Hace casi medio siglo llevé a cabo una entrevista con el maestro norteamericano Edward Hopper. El asunto llamó bastante la atención pues Hopper ya viejo estaba prácticamente olvidado entre los críticos de aquella época. La razón es sencilla: el auge del Action Painting de Pollock, y el de los artistas pop al estilo de Warhol. La revista Américas dependía del Departamento de Cultura de la OEA, que yo dirigía. Se editaba en tres idiomas: inglés, castellano y portugués y tenía amplia difusión. El tema cobra actualidad. El gran maestro Hopper había quedado relegado por esa superficial y dañina filosofía que consiste en que el arte lo último es lo mejor.
Tuvo entre nosotros falsos profetas que anunciaron “la muerte de la pintura”. Algo así como si los impresionistas invalidaran el arte que los precedió y así como éstos serían invalidados por los postimpresionistas. Tales despropósitos son el resultado de confundir arte con moda. Un año las polleras más cortas, al año siguiente más largas. Traigo el tema a colación porque frente al auge del así llamado arte conceptual quedan relegados los verdaderos valores pictóricos.
Pienso en la nueva generación de grandes pintores y pintoras. Virginia Scari y sus paisajes, dignos herederos de la Escuela de Barbizon y de su representante Daubigny; Gabriela López Herrero, heredera de Hopper; maestros de la talla de Liberti, Martino, Salatino, Kihlen para hablar sólo de contemporáneos, sin excluir uruguayos como Carlos Paez Vilaró. La herejía que anoté y que culminó aquí con instituciones semioficiales malogró a muchos artistas jóvenes que abandonaron sus pinceles y dejaron de pintar.
Me parece necesario reflexionar sobre estos temas pues las cosas no han cambiado mucho desde entonces y vemos novedades expuestas como si fuesen obras de arte, sin otra excusa que su novelería. Recordemos que el arte es lo perdurable, aquello que emocionaba a los contemporáneos de Miguel Ángel, de Leonardo, de Goya, Van Gogh, de Hopper, de Picasso, es lo que nos sigue emocionando a nosotros.
Hoy Quinquela es más actual que nunca. Lo mismo digo de Lacamera, Victorica, Quirós y Fader, que han tenido continuadores en artistas geniales como Juan Lascano, Eduardo Mac Entyre, Guillermo Roux, Carlos Alonso y Miguel Ocampo. Hacer nombres es excluir sin remedio. Por ello pido perdón a todos aquellos maestros que no he nombrado pero que les sobran méritos para serlo. El arte se mide por su calidad, que sólo es discernible para quienes la tienen. Lo dicho no excluye que en su momento brindara mi apoyo crítico a las instalaciones y a los aconteceres (happenings). Tan sólo que ese apoyo no significó en lo más mínimo el suponer que excluían al arte pictórico. Eran distintas formas de expresión que algunos de los mayores artistas norteamericanos practicaban al mismo tiempo que seguían adelante con sus pinturas. Que aparezcan nuevas formas visuales expresivas en modo alguno puede invalidar la vigencia perdurable del milenario arte pictórico.