teatro-futuros-difuntosLa Zaranda. Teatro Metropolitan 2

Por un período más largo que en otras ocasiones, el Teatro Inestable de Andalucía la Baja recaló en Buenos Aires para presentar su última creación, en co-producción con el Théâtre Sorano de Toulouse. En tanto que acto de fe, el teatro es para el grupo una suerte de “lavadora espiritual” que, a la manera de la tragedia clásica, cumple un efecto purificador tanto en quien lo gesta como en quien lo contempla. Para ello La Zaranda apela a una poética que busca convocar a la memoria y a los sentidos como puente hacia la reflexión.

A Eusebio Calonge pertenece nuevamente la autoría del texto y comparte con Alain Le Nouëne el diseño de iluminación, de especial relevancia en las propuestas del grupo. Con un registro que se acerca al de su anterior espectáculo –Los que ríen los últimos– la mínima acción que se despliega se desarrolla en un manicomio acéfalo por la presunta muerte de su Director.

A partir de esa circunstancia, de carácter metafórico, tres enfermos abandonados a su suerte, intentan cerrar un capítulo de su historia para comenzar a transitar uno nuevo, que estará sin embargo signado por la espera sin esperanza, el odio y la muerte, en lo que constituirá un verdadero descenso a los infiernos. Debilidades y bajezas transforman esa suerte de “nave de los locos” que los contiene en un campo de batalla en el que “amigos y enemigos” terminan abrazados en las mismas fosas. Con una estética afín a la del esperpento valleinclanesco, los personajes, que interactúan con muñecos de tamaño natural, terminarán reconociéndose ellos mismos como monigotes derrotados, como juguetes de un destino aciago, que repiten la historia de siempre –“llena de ruido y furia”– sin saber para qué ni para quién. A pesar de tanto sinsentido, hay un resquicio por el que se cuela la esperanza, metaforizada en ese pájaro

que si canta es porque alguien lo escucha.

El texto –que se apoya en la repetición, la frase hecha, la cita, el juego de palabras, la ironía, la ambigüedad y los silencios– se proyecta hacia múltiples significados en un espacio escénico que Paco de la Zaranda, el director de la puesta, trabaja plásticamente suscitando imágenes que remiten a la pintura de Velázquez (Las Meninas, entre otros) y Goya (Los fusilamientos del 3 de mayo). Ya habitual con La Zaranda, es admirable el proteico y casi coreográfico manejo de la utilería que, en las manos de Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez y Enrique Bustos, no deja de moverse y transformarse.

Los tres intérpretes recrean con un sólido y minucioso trabajo a eses seres desahuciados que, aislados del exterior, lo reduplican en clave grotesca y lúcidamente son los que marcan el camino a seguir. El Crucifixus de una de las Misas de Mozart, que deslinda una escena de otra, acentúa con descarnado desgarro el patetismo de las situaciones que viven los personajes.

1 Readers Commented

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  1. Horacio Bolaños on 18 mayo, 2010

    Excelente reseña. Gracias.
    Cada entrega de este grupo es una desgarrada visión del mundo actual que invita a la reflexión profunda.

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