teatro-guillermina-2de Eduardo de Filippo. Teatro Alvear. Complejo Teatral de Buenos Aires.

Este último estreno del Complejo Teatral de Buenos Aires, descubre una nueva faceta de la producción teatral de Eduardo de Filippo (1904- 1984), comediógrafo, actor y director napolitano cuyo nombre es familiar para el público porteño por las sucesivas versiones que se han ofrecido de su Filomena Marturano teaatro-guillermina-3–desde la muy célebre, interpretada por Tita Merello en el cine, hasta la más reciente a cargo de Virginia Lago en 2008–. La gran magia, texto traducido por Suárez Marzal –responsable también de la puesta–, pertenece a la etapa creativa de mayor madurez del autor, tributaria de los planteos pirandellianos en torno de la sinuosa línea que separa la realidad de la ficción. El director acota, en este sentido, que curiosamente afloran en la obra conceptos hinduistas como el “maya”, que en sánscrito designa al poder ilusorio que en forma de

proyecciones mentales vela la realidad. Éste será el sustento de la intriga: a diferencia del común de los hombres que con sus dos ojos crean ilusiones nefastas, un mago da forma con su tercer ojo a ilusiones ingenuas, ilusiones que dan vida, aunque él mismo no crea en ellas y las articule para beneficio propio y ajeno. Así sucede con el episodio que es el punto de arranque de la obra: una esposa que recurre a la magia para lograr un furtivo encuentro con su amante y escapar así de la celosa mirada de Calogero –su marido–, un hombre que reniega de toda ilusión y para quien “el pan es pan y el vino, vino”.

A partir del reclamo de éste para recuperar a su mujer y de la curiosa respuesta que recibe del ilusionista Otto, la comedia comienza a recorrer un sinuoso camino entre engaños y verdades que salen a la luz. Calogero terminará convertido en discípulo del mago y en un imprevisto final superará al maestro que, junto con Marta, se convierte en el burlador burlado.

La puesta de Suárez Marzal logra plasmar en escena, con un ritmo que no decae –exceptuando el comienzo del tercer acto– y con la plasticidad que es habitual en sus trabajos, una obra que combina el humor y el absurdo con la reflexión filosófica y una concepción metateatral que surge de las propias didascalias, prudentemente transcriptas en el programa de mano. Resulta impactante, por su combinación cromática e impecable realización, el vestuario de Renata Schussheim. Dentro de un elenco numeroso, con algunos desniveles en los personajes secundarios, se destacan Víctor Laplace como el mago y Karina K. y Luis Longhi, como su esposa y un falso doctor; estos últimos resuelven con gran idoneidad las intervenciones musicales de la puesta.

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