kirchner1El populismo de Kirchner supo dar respuestas al descontento de un país frustrado e incorporar algo de las tendencias anárquicas y autoritarias que también nos caracterizan.

A través de los medios, todos hemos sido testigos del multitudinario adiós tributado al ex presidente Néstor Kirchner. Muchos de los presentes fueron trasladados hasta allí por las organizaciones que  integran, pero muchos otros se acercaron de modo espontáneo y sincero, para rendir su homenaje a  quien les había devuelto el sentido de la militancia, o se había hecho de diferentes modos portador de sus esperanzas.

Por supuesto que este tipo de fenómenos masivos debe interpretarse en el contexto de la actual cultura mediática, y que quienes tomaron parte en la ceremonia fúnebre son un pequeño porcentaje de la población, que mayoritariamente prosiguió su vida habitual. Pero lo que se pudo ver basta para cuestionar aquello que parecía una verdad indiscutida en el arco opositor al gobierno: la idea de que Kirchner no gozaba de otra adhesión que la suscitada por el miedo o la conveniencia; que su poder dependía exclusivamente de la “caja”, y el modo discrecional en que distribuía con ella los premios y los castigos; que su estilo confrontativo lo había privado de todo apoyo popular genuino, como no ser el de pequeños grupos radicalizados, o el de las masas sometidas al clientelismo. Esto responde en parte a la realidad.

La muerte repentina de Kirchner demostró también que su figura había cautivado a muchos en el plano simbólico. En primer lugar, él reivindicó para sí el papel del defensor por antonomasia de los derechos humanos, pese a carecer de antecedentes en la materia en su larga carrera política. Lo hizo a través de medidas muchas veces ampulosas y sesgadas. Llevó a juicio a centenares de militares recabando beneficios políticos sin correr riesgo alguno, ante unas Fuerzas Armadas humilladas y desmanteladas. Pero tuvo éxito. Así, si bien Raúl Alfonsín fue el Presidente que motorizó el juicio a las Juntas, desde el discurso de agrupaciones como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y sobre todo en las organizaciones de jóvenes, Néstor Kirchner ha sido ungido como el paladín de la justicia respecto de la última dictadura militar.

Por la misma vía, el ex presidente supo convertirse en la figura que corporizaba los reclamos de diversas minorías y muchas de las banderas del progresismo. Logró una adhesión transversal que incluye sectores de la clase media, y también multitudes pobres del país profundo, que nutren esas realidades proteicas llamadas organizaciones sociales.

Atrajo también a un sector de la juventud, que heredó de la crisis de 2001 la idea de una política que se protagoniza en el activismo de las calles. Se trata de una generación muy diferente a la de los años 70 que, aun equivocada en sus métodos, contaba con una mayor formación intelectual y cultural. Estos jóvenes, en cambio, hijos de la decadencia educativa, en general conocen muy poco de la historia pasada y reciente, como no ser a través de las groseras simplificaciones a las que tienen fácil acceso, y por ello son proclives a repetir muchos de los viejos errores. Pero a todos ellos les ofreció una épica, concentrando sus expectativas y dándoles un enemigo para enfrentar, cambiante pero bien definido, contra el cual había que estar siempre preparándose a librar la batalla decisiva. Como todos los populismos, el de Kirchner supo extraer energía del profundo descontento de un país frustrado, defraudado por sus dirigentes, y sin movilidad social ascendente.

Pero también supo navegar en la corriente de nuestras tendencias profundas anárquicas y autoritarias al mismo tiempo. Su figura batalladora, inclaudicable aun en el error, evocó en su favor muchos fantasmas de nuestro inconsciente colectivo. El desparpajo, la viveza criolla, la astucia para desconcertar una y otra vez a sus rivales, la capacidad de volver milagrosamente intacto de las  derrotas, hasta el vestir desaliñado, y la retórica pobre y desmelenada, generaron en buena parte de la sociedad más simpatía que rechazo. De este modo, y demostrando un estilo de liderazgo que hasta ahora sólo ha producido el peronismo, Kirchner en parte supo, y en parte logró sin saberlo, reunir en un mismo espacio personas de las extracciones políticas más variadas, desde el sindicalismo de derecha, corporativo y retrógrado, hasta las expresiones más sofisticadas del progresismo de izquierda.

a victoria ideológica del kirchnerismo se apoya también en el hecho de que ha tenido una mejor capacidad de comunicación con la sociedad. Sus consignas han sido simples y eficaces. Hasta la oposición ha aceptado mansamente muchas de sus premisas. Por ejemplo, nadie puede hablar hoy de la subversión sin excusarse preventivamente de no estar defendiendo la teoría de los dos demonios, como si éste fuera el marco obligado para toda reflexión sobre el tema; y nadie puede hablar de orden y seguridad sin aclarar que no quiere muertos, como si no bastara con invocar el cumplimiento de las leyes y las competencias del poder público. Se terminó por aceptar la confusión permanente entre lo público y lo privado, que tuvo su última manifestación en el velorio del ex Presidente. En el caso de que la Presidenta hubiese optado por una ceremonia privada, junto a su familia, hubiera tenido el monopolio de las decisiones. Pero optó por darle un funeral oficial, rehusándose a cumplir, al mismo tiempo, las reglas fundamentales de tal evento en una República, por ejemplo, con evidente destrato al Vicepresidente, a la Corte Suprema y a la oposición.

En suma, Néstor Kirchner encarnó el ejercicio de un liderazgo que representa a una buena parte de la sociedad argentina. Una representación que, lejos de coincidir con el molde de la República democrática, se ajusta a una estructura electoral permeable a manejos discrecionales, que utiliza los marcos legales en beneficio propio. Refleja, quizá, una recurrente contradicción en la historia política argentina, que Sarmiento quería conjurar cuando en el Facundo decía:“¡No!; no se renuncia a un porvenir tan inmenso, a una misión tan elevada por ese cúmulo de contradicciones y  dificultades: ¡las dificultades se vencen, las contradicciones se acaban a fuerza de contradecirlas!”.

La muerte de ese líder plantea ahora una pregunta inquietante. Sólo él conocía y ejercitaba la alquimia que mantenía juntos a sectores políticos y sociales tan diferentes y contradictorios entre sí. Pero la fórmula no se hereda. Otra vez, como en los años 70, el fallecimiento del referente común deja enfrentada la derecha y la izquierda sin mediaciones. ¿Quién ocupará su lugar? ¿Avanzará el país a una forma de representación más equilibrada y madura, o seguirá retrocediendo en el vórtice del viejo caudillismo?

5 Readers Commented

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  1. Juan Carlos Lafosse on 10 diciembre, 2010

    Realmente un editorial absolutamente alineado con el mensaje de los medios hegemónicos opositores. Desmereciendo al ex presidente, presentado como un “vivo”, y sugiriendo que la presidenta no será capaz de gobernar (porque no es tan “viva”), de modo que hará falta “alguien” que no caiga en el “vórtice del viejo caudillismo”. Me pregunto si han analizado como se ajustan las historias de los autopostulados actuales al “molde de la República democrática”.

    Ciertamente, como toda la sociedad, los jóvenes fueron deliberadamente desmovilizados durante décadas mediante la degradación de la educación y una historia falseada que les fue impuesta desde mucho antes del 2003, que aún perdura en muchas instituciones educativas. Argentina perdió así su valiosa capacidad de modificar la realidad, su mirada nueva y su energía.
    Menospreciarlos es realmente ignorar sus ansias de verdad y de participación. Quienes estuvimos en la Plaza los vimos y nos llenaron de esperanza.

    Llamar “realidades proteicas” a organizaciones sociales que, finalmente, expresan las necesidades y estructuran grupos que carecieron de toda representación, condenados al clientelismo de políticos feudales, es desconocimiento de sus raíces y miopía social. Hacerlo desde una posición de superioridad es también una forma de discriminación, para mi inaceptable.

    Vergonzoso, eso sí, el destrato del vicepresidente que no cumplió con la “regla fundamental de tal evento en una República” que, mínimamente, lo obligaba a asistir al velorio y presentar personalmente sus condolencias a su Presidenta en ejercicio.

    No menos lamentable es la recurrente mención de Criterio a las presuntas taras de la sociedad argentina, una falacia paralizante que pretende responsabilizar a “buena parte de la sociedad argentina” por los problemas del país, ignorando a todos los grandes culpables (y ganadores!) de nuestra historia.

  2. Mario Cracogna on 16 diciembre, 2010

    Néstor representó para muchos la resurrección del concepto de autoridad, el liderazgo indiscutido y unilateral y cierta cuota mesiánica de ‘quijotismo’ al crear la imagen de batallador épico contra los poderes de las corporaciones. Pero también encarnó, y para muchos también, el tejido de la red de ilicitud más grande que se tenga memoria que dio lugar a los negociados y a la destrucción de las instituciones (candidaturas testimoniales) en pos de lograr objetivos personales relegando las urgencias que la sociedad le planteaba (inseguridad, inflación, precariedad laboral, etc.)

    Un dato basta para ejemplificar lo hecho por Néstor en perjuicio de la democracia, según mi opinión: la mentira en las estadísticas públicas. Ningún país que se precie de ser medianamente serio puede mentir en las estadísticas oficiales porque ello conlleva menores inversiones directas, más fragilidad jurídica y menos credibilidad internacional. Pero él siguió, y aún se sigue, mintiendo desde el INDEC como si nada hubiera pasado. Para el año próxima se estima una inflación cercana al 35% con el daño que eso ocasiona a los más pobres, sobre todo.

    Néstor debe sigue siendo Néstor gracias a un aparato propagandístico oficial montado para transformarlo en el Cid campeador invencible de mil batallas con miras al 2011, Maquiavelo decía que el líder debe destruir a sus amigos y socios porque son los que más saben de él. Néstor pretendió aniquilar a Duhalde, su mentor; a Clarín, su aliado durante mucho tiempo; al campo, que le dio abundancia de divisas durante todo su mandato; a la Iglesia Católica, promoviendo y sancionando leyes traídas de los pelos como el matrimonio igualitario, y así otros casos más.

    En definitiva, el poder tiene un componente que habilita la toma de decisiones en nombre del ejercicio legítimo de un derecho y un deber correspondientes a toda autoridad y también tiene un componente que habilita al diseño de acuerdos, de encuentros con los distintos sectores del quehacer nacional en pos de lograr objetivos comunes. Néstor careció de aptitud y actitud para el diálogo, sólo entendía razones cuando las imponía él y los demás las obedecían. Así, no se construye democracia, se cristaliza la antidemocracia.

  3. Delia Pasini on 16 diciembre, 2010

    Lamentable la falta de perspectiva política cegada por la peor expresión del pensamiento reaccionario. Los que fuimos a la Plaza, para manifestar nuestro dolor y apoyo con la política impulsada por Néstor Kirchner, somos tildados de tarados, o, cuando menos, de seres poco pensantes, que nos movemos impulsados por intereses mezquinos y prebendarios. No me interesa discutir a un nivel tan pedestre una gestión de gobierno que promovió el desarrollo industrial, incluyó un seguro universal para niños en situación de indigencia, enjuició represores, nombró una Corte Suprema digna del país (¿recordarán a Julio Nazareno los editorialistas?), hizo que muchos trabajadores pudiesen jubilarse pagado una moratoria , lideró y consolidó el Mercosur, saneó una deuda con el FMI, tiene las cuentas copn superávit, bajó el índice del desempleo a niveles altísimos, por no mencionar sino lo más sobresaliente de su gestión. Minimizar la capacidad intelectual y de gestión de Cristina es propio de aquellos que sienten que sus intereses (no precisamente patrióticos) se ven amenazados por una políitica inclusiva y exitosa. Jóvenes militando con esperanza y alegría es u espectáculo mucho más reconfortante que jóvenes haciendo colas en las Embajadas de países europeos, o desesperanzados por no tener futuro. ¡Qué raro! A los productores rurales no los llamaron piqueteros; eran víctimas (bastante millonarias, a decir verdad) de las retenciones que pretendía imponer el Gobierno. Al gobierno de la ciudad, fascista e insensible como pocos, con un Jefe incapaz de articular un discurso coherente, salvo el dictado por su asesor de marketing, no se lo ataca, sino que se lo disculpa, por no ser populista. Me pregunto, si ser populista es una mala palabra, ¿qué es gobernar sino interpretar el bien común y actuar con políticas acordes? Recordemos que los funcionarios son servidores públicos, no empresarios, aunque algunos crean que servirse del cargo implica hacer buenos negocios. El desprecio por las clases populares es el antecedente del pogrom, y un pensamiento fascista revela, por lo menos, un complejo de inferioridad resuelto sólo con el bolsillo. A muchos dirigentes de la mal llamada «oposición» como si fuese un bloque se les perdona el haber bajado sueldos, pagado con bonos, endeudado el país, promovido disturbios con sus consabidas muertes respondiendo, en definitiva, a intereses que no benefician al país. En definitiva, Criterio parece haberse aliado con un pensamiento no diría de derecha, lo cual sería legítimo, sino fascistoide y de tan escaso vuelo ideológico que me causa estupor. Por favor, lean, sin ir más lejos, el excelente artículo de Alicia Dujovne Ortiz en Página 12 de este miércoles, o los artículos de Mario Wainfeld, que suelen dar en el clavo.

  4. pablo esteban chinellato on 17 diciembre, 2010

    Ser k en estos tiempos es cool para un vasto sector juvenil, como lo fue en su momento ser menemista. Poco a poco la masa va tomando cuerpo y en estos tiempo es con forma K. Por otro lado, como se afirma en la editorial, la disposición a ultranza de la CAJA funcionó como gran disparador para el manejo de sectores claves.

  5. Juan Carlos Lafosse on 28 diciembre, 2010

    Decir que el gobierno de Néstor Kirchner encarnó “el tejido de la red de ilicitud más grande que se tenga memoria” es…. tener muy poca memoria.

    Vaya y pase – para alguien joven que no se interesa en la historia – no recordar el fraude patriótico, negociados como el denunciado por Lisandro de la Torre, asesinato incluido, y quizás hasta la dictadura militar (¡!) con su inconcebible destrucción de vidas, valores e instituciones.

    Olvidar la Corte Suprema del infame, las leyes de Lemas o las andanzas de De la Rúa comprando votos para aprobar una ley que desprotegía a los trabajadores, ignorar la deuda externa e interna monstruosa que nos dejaron, supone al menos muy poco análisis de esta afirmación.

    Imaginar que el “aparato propagandístico oficial” supera la potencia y la indecencia del tandem Clarín-La Nación, es no conocer cifras de audiencia ni, casi, vivir en Argentina.

    Lo que realmente molesta, lo insoportable, para los que usan la palabra populismo en forma peyorativa es que en Argentina el Presidente tiene más autoridad que el Ministro de Economía. Por eso los llaman autoritarios.

    Son los mismos que siempre consideraron la política sólo como un instrumento de la economía, entendida – eso sí! – como la “correcta” o sea la neoliberal del FMI. No creen que el objeto de la política y de la economía sea la gente, las personas, nosotros, como bien afirma la Iglesia. Para ellos la economía solo tiene como fin una muy buena tasa de ganancia y sus ídolos son sus adoradas planillas Excel, donde los pobres mortales desaparecemos detrás de un porcentaje.

    Como a la política solo la quieren como encargada de disciplinar, cuando ocupa el lugar que le corresponde piensan que es por ansias de poder y codicia. Por eso fantasean con la ilicitud y la corrupción “más grande…”.

    Posiblemente por juventud o falta de memoria hay quienes consideran a los jóvenes solo como una masa de consumidores de modas “cool”. Estos no son los que yo vi, con alegría y esperanza, en la Plaza de hace dos meses, sin ninguna violencia en sus formas de participar.

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