Busque un momento y un lugar propicio, donde esté seguro de no ser interrumpido durante el tiempo que dure la lectura. Intromisiones debe ser consumido de modo sucesivo y exhaustivo para lograr su máximo efecto.
2. La hora adecuada es el atardecer, el “filo de la tarde”, que tantas veces el libro evoca con bellas palabras. Ese momento indeciso entre el día y la noche, entre la luz y la oscuridad es perfecto para adentrarnos en un poemario construido en torno a contrastes y claroscuros.
3. El espacio también es importante. Resulta indispensable como mínimo, contar con alguna ventana con vistas. Algo que permita, cada tanto, intercalar la lectura con la contemplación de un exterior: plaza, calle, avenida o cualquier paisaje urbano. Algo que permita estar, simultáneamente, adentro y afuera.
4. Si usted es mayor de 18 años, haría bien en tener a mano una bebida espirituosa. Una copa vino, incluso whisky si fuera más osado, pueden ser buenos compañeros para emprender la lectura. Sin embargo, se recomienda beber y leer con moderación.
5. Se puede recurrir a una suave música instrumental de fondo. Quizás Schubert. Sin embargo, lo mejor es el silencio. Pronto este se poblará de palabras significativas.
6. Para comenzar, recomendamos detenerse brevemente en la portada del libro. Colores suaves, despojados. Permiten ir entrando en el clima que nos propone el autor. ¿Y esa imagen misteriosa, pequeña y redondeada que ocupa, algo asimétricamente, el centro de la portada? ¿Qué nos suscita, qué nos sugiere?
7. Respire hondo y comience a pasar las páginas.
8. El ordo naturales nos lleva a comenzar el libro por su primera sección: Tribales.
9. Lea cada poema una vez. Haga una pausa. Vuelva a leerlo. No intente entender. Deje que con la lectura se vayan suscitando preguntas ¿Quiénes son “ellos”, esa tercera persona plural que los poemas parecen describir? ¿A qué mundo fuimos transportados? ¿Estamos en un tiempo y espacio míticos, ancestrales? ¿O acaso es el mundo de todos los días, transfigurado por el poeta? Sostenga esas preguntas y siga leyendo. Disfrute de la incertidumbre y del asombro.
10. Encontrara algunos poemas tienen un tono sapiencial, como si provinieran de una voz muy antigua que nos dice algo que ya sabíamos pero nunca habíamos escuchado. Vg.: “Los pájaros de la ciudad / son como los hombres / de la ciudad, / ya no migran / viven migrando” (15). Puede, si lo desea, atesorar algunas de estas líneas e intercalarlas luego en una conversación culta para deleite y desconcierto de sus amigos.
11. Cada cuatro o cinco poemas, se recomienda el siguiente ejercicio. Lea uno, el que prefiera, en voz alta. Observe meticulosamente la escansión propuesta por los versos. Escuche la modulación que las palabras del poeta adquieren en su propia voz. Intromisiones es un libro para ser leído (de ahí su cuidada presentación, su magistral manejo de los blancos en la página) pero indudablemente también es un libro para ser escuchado.
12. Con el correr de las páginas notará que los poemas, que habían comenzado a ocupar tímidamente el espacio en blanco de la hoja con unos pocos versos, se vuelven más extensos. No se inquiete. Continúe. El peregrinaje ha sido cuidadosamente planificado, de un modo gradual, para que usted (o cualquiera) sea capaz de atravesarlo.
13. El título Tres tercetos nos indica que hemos llegado a la mitad, como si dijéramos, al centro geográfico del libro. Puede hacer una breve pausa, recuperar fuerza. Lo que aguarda es un viaje inmóvil pero intenso.
14. El título del primer terceto (“Solo en el tiempo”) y el epígrafe (“Quick, said the bird”) remiten al lector a losCuatro Cuartetos de T.S. Elliot. Si usted los ha leído, busque brevemente en su memoria, recupere esa experiencia, quizás algún verso inolvidable. Si no los ha leído, no se inquiete. Basta con haber tenido una infancia para que los “Tres tercetos” lo conmuevan profundamente. Eso sí, luego de terminar la lectura deIntromisiones, deje pasar unos días y apresúrese a conseguir el libro de Elliot y remediar su error.
15. No se deje amilanar por esa voz apodíctica que sentencia desde el primer verso “No existe el regreso”. Luego de leer el poema ensaye un viaje al pasado. Quizás mirar por la ventana puede ayudar, quizás prefiera cerrar los ojos. Encuentre los momentos de su infancia que el poeta le ha regalado nuevamente. ¿”el patio de los juegos? ¿la tibieza de una tarde de sol? ¿las escondidas entre las macetas?” ¿la fiebre? ¿una tarde de lluvia en el río? El autor no habla de “la” infancia, habla, sospecho, de “su” infancia y así logra, de algún modo misterioso, hablar de la mía, de la de todos. La nostalgia es un sentimiento aceptable ante estos poemas, siempre que esté matizada por la gratitud del tiempo recobrado. Un tiempo que, como dice el poeta, no se conquista, que no pide rescate. Que retorna. Que “vuelve y vuelve” aunque nunca llegue.
16. El segundo terceto, “Floresta”, nos sorprende. Sin abandonar del todo el mundo de la infancia, donde ya empezábamos a acomodarnos, donde queríamos, quizás, permanecer por siempre, sentimos un desplazamiento. Se habla de Jueves santo, cruces y domingos de resurrección. Quizás podríamos persignarnos o quitarnos las sandalias en presencia de estos poemas. Estamos entrando no simplemente en “lo religioso”, sino en terreno sagrado. Pero simultáneamente, no hemos dejado el barrio de la infancia. Quizá podamos acuñar una nueva categoría crítica, lo sapiencial-urbano o lo bíblico-porteño para describir algunos poemas de este volumen.
17. Al arribar al último texto de esta sección es conveniente subir el volumen de la música o abrir las ventanas y dejar que la luz del exterior invada el cuarto o murmurar una plegaria por los muertos. O, simplemente, incluso si es de noche, dejarnos iluminar por las palabras, como el niño del poema.
18. Para leer el último terceto, “Ese trago”, ya puede prescindir de este de por sí inútil instructivo. Escuche la voz del poeta, que adquiere en este último tramo una nueva modulación. Procure entender lo que le sea posible. Dejar, si es necesario, una cuota de misterio para futuras lecturas.
19. Tras finalizar la lectura, es conveniente actuar cuidadosamente. Algo nos ha sido dado, aunque no podamos exactamente definir qué, cómo ni cuándo. Una brusca vuelta a la cotidianeidad puede hacernos perder ese precioso don. Mejor una transición lenta: fume, termine su vino, escuche la música o simplemente mire en silencio por la ventana. Deje reposar unos instantes antes de servir.
20. Algunos días después de la lectura de Intromisiones, es recomendable salir a caminar por las calles de algún barrio porteño. Si descubrimos que miramos de otro modo los pájaros, la luz, los niños que juegan, los carteles, los techos bajo el sol, el agua, los árboles, si las cosas de todos los días han sido renovadas, se nos han cargado de sentidos nuevos, podemos dirigir nuestras notas de agradecimiento o reclamo al poeta Jorge E. Fernández, que amablemente responderá sus inquietudes.