El vodevil llegó al Paseo La Plaza de la mano del inglés Alan Ayckbourn, autor de la trilogía Todos felices –Comedor, Living y Jardín– y la dirección de Oscar Martínez.La temporada 2012 del Paseo La Plaza se abre con una inusual propuesta del prolífico y célebre comediógrafo inglés Alan Ayckbourn: una trilogía, cuya particularidad es que las piezas que la componen pueden funcionar autónomamente y no exigen ser vistas en un orden establecido. Cada una de ellas presenta el atípico fin de semana que viven seis integrantes de una familia de clase media, pero ubicando la acción en tres distintos ámbitos de la casa –living, comedor y jardín–, términos que designan respectivamente a cada una de las obras en esta versión del texto original que ofrecen Fernando Masllorens y Federico González del Pino.
El carácter autónomo de cada pieza de la trilogía está subrayado por el hecho de que el propio autor no pensó un título abarcador para las mismas –de hecho cada una de ella tenía un título propio– sino que éste –The Norman conquests– surgió posteriormentea partir de una nota aclaratoria que Ayckbournincluyó en el programa de mano. El orden de estreno de las piezas en 1974 –Comedor, Living y
Jardín–, el mismo que se adoptó ahora en Buenos Aires, fue también aleatorio y estuvo condicionado por la disponibilidad de uno de los actores para comenzar a ensayar.
Autor exitoso como pocos, Ayckbourn debió vencer la resistencia de la crítica literaria más tradicional que consideraba al vodevil, género en el que abreva su obra, como una dramaturgia menor, signada por la búsqueda del rédito comercial y la superficialidad. Revaluada en las últimas décadas, se ha descubierto en su producción, al igual que en la del Teatro de boulevard francés que es su precursora, el testimonio del desconcierto y el colapso moral de una sociedad decadente, aunque bajo el prisma de la comicidad. De allí que los temas abordados sean algunas de las cuestiones recurrentes en su producción: el desencanto del matrimonio, la infidelidad como sistema y único modo de perpetuación de la pareja, el egoísmo en los vínculos familiares y la soledad compartida. No ha faltado quien ha visto una impronta chejoviana en el desasosiego que generan la insatisfacción y el aburrimiento en los personajes de Aychbourn. Claro está que con el ritmo que impone el vodevil, hay poco lugar para la reflexión y mucho para el vértigo de encuentros, desencuentros y equívocos que arrastra a los personajes. Naturalmente, no faltan las alusiones a lo que está sucediendo fuera de la escena y que el espectador descubrirá si opta por ver las piezas que faltan. Apelando más al humor de situación y de caracteres que al verbal, se logran situaciones francamente desopilantes, como aquella en la que Leo transmite el instructivo para el juego de mesa que inventó a su esposa, su hermana y eventual cuñado, mientras Daniel discute con su mujer.
Oscar Martínez, que en sus últimas puestas trabajó con textos propios, encara con solvencia esta primera pieza del triple desafío que asumió, tanto en la marcación de los actores como en la dinámica de las escenas. Lo secunda un elenco de notable desempeño, dentro del que se destacan Carola Reyna, Muriel Santa Ana, Carlos Portaluppiy Peto Menahem. Resulta acertada la modificación del título, cuyo juego de palabras se pierde en la traducción, para enfatizar mediante la ironía la imposibilidad de alcanzar la felicidad por parte de los personajes, a pesar de los declarados esfuerzos deDaniel (Norman en el original). La escenografía, elvestuario y la música dan acabada cuenta de la relocalización de la anécdota al ámbito argentino y a la década del 60 por la que opta el director.
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