Por Miguel Auzoberría, Élida Luque, Susana Martínez. Editorial Dunken,
Buenos Aires, 2008, 172 páginas.
Este libro presenta un hecho prácticamente olvidado acaecido en la provincia de Santa Cruz a comienzos de los ‘70: la caída del gobierno del comodoro Carlos Alberto Rayneli, interventor de la provincia entre el 5 de agosto de 1966 y el 17 de abril de 1971. Había sido designado por el Tte. Gral. Juan Carlos Onganía para cumplir con los principios de la “Revolución Argentina”, eufemismo del golpe de Estado que derrocó al presidente constitucional Arturo H. Illia el 28 de junio de 1966.
El texto analiza pormenorizadamente los sucesos que llevaron a la caída de Rayneli, conocidos como el “Gallegazo”, una “pueblada” que nada tiene que ver con el “Cordobazo”, de raigambre sindical-clasista.
En la caída del gobernador tuvieron que ver no sólo los actores sociales de la provincia sino también acontecimientos políticos de orden nacional y local: el reemplazo de Juan Carlos Onganía por Roberto Marcelo Levingston, y poco después la llegada a la presidencia del general Alejandro Agustín Lanusse; los conflictos intestinos entre quienes buscaban complicar a Rayneli, ilusionados en el “Luche y Vuelve” de Perón, la actitud de los radicales provinciales que, aunque divididos, aspiraban a su remoción. Es concluyente la carta que el Dr. Alcides Pérez Gallart (UCRI) le dirige a Horacio Agulla: “Hay que poner mucho cuidado en su sucesión porque quienquiera que sea estamos de antemano comprometidos con él todos los que hemos actuado en la operación serrucho”. Queda en el anecdotario que las revueltas no fueran reprimidas por la policía provincial como se reclamaba desde la gobernación. Es que los uniformados tenían enfrente a sus amigos, sus vecinos, e incluso a sus esposas, que eran empleadas públicas y, por lo tanto, parte de las protestas. “De tanto en tanto, nos tiraban también algunas latas de gases lacrimógenos, pero como a nosotros nos beneficiaba el viento, los más activos pateaban esas latas para abajo y realmente a los que perjudicaban eran a los mismos policías”, señala el delegado gremial del Ministerio de Asuntos Sociales de entonces, Salvador Mansilla.
El costo de vida en aumento, la obra pública ejecutada con las prebendas del Estado contratista, la pésima situación de los empleados públicos y la cerrazón de un gobierno de “puertas adentro” convergieron en el reclamo de toda la sociedad provincial. El libro también analiza el surgimiento del diario La Honda, netamente opositor; el tratamiento que los diarios El Orden y La Opinión Austral dieron a aquellos eventos; los textos de centenares de hojas sueltas, como los “versos del gaucho Martín Lata”, de tono opositor, impreso “en algún lugar religioso, no voy a decir cuál; con un sacerdote que era amigo nuestro”, narra un entrevistado.
Los autores concluyen que el enfrentamiento tan cerrado a Rayneli se debió además a que “su gobierno representaba el avance del capitalismo en la provincia, y en consecuencia su modernización”. Los ganaderos, los empleados públicos, los comerciantes eran parte vital de la protesta “en la que los ciudadanos se unen como corporación y el enemigo es el de afuera y afecta sus intereses económicos corporativos”.
Sólo debe lamentarse la falta de una edición más cuidada. Notable ejercicio de revisión histórica, el libro tuvo su origen en el Grupo de Investigación de los Movimientos Sociales de Santa Cruz y en la Universidad Nacional de la Patagonia Austral.