"Pecados de mi padre” de Nicolás Entel
«Pecados de mi padre” de Nicolás Entel

Hacia fines del año pasado tuvimos la suerte de charlar con varios autores interesantes, que han hecho trabajos muy tocantes sobre figuras o acontecimientos que llegan al corazón. Dos de ellos hablan de grandes maestros, cuya obra divulgan. Dos más, de grandes infamias, registradas en sus documentales, que han circulado en una muestra. Extractamos algunos fragmentos de esas charlas, y transcribimos casi por completo la última, cLuigi Maria Perotticon un documentalista argentino que ha registrado el dolor de un hijo por el accionar de su padre, por cuyos pecados ofrece la mejilla. Por suerte este film ya se está estrenando, o emitiendo, en buena parte del mundo.

 

 

 

 

 

 

Con Stig Bjorkman, crítico y cineasta especializado en Ingmar Bergman:

“De su turbulento pasado familiar y político, Bergman prefirió escribir él mismo, recién de viejo, en sus memorias. Cierto que antes de publicarlas decidió cortar un poco, no mucho, porque se hacían muy largas. Pero ya en sus manuscritos había evitado asentar algunas anécdotas u opiniones desagradables sobre alguna gente. Me dijo que era inútil hablar de eso. Si no podía hablar bien de alguien prefería no mencionarlo”. “Tuve la suerte de trabajar con Harriet Andersson, Erland Josephson, Liv Ullmann. Con ellas y con todos he seguido los consejos de Bergman. Ser amistoso, afectuoso, pedir por favor, no imponerse de mal modo, entender que rodar una escena es como cuando uno jugaba con los demás chicos en el patio del fondo. Por eso el título de mi nuevo corto, Imágenes desde el patio, con tomas que él mismo había hecho con una camarita durante el rodaje de Cuando huye el día”.

 

Con Vittorio Boarini, director de la Fondazione Federico Fellini:

“En el final  de Los inútiles hay algo que pocos saben: cuando Moraldo deja su vida de haragán del pueblo, y parte en el tren, a ser algo en la vida, saluda al niño, ‘ciao, ciao, ciao’, bien, el tercer ‘ciao’ es la propia voz de Fellini, como subrayando lo autobiográfico del film. Yo tuve la suerte de conocerlo, gracias a sus amigos Renzo Renzi y Dario Zanelli (crítico y biógrafo). Se reunían a comer, y me llevaban. Muchos creen que, siendo gordo y romagnolo, Fellini era de buen diente. Al contrario, comía poco y bebía con moderación, muy atento a escoger, ‘esto sí, esto no me conviene’. Pero le gustaba mucho agasajar, que los demás comieran, les elegía platos, los incitaba a comer. Y era de sobremesas largas, gozaba hablando de actualidad, del mundo, muy poco de cine, y menos de política. Parece que veía a los políticos como malos payasos”.

 

Con Luigi Maria Perotti, autor del documental L’infame e il suo fratello: “Yo tenía tres años cuando el secuestro y asesinato de Aldo Moro por los Brigadas Rojas. Recuerdo que mi madre me llevó a los funerales de los cinco guardaespaldas de Moro. Fuimos desde el pueblo hasta Roma, no éramos parientes, nada, pero toda Italia se volcó a esos funerales, movida sólo por la emoción, porque eran gente común, padres de familia que trabajaban por un mísero estipendio, y habían sido asesinados a sangre fría, sin sentido alguno. Esa etapa termina con el arrepentimiento de Patrizio Peci, que arrastra cerca de 200 fanáticos a la cárcel. Por eso lo llaman ‘el infame, el traidor’. El propio presidente de la República, Sandro Pertini, ex partisano, lo consideraba un infame traidor y rechazaba cualquier reducción de su condena. La tercera etapa, la más execrable, termina con el secuestro y asesinato de Roberto Peci, su hermano menor, por pura venganza. Era un obrero de fábrica, un laburante, como dicen acá, y lo mataron. Ahí terminó toda simpatía posible con los Brigada Roja. Quedaron solos. Pero no reconocieron su derrota, sólo sacaron un comunicado anunciando ‘la retirada estratégica’. Es un drama shakesperiano, el inocente paga por el otro, y la hermana intenta vanamente salvarlo”.

 

Con Fabrizio Laurenti, autor de Il segreto di Mussolini: “Lo único que puedo decir a su favor es que nunca hizo algo por su propio interés económico. Su obsesión era el mando ‘por el honor de la patria’. Obsesión, crueldad y obsecuencia, esa es la historia. La banalidad del mal, donde cada uno hace su trabajo, incluso mandar al manicomio a la mujer con quien tuvo un hijo natural, y al propio hijo, porque proclamaban su origen. Piense en los psiquiatras, ‘si te callas te dejamos salir, debes plegarte a la lógica del poder y te dejamos en paz’. En la URSS habrá pasado lo mismo, tantas veces. ¡A cuántos inocentes habrán encerrado hasta enloquecerlos de veras! Los médicos me dicen que ella habrá muerto de crepacuore, expresión paradójicamente hermosa, referida al dolor demasiado intenso, ese que envejece y que mata. Otra paradoja: la isla de San Vicente, donde estaba el manicomio con su fosa común, hoy es todo un hotel de lujo. ¡Da para un film de terror, turistas americanos asediados por los muertos del manicomio! No fuimos a entrevistar a la sobrina de la mujer ni al amigo y la compañera de escuela del hijo, sino a intentar juntos el recuerdo. Por eso tuvimos la fortuna de alcanzar con ellos ese grado de intimidad donde el recuerdo hace aflorar una emoción. Además, nunca tuvimos la idea de ‘queremos demostrar esto’. Eso es un error. Intentamos acercarnos a la verdad, con la distancia de quienes vivimos en otra época, incluso en otro país, porque sigo trabajando en los Estados Unidos. Y no subrayamos nada. Damos los elementos, sin esconder ninguno, y que la gente opine. No debemos obligarla a que diga ‘¡Es una historia horrible!’ El juicio propio siempre es más fuerte que el juicio que te quieren imponer.”

 

Con Nicolás Entel, autor de Pecados de mi padre:

–Un productor colombiano, amigo mío, me sugirió hacer un documental sobre el famoso narcotraficante Pablo Escobar. Los que hay son malos, con errores de información, etcétera. Le respondí ‘Mejor hagamos uno sobre el hijo, que tiene nuestra edad’. Y al rato, ‘¿Por qué no juntarlo con el hijo de Galán, que fue asesinado por su padre?’. Luego él se abrió del proyecto, pero yo seguí. Recorrí Colombia entera, lugares donde no van turistas ni tampoco gente del Estado, terminé un día bebiendo whisky seguramente ilegal en Sinalejo, capital de los paramilitares, y me han tratado siempre muy bien. Soy viajero, y creo que en Egipto y Colombia vive la gente más amable del mundo. Te abren su casa, enseguida la abuela te fríe chicharrones, pero está esa contradicción: se matan por nada. Para colmo las penas son bajas, no más de ocho años. Recién están pidiendo cadena perpetua para violadores de niños. Los criminales sólo temen la extradición a los Estados Unidos: las cárceles gringas son duras con los colombianos.

 

–¿Cómo llegó hasta Escobar hijo?

–Él y mi amigo tenían amigos en común. Tras varios cafés, le terminé de caer bien, porque casualmente mi madre había sido profesora de Sociología de su esposa y de su madre, quienes le tenían aprecio porque siguió tratándolas del mismo modo cuando en 1999 se supo quiénes eran (recordará que se  instalaron en la Argentina con nombres falsos, y el asunto saltó cuando alguien quiso extorsionarlos).

 

–¿Y cómo localizó hasta los hijos de Lara, Galán, y Gaviria, víctimas del padre, y los convenció de encontrarse con Escobar hijo, y filmar ese encuentro, donde él les pide perdón?

–¡Hice tantos viajes sin la cámara! Instinto y paciencia son fundamentales. Y, sobre todo, mantener la palabra. Aparte, son gente de bien, entienden el peso del apellido que cada uno lleva, y tuve la gran suerte de encontrarlos en el momento en que ya estaban maduros para verse y hablar.

 

–Pero Escobar dejó un tendal de víctimas, no sólo esas.

–Me concentro en los crímenes más representativos. Pero es cierto, las víctimas son muchísimas, de él y de la aflicción del Estado por acabar con él. Por ejemplo, en los Estados Unidos conocí a los hijos de la maestra particular de ellos, que fue secuestrada, torturada y desaparecida por los Pepes.

 

–¿Quiénes son los Pepes?

–Una bolsa donde caben los del cartel de Cali, el cartel de Medellín, los paramilitares y también miembros de las fuerzas legales. Yo creo que esto, en cifras, podría sintetizarlo en cinco años, cuatro países, 30 viajes, más de 100 boletos de avión, y 300 horas de material, incluido el de archivo, sin calcular el trabajo que no cobro, el lucro cesante por el tiempo que distraje de la empresa familiar (Red Creek Prods., mi hermano tuvo que ponérsela al hombro), el tiempo que le resté a mi familia (soy un tipo común, llevo a mi hijo al jardín, mi mujer cocina, yo lavo los platos), y el estrés; pero, en compensación, he vivido una experiencia inigualable. Y es muy bueno cuando me entero de que un ex jefe de las Fuerzas Armadas de Colombia, y el hermano de un ex guerrillero (luego asesinado cuando se presentó a elecciones) han elogiado ese gesto de reconciliación que pude registrar.

 

–Y que de algún modo ha empujado a concretarse. Hábleme del material de archivo.

–Son tres fuentes: material de programadoras televisivas que había entonces, y conseguí tras mucho rastrear, registros de chuzadas telefónicas (como dicen allá) y aviones espías, que alguien me hizo llegar, y, lo más importante, el archivo de familia, que una tía tenía en una baulera, en Medellín. Ahí pasé días revisando, mientras me traían bandejas y bandejas de arepas. Hallé fotos, audios de cuentos infantiles que Escobar leía y mandaba a sus hijos cuando estaba oculto, libros con comentarios de su puño y letra, por ejemplo, uno donde se da la definición de psicópata, y al lado está su respuesta, etc.

 

–La esposa de Sebastián no aparece en la película.

–Me pidieron que no figuraran ni ella ni la hermana, pues todavía quieren mantener su anonimato. De allá, arriesgando la vida, escaparon cuatro: la viuda, la hija, el hijo y la novia de éste, que es su esposa desde hace ya 15 años. Toda muy buena gente.

 

–Debe ser difícil romper todos los lazos e iniciar otra vida.

–Sebastián se parece mucho al padre, en el rostro, el modo de caminar, de sentarse. Mirarse al espejo ya debe ser difícil. Y cambiar el carácter, porque dice “yo he perdido el derecho a enojarme”. Él ahora es arquitecto, no lo busca Interpol, no figura en la lista Clinton (la de colombianos que no pueden comerciar con los Estados Unidos), y tiene además un gran mérito: es un tipo normal, y muy buena persona, ya lo dije. Aparte, tuve el privilegio de ver cómo fue cambiando respecto al padre, a lo largo de cinco años. Cuando nos conocimos me dijo: “Yo nunca hablaré mal de mi papá, que lo juzgue Dios”. De a poco lo vi diferenciar al padre cariñoso que conocía dentro de casa, y la figura pública criminal que otros conocieron. “Ese señor”, dice entonces.

 

–¿Pablo Escobar no tiene perdón?

–Allá muchos lo quieren, porque se sienten marginados de la sociedad, o se beneficiaron de su caridad. Era populista. Repartía su plata sin cinismo. Tenía rasgos mesiánicos. No pretendo entenderlo, considero un disparate los libros que dicen “el verdadero Escobar”. Creo que su vida no fue una película de gangsters, sino un thriller político. No es tema de criminalidad. Lo que aprendí es que verdaderamente “el crimen no paga”. El dinero no les sirvió cuando debieron pasar hambre y frío ocultos de sus enemigos.  Y muy pocos narcos “retirados” disfrutan su fortuna, porque deben gastarla en protección; viven con miedo hasta que alguien los mata.

 

1 Readers Commented

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  1. Eduardo Caputo on 19 marzo, 2010

    Me interesaría leer algo sobre la guerrilla colombiana, seguramente ustedes me pueden asesorar sobre algún título. Muchas gracias.

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