La presentación del nuevo Papa logró establecer un puente de comunicación y oración entre el obispo y su feligresía. “Le pido que rece por mí”. Esta es una frase que todo aquel que tuvo ocasión de mantener una reunión con el cardenal Jorge Bergoglio seguramente escuchó en el momento de la despedida. El voy a rezar por usted estaba tácito, la solicitud del rezo del laico por el sacerdote se explicitaba intencionalmente. Cuando se escuchaba por primera vez sonaba como un pedido extraño, fuera de contexto, acaso porque generalmente se lo asocia a situaciones de cierta gravedad. Lo particular del pedido hacía que uno pensara en la ocurrencia de algo extraordinario, un suceso trascendental que requería una oración especial. Pero no, era sencillamente el ejercicio de uno de los hábitos más puros y trascendentes que puede desarrollar un creyente, rezar los unos por los otros, todos los días, ante ocasiones cotidianas. Rezar en general por la paz en el mundo pero a la vez rezar por personas específicas, por aquellos que queremos y tenemos más cerca y también por aquellos con los cuales nada compartimos. Rezar por nuestros pastores y dirigentes para que lleven adelante con ejemplaridad y justicia sus tareas. Ciertamente en la formación espiritual y en las características personales de extrema humildad del cardenal Bergoglio debe estar implícito este acento en la oración de los unos por los otros, acaso remarcado por la impronta de la experiencia de fragmentación social y necesidad de pacificación que en los últimos años vivimos en el país.

Francisco nos regaló uno de los más bellos momentos que recuerde la Iglesia en la presentación de un Papa. El pedido al pueblo de Roma para que recen por él demandando la bendición de Dios antes de él poder darles su bendición como su nuevo Obispo, inclinando la cabeza frente a ellos, es una imagen que perdurará por siempre en nuestras memorias. ¿Existe una imagen más conmovedora y llena de significado? ¿Existe una mejor manera de mostrar cómo guiar una familia, un equipo, un país, que este sencillo y enorme gesto? Es la imagen de un obispo en relación directa con su feligresía, estableciendo un puente de comunicación y oración que se transita en ambos sentidos, no en uno solo. Los atuendos sencillos, los gestos de humildad y las palabras llanas marcaron claramente el inicio de un papado que seguramente traerá aire fresco a la Iglesia.

Como argentinos podemos estar muy contentos de contar con un Papa criado en esta tierra, que ha caminado las mismas calles que nosotros caminamos, que supo compartir las mismas penurias y se alegró con nuestras alegrías. Como cristianos debemos estar agradecidos a Dios por darnos un Papa que represente con tanta fidelidad al buen pastor, al pescador de hombres, a aquel que da todo por los demás y que con su ejemplo de sencillez es capaz de conquistar los corazones y cambiar los comportamientos. Recemos por nosotros, los unos por los otros, por nuestra Iglesia, y por el papa Francisco, tal como él nos pide y nos enseña.

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