teatro-minetti(De Thomas Bernhard. Teatro CELCIT) Juan Carlos Gené celebra sus ochenta años dando vida a un proyecto y a un personaje largamente esperados: Minetti del austríaco Thomas Bernhard (1931-1989), texto cuyo subítulo –Retrato del artista como hombre viejo– remite a temas recurrentes en su propia producción teatral –Ulf y El sueño y la vigilia–: la pervivencia a través del arte, el rol del actor que, en búsqueda de la verdad, transita por ambiguos límites: entre teatro y vida, entre sueño y vigilia como correlatos de muerte y vida pero también de fantasía y realidad.Como otras obras de Bernhard el título alude a una figura histórica, el célebre actor Bernhard Minetti que, de hecho, estrenó la obra en 1976, pero sin que haya ninguna otra coincidencia significativa entre realidad y ficción. Esta es una de las tantas paradojas que instala el autor en un texto que el propio Gené tilda de “indescifrable” por lo que exige no abordarlo racionalmente sino “entrar en el delirio”, “acompañarlo” para encontrarle algún sentido. Según declaraciones de Gené, responsable de la dramaturgia, ha recortado un texto que demandaría una compleja producción, suprimiendo reiteraciones y eliminando personajes pero, a la vez, junto con el director, se ha permitido agregar una frase de Samuel Beckett –“Signifique quien pueda”–, que se relaciona con el nivel de ambigüedad poética que encierra la obra, y algunas reflexiones esclarecedoras de la misma que pronuncian los personajes pero en su condición de actores. En el hall de un hotel de Ostende –un centro veraniego de la costa belga– se encuentran en la Nochevieja una bella y sensual mujer, en actitud de misteriosa espera, con un viejo actor, citado por un director teatral que le ha prometido el protagónico de Rey Lear, obra que él ha ensayado en soledad durante treinta años de no pisar la escena por haberse negado, precisamente, a “la literatura clásica”. Esta es la primera contradicción a la que intentará dar respuesta el discurrir de Minetti que, en su frustrada espera, encuentra en su interlocutora el pretexto para ir verbalizando sus temores, deseos y odios y recordando –o más bien recreando– una vida en la que lo real y lo fingido se interfieren constantemente.
La desesperanzada concepción vital del propio Bernhard y la del pintor belga James Ensor – cuya vida y obra se cruzan con la del protagonista– aflora en los lapidarios juicios de Minetti sobre la condición humana y el arte teatral a los que considera monstruosos. De allí que la máscara, con la que Ensor reemplaza el rostro en sus pinturas para significar la grotesca simulación del género humano, le sirva a Bernhard para simbolizar el caos de los sentimientos y la oscuridad del ser del hombre –tal como él lo concibe– que, en el caso del actor, se potencia ya que asume constantemente vidas alternativas.
La puesta en escena de Carlos Ianni logra con gran economía de recursos y sentido plástico –el mural que reproduce una pintura de Ensor, el uso de la luz y el sonido, el contraste de colores en el vestuario– generar una atmósfera sugerente y elusiva pero, a la vez, fuertemente simbólica. A pesar de la complejidad del personaje, Juan Carlos Gené logra una admirable interpretación del protagonista, con quien comparte interrogantes aunque no todas las respuestas, mientras que Maia Francia aporta la necesaria cuota de enigmática sensualidad a la Mujer que, como cifra del mundo, acompañará a Minetti en el tramo final de su recorrido.

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