¿Hacia dónde iba Rusia en 1916, o Alemania en 1933, o España después de la muerte de Franco en 1975? Hoy lo sabemos, pero entonces había quiénes desde distintos voluntarismos, ideologías o mediante un análisis desapasionado ofrecían respuestas que habrían de acertar o no con el curso posterior de los hechos.

¿Hacia dónde van los países entonces, hacia dónde va cada país? “¿Hacia dónde se dirige Egipto?”, era el título de un artículo que el filósofo francés Bernard Henri-Levy publicaba en El País de Madrid el pasado 4 de agosto. Hacia donde se encamine el Brasil, dirigirá sus pasos la América latina, afirmaba Henry Kissinger hace algunas décadas.
Hoy también podemos formular la misma pregunta, esta vez referida a nosotros mismos: ¿hacia dónde va la Argentina, que hace poco celebró su bicentenario? El interrogante sobre el futuro ejerce siempre una potente fascinación.
Sería fácil dar respuestas grandilocuentes como “hacia un destino de grandeza”, o respuestas teñidas de los extremos anímicos del pesimismo u optimismo circunstancial.
Por otra parte, la pregunta se formula en el presente, pero se refiere al futuro, que como es bien sabido, no se conoce todavía. Sin embargo, sabemos bien que el germen del futuro está operando desde el pasado y en el presente.
Si excluyéramos el dudoso recurso de la borra del café, los adivinos o los ya mencionados voluntarismos, para dar una respuesta ponderada deberíamos sopesar algunos elementos y factores insoslayables. En primer lugar, sería preciso definir en qué consiste el sujeto sobre el que se formula la pregunta: ¿es el país, es la nación o la república? ¿Es la sociedad, el pueblo, la gente, la ciudadanía o los habitantes? ¿Estamos hablando de bienestar, justicia, equidad, inclusión, economía, desarrollo, bien común, cultura, o todo ello y más al mismo tiempo? ¿Acaso la pregunta se refiere también al papel que se desempeñará en el mundo y quiénes serán los socios o los aliados preferidos, o los modelos que se opte por seguir o tomar como referencia?
Supongamos que el sujeto que habremos de considerar es “la Nación Argentina” de la que habla nuestra Constitución, con quien mantienen relaciones diplomáticas la mayoría de los países que hoy existen. Ya definido el sujeto, debería entonces observarse con detenimiento el rumbo que la Argentina ha venido siguiendo hasta el momento en que la pregunta inicial ha sido planteada. ¿Cuáles son los consensos fundamentales que hoy unen a los argentinos y los puntos de divergencia que nos dividen? ¿Cuáles las cuestiones de importancia que aparentemente no han llegado todavía a la agenda de los debates públicos?
Seguidamente podría considerarse el discurso, las decisiones en los hechos y la responsabilidad de quienes hoy están investidos de autoridad para conducir a la Argentina en una u otra dirección. La tarea involucra la sucesión de generaciones y supera por tanto lo que un individuo o una facción o el mismo gobierno de turno pueden hacer por sí mismos. Ningún “modelo” agotaría todas las respuestas.
Finalmente, cabría considerar la responsabilidad generalizada de los ciudadanos que eligen y conservan en el poder o cambian a las autoridades que tienen en sus manos el timón y deciden sobre el rumbo que se sigue o se seguirá en cada momento. Todos estamos implícitamente convocados a documentarnos, a reflexionar y a dialogar sobre el destino de la Argentina, particularmente cuando dentro de pocas semanas se celebrarán elecciones que es posible que preanuncien un cambio de rumbo: ¿cuál?

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  1. Rodolfo Maurino on 18 noviembre, 2013

    En una entrevista realizada en 2001 a Leszek Barcelowicz, ex ministro de hacienda de Polonia cuya misión fue llevar la economía comunista hacia la economía de mercado, explicaba como funcionó la economía comunista en la Unión Soviética y en sus países satélites. “El modelo económico de la ex Unión Soviética, o Economía de Planeamiento Centralizado (EPC) se fundamentó en la siguiente estructura básica. Fue una estructura simple. El primer paso fue privar de la libertad económica a todos sus habitantes. Una vez que se privó de la libertad económica otras decisiones se debieron tomar: ¿Qué producir? ¡Qué precios ponerle a los productos o servicios? ¿Dónde invertir? ¿Cómo coordinar la actividad económica? Todo lo que en general en una economía de mercado es hecho por la “mano invisible” en la EPC millones de personas se abocaban a hacer lo que no hace falta hacer, ya en este punto, que ellos denominaron la burocracia, comienza la acción inefectiva, el inoperante trabajo de millones de personas. Cuando la libertad económica es abolida, entonces el mercado con su característica “mano invisible” es abolido, porque el mecanismo del mercado, es el de la coordinación que es el trabajo de la gente libre. Entonces los intelectuales del comunismo intentaron cubrir un gran vacío, que fue llenado por una enorme burocracia, en el nivel más alto de esa burocracia, había un elemento común imprescindible donde residía la debilidad del modelo: La mentira. Cada burócrata se mentía uno con el otro. Los subordinados a ese nivel superior le imponían metas a los niveles inferiores que les mentían a los niveles superiores haciendo planes fáciles, que cuando alcanzaban esas metas o las superaban recibían recompensas. También el dinero no era real, un dinero que significara que es el perfecto sustituto por los bienes que se producen y que fuera convertible, porque el hecho que sea convertible es un símbolo de la libertad y esto es incompatible con el comunismo o el socialismo, los cuales son regímenes anti-liberales. Así el dinero sin valor es el aspecto fundamental de este régimen, así también lo fueron los incentivos equivocados porque se carece de competencia, solo existían los incentivos a la mentira ya que los subordinados se los valoraba por cumplir o superar un plan fácil. En alguna medida, lo mismo sucede en algunos países de occidentes con el presupuesto del gobierno, porque el plan presupuestario es parte de la esencia de una EPC, de tal manera que cuando menos uno tenga de ese plan, menos inclinación hacia una burocracia que se torna patológica.” Con esta base podemos analizar mejor, ¿Que estamos haciendo bien o mal los argentinos en materia económica? y saber como asesoran a nuestros economistas los gurúes post-marxistas que bregan por menor libertad, mientras residen en países con máxima libertad económica, una especie de «Haz lo que yo diga, mas no lo que yo haga»

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