con lo otro. Según el mismo Mujica: “La palabra se muestra así como el medio y el encuentro por el que dos interioridades se manifiestan, se desvelan para vivir en reciprocidad dialogal”.

 

Y en este encuentro en la palabra anida el espíritu, que es unidad en la diversidad, y diferencia en lo uno, “hendidura”. Herida de lo humano redimida en apertura. Contenida en un sutil paréntesis, valiéndose de una síntesis poética magistral, de la cual Mujica-poeta ha dado cuenta en sendos libros de poemas, dice:

“(Un tajo enhebra la vida, la vida que es hebra de un tajo.)”

 

La libertad de un lenguaje diferente, un pensamiento urdido por el filo penetrante de la síntesis poética, la audacia de tensar con todo esto los límites del lenguaje, le dan al pensamiento de Mujica una originalidad poco frecuente. Pero, acorde con la osadía de su apuesta, lo someten a un nivel de mayor exigencia. Estilo y contenido se reclaman mutuamente, como los odres y el vino, lo cual requiere el tiempo de un pulido cada vez más fino y despojado. Tiempo que a veces no resulta fácil esperar.

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