Fin de siglo y hermenéutica

 

En cierto sentido creo que tiene razón Vattimo cuando señala que en la década del ´50 hubo un predominio del marxismo, en la del ´60 del marxismo-estructuralismo, en la del ´70 del post-estructuralismo y que a partir de los ´80, de alguna manera, se impone la hermenéutica que tiene un «nervio» artístico. Tanto Gadamer como el mismo Heidegger ya lo habían demostrado. En Vattimo el lenguaje llega a ser el elemento fundamental a partir del cual pensar.

 

Yo creo que, precisamente por la apertura hacia diferentes tipos de discurso, la hermenéutica no constituye una especie de corriente monopólica que superaría a las anteriores o las desplazaría. Más bien creo que abre una instancia de diálogo entre los diferentes movimientos, si bien tiene su propia tradición; pero el corrimiento se da hacia el diálogo y hacia una racionalidad muy abierta, muy cercana a lo que podríamos llamar sabiduría, antes que algo excesivamente técnico.

 

No tiene porqué existir conflicto entre el pensamiento aristotélico-tomista y la hermenéutica. Uno de los ingredientes de la tradición hermenéutica es justamente el respeto por los textos sagrados. Claro que ahora la preocupación pasa más por una interpretación de la cultura que por la de un texto, aunque no lo excluye obviamente. Es decir, no se limita al texto como si fuera un universo cerrado, ya que entonces no se diferenciaría del estructuralismo: lo que interesa es la situación cultural del texto y sobre todo permitir vías de acceso a la interpretación de nuestra cultura contemporánea y participar de ella, no solamente recoger un estado de cosas.

 

Cuatro vínculos

 

Yo creo que los grandes temas de la filosofía que se están debatiendo y que importa debatir hoy son todas las cuestiones de ética: la bioética, la ecobioética, y también la ética social, que es justamente la tónica de nuestro tiempo. Creo que una de las preocupaciones de la filosofía es el tema de la vincularidad en sus cuatro aspectos. En primer lugar con la naturaleza, que en la simbología familiar sería el vínculo con la madre, al cual responde todo el nacimiento del pensar griego en torno a la naturaleza. Luego, el vínculo con lo sagrado en la figura de un dios, bajo la simbología del padre. La época medieval parecería responder a eso. Y en la vida individual sabemos que hay que pasar por el padre para aprender la ley, los límites… Hay incluso un tipo de amor diferente encarnado por la paternidad. La época moderna desarrolla el vínculo consigo mismo. El yo que piensa, básicamente, y que constituye también a partir de allí su dignidad. Es llamativo que desde Descartes hasta Kant, el protagonista es el yo, el famoso sujeto, y la interpretación del mundo como objetividad. En la época contemporánea, que sería también una época de adultez, donde los vínculos y las relaciones se tornan más libres, en el respeto mutuo y fraternal, la acción es recíproca. Y me parece que esta es la etapa que nos ha tocado.

 

Obviamente, si uno abre los diarios o mira la televisión, tiene la sensación de que abundan los casos de violación, de atentados contra la vincularidad. Pero, precisamente para hacerle frente a la particular violencia del siglo XX, creo que hay que actuar desde la perspectiva de una concepción vincular. De lo contrario, no hay cómo fundamentar por ejemplo la acción por la paz, que es éticamente tan importante y que va a ser una consecuencia del diálogo intercultural. Este es otro de los problemas y de las amenazas constantes de los grados perversos que ha alcanzado la violencia, aún cuando la conciencia ética general haya avanzado considerablemente.

 

Moral y teología

 

Creo que ligar excesivamente la teología con la moral y viceversa no le ha hecho favor a ninguna de las dos. Es decir, por un lado creo que la teología fue perdiendo elementos estéticos y, por consiguiente, cierta sensibilidad más amplia y más abierta: la obsesionó por ejemplo el tema de la moral sexual.

 

Por otra parte, creo que también existe la posibilidad de desarrollar una moral sin fundamento teológico, por el respeto hacia el otro, el otro considerado como digno, justamente por su vocación de libertad. Y creo que en ese sentido hay argumentos de índole filosófica que alcanzan para la fundamentación de una moral que no necesariamente tiene que rematar en la garantía de un ser supremo. Por supuesto que hay un plus que recibe la ética cuando se abre a la consideración de Dios.

 

Dios y la metafísica

 

Como decía Heidegger, la metafísica, sobre todo en el período que va desde Platón hasta Nietzsche, habría sido una ontoteología, es decir, no sólo el pensamiento del ser sino donde el ser era referido constantemente a un ente supremo. Walter Schultz tiene un libro que se llama, precisamente, El Dios de la metafísica, donde muestra el lugar sistemático que ocupó Dios dentro del sistema.

 

Por de pronto, creo que hay que considerar que todas las figuras de Dios son limitadas con respecto de la experiencia de lo sagrado. En primer lugar, yo he sentido un impacto muy fuerte a través de las religiones al ver que hay otras figuras posibles de lo sagrado. Antes que nada me ha inspirado respeto la múltiple manifestación de lo sagrado, y creo que deberíamos seguir recogiéndola para enriquecer la propia creencia y, sobre todo, para desidolizar al Dios en el que creemos y con el que nos relacionamos. Porque atarlo demasiado a ciertas representaciones que ya están fijadas, por ejemplo un Dios padre como anciano de largas barbas blancas, puede tener una significación extraordinaria en una cultura donde el anciano es venerado, pero no creo en el sentido que pueda seguir teniendo por ejemplo hoy entre nosotros. Alguna vez me parecieron muy acertados aquellos indígenas que representaron a la Santísima Trinidad en la figura de tres jóvenes.

 

El Dios-amor no coincide necesariamente con el dios metafísico. Es también más amplio que el de la revelación cristiana, ya que la Biblia no es en el único lugar donde se revela. Para mí, sin embargo, la revelación cristiana es determinante porque Dios se revela como amor. Creo poder decir que mi permanencia en el cristianismo se debe precisamente a la centralidad del amor

 

Aporte de la mujer en el pensamiento

 

Yo creo que hay un aporte específico de la mujer en el pensamiento. Creo que las miradas femeninas atienden más a lo inconsciente, a lo afectivo. En la medida en que estas zonas alumbran la punta del iceberg de la conciencia, que es lo que ve la mirada consciente y lo que preocupa a la filosofía, yo creo que hay un aporte bastante significativo con todo lo que tenga que ver con una comprensión de los vínculos.

 

Creo que los vínculos constituyen la tarea final y específica del pensamiento de la mujer. Y que hay una experiencia acumulada en este campo, en ese sentido.

 

En la actualidad hay un grupo de mujeres, sobre todo españolas, sumamente interesantes para mí en el campo de la reflexión filosófica: Adela Cortina, Celia Morós, Amelia Valcárcel…

 

Los nombres contemporáneos

 

Entre los filósofos contemporáneos que más me interesan está, sin duda, Paul Ricoeur. Me parece uno de los más completos en el sentido que prácticamente no ha dejado movimiento filosófico por integrar, hasta la filosofía analítica que en principio estaría bastante alejada de sus intereses primeros acerca de lo voluntario e involuntario, su trabajo sobre la finitud y la culpabilidad, la problemática del mal… Ricoeur es un hombre abierto a todo. Otra figura significativa incluso por su intento de diálogo transdisciplinar, si bien no me siento tan afín, es Jürgen Habermas desde la ciencia social y la escuela de Frankfurt. En el ámbito de la hermenéutica, Gadamer y Vattimo. Entre los franceses me parece muy sugerente esa nueva corriente que provocó Foucault. Entre nosotros siempre quedará emblemático el intento del padre Juan Carlos Scannone y el diálogo entre la sabiduría popular y la filosofía. Todos pensamientos abiertos a la instancia de lo sagrado.

 

La poesía y el arte

 

Creo que uno puede fundamentar que las grandes aperturas de época están basadas en fuertes movimientos artísticos. Es romántica la idea de que la primera relación con la naturaleza consigue su mejor elaboración cultural a través del arte. Obviamente, siempre hay un elemento natural que en definitiva requiere una naturaleza mucho más rica que la que es mero objeto de la ciencia. A mí esto me parece interesante porque el arte es un gran visionario. En la filosofía hay un núcleo que yo he llamado «núcleo poético» y es justamente la idea que, de alguna manera, el arte abre el horizonte a partir del cual uno puede volver a pensar. En este sentido, el arte precede a la filosofía.

 

Me interesa mucho la literatura, en particular la poesía. Dentro de nuestro ámbito he trabajado sobre la obra de Olga Orozco.

 

Filosofía y política

 

Yo creo que la política, entendida como ciencia política o como teoría del Estado y la sociedad, siempre ha estado presente en la filosofía, desde Aristóteles hasta nuestros días.

 

¿Cuál es la virtud más propia de la política? Sería la justicia. El político también debe tener otras virtudes como la de ser prudente, tener criterio de realidad. Hoy en día el rol de la filosofía es muy importante porque estamos en un proceso mundial de democratización decisivo e incluso el debilitamiento del Estado, algunos llegan a hablar de su disolución, permite un mayor protagonismo de los ciudadanos para que las condiciones de diálogo no sean opresivas, que en la toma de decisiones están presentes los afectados. También el hecho de darle una fundamentación seria, en el sentido de que hay que repensar la cuestión-hombre y no dar por sentado que ya sabemos lo que es. Y a partir de ahí todo el tema de los derechos que le corresponden. Me parece que los que han criticado a un humanismo demasiado abstracto y poco reflexivo, en parte tenían razón. No se puede dar por sobreentendido nada. A partir de los signos epocales, para los cuales el filósofo tiene que estar especialmente atento, creo que hay un enorme campo para ingresar en lo político desde la reflexión filosófica.

 

Por qué ser filósofo

 

A mí se me hizo clara la vocación cuando sentí que era fundamental preguntarme por el sentido de la vida. Por otra parte, la cuestión se presentaba más grave aún porque advertía que uno no podía suponer que los sentidos que se ofrecían y estaban disponibles fueran los satisfactorios. Nada pensado por otro, por genial que sea, debe dejar de ser repensado por uno.

 

Un pensador creativo es un estímulo para otros pensadores. Pero la reiteración puede matar al pensamiento. Así pasó con las diferentes escolásticas, desde la tomista hasta la marxista, incluso la estructuralista. Cuando una corriente se convierte en algo escolástico, en algo que se transmite sin enriquecerse, es alarmante.

 

Creo que ser filósofo es básicamente sentir que uno está vital y definitivamente comprometido en la pregunta por el sentido y, al mismo tiempo, en admiración frente a la maravilla del universo. ¿Cómo puede haber unidad en algo tan complejo y diferente? ¿Cómo se armonizan las diferencias? A pesar de ciertas diferencias hay una unidad que se restituye, que se recrea.

 

Quizás una de las características más importantes del pensamiento contemporáneo sea, precisamente, el haber sacado a la filosofía de ciertas abstracciones y haberla orientado hacia las preocupaciones por la vida, la preservación de la naturaleza, la comprensión de la importancia de la corporalidad en la constitución del sí mismo.

 

Otro tema clave es la reflexión sobre la imagen, acerca de la relación imagen-lenguaje y la interactividad que pueda desarrollarse en una sociedad mediática.

 

 

 


Desdoblamiento en máscara de todos

 

Lejos,

de corazón en corazón,

más allá de la copa de niebla que me aspira desde el fondo del vértigo,

siento el redoble con que me convocan a la tierra de nadie.

(¿Quién se levanta en mí?

¿Quién se alza del sitial de su agonía, de su estera de zarzas,

y camina con la memoria de mi pie?)

Dejo mi cuerpo a solas igual que una armadura de intemperie hacia adentro

y depongo mi nombre como un arma que solamente hiere.

(¿Dónde salgo a mi encuentro

con el arrobamiento de la luna contra el cristal de todos los albergues?)

Abro con otras manos la entrada del sendero que no sé adónde da

y avanzo con la noche de los desconocidos.

(¿Dónde llevaba el día mi señal,

pálida en su aislamiento,

la huella de una insignia que mi pobre victoria arrebataba al tiempo?)

Miro desde otros ojos esta pared de brumas

en donde cada uno ha marcado con sangre el jeroglífico de su soledad,

y suelta sus amarras y se va en un adiós de velero fantasma hacia el naufragio.

(¿No había en otra parte, lejos, en otro tiempo,

una tierra extranjera,

una raza de todos menos uno, que se llamó la raza de los otros,

un lenguaje de ciegos que ascendía en zumbidos y en burbujas hasta la sorda noche?)

Desde adentro de todos no hay más que una morada bajo un friso de máscaras;

desde adentro de todos hay una sola efigie que fue inscripta en el revés del alma;

desde adentro de todos cada historia sucede en todas partes:

no hay muerte que no mate,

no hay nacimiento ajeno ni amor deshabitado.

(¿No éramos el rehén de una caída,

una lluvia de piedras desprendida del cielo,

un reguero de insectos tratando de cruzar la hoguera del castigo?)

Cualquier hombre es la versión en sombras de un Gran Rey herido en su costado.

 

Despierto en cada sueño con el sueño con que Alguien sueña el mundo.

Es víspera de Dios.

Está uniendo en nosotros sus pedazos.

 

                            Olga Orozco

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