Cierta tristeza que el viajero advierte en el ánimo vienés se explica con la desaparición del Imperio austrohúngaro en la Primera Guerra Mundial, final que ya anticipaban sus artistas.
Con un centro histórico declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, Viena atesora en su legado arquitectónico la ascendencia imperial. La música se hace presente en los monumentos a Mozart, Bruckner, Schubert, Brahms, Strauss o Haydn y edificios como el de la calle Ungargasse donde Beethoven terminó en 1824 su famosa Novena Sinfonía. Muy cerca de la Ringstraβe, las figuras alegóricas a esta sinfonía rodean a su compositor, inmortalizado en bronce por el escultor Ernst Hähnel (1811-1891) en la Beethovenplatz.
En las sombras del imperio austrohúngaro se desarrolló una vanguardia artística que abarcó todas las artes y que sobrevivió incluso a la caída de los Habsburgo, al reflejar la amargura de los círculos intelectuales antes de la Primera Guerra Mundial y en el período de entreguerras. El expresionismo se manifestó en la arquitectura, la escultura, la pintura, la literatura, la música, la fotografía e incluso el cine. Pero la adjetivación “alemán” a este movimiento omite reflejar la notable expansión de sus postulados.
En Viena el expresionismo austríaco remarcó una temática erótica, síntesis de un estilo propio heredado de la confluencia del modernismo alemán y del movimiento secesionista, en el que se destacan figuras como Gustav Klimt (1862-1918), Kolo Moser (1868-1918) y el arquitecto Joseph M. Olbrich (1867-1908), autor del admirable edificio de la Sezession, situado en pleno casco histórico vienés, cuyo frente es coronado con el lema del escritor húngaro Ludwig Hevesi: “A cada época su arte, al arte su libertad”.
Esta rica historia puede apreciarse en el Leopold Museum, dentro del Museumsquartier (Barrio de los museos), un conjunto urbanístico que en junio de este año celebrará su décimo aniversario y combina la mayor fachada barroca de Viena, antigua sede de las caballerizas reales, con las recientes construcciones que concentran una variada oferta cultural.
En su moderno edificio de piedra caliza, el Leopold Museum alberga la mayor colección de obras de Egon Schiele (1890-1918) del mundo. Este alumno notable de Gustav Klimt tuvo una vida turbulenta –fue acusado de corrupción de menores y encarcelado por obscenidad–, pero nunca dejó de ser figura preponderante de la élite cultural. Por esta razón, al estallar la Primera Guerra Mundial, Schiele no fue al frente y murió el 31 de octubre de 1918 víctima de la epidemia de gripe. Sus obras resumen la sensualidad, la tensión y el vacío ante un mundo hostil y en permanente estado de ebullición.


















