El Papa da señales de que considera al Sínodo de obispos como una manifestación de colegialidad. Este artículo fue publicado en The Tablet.
El primero de abril de este año el papa Francisco escribió una carta al cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo de los obispos, informándole su decisión de “elevar al subsecretario Sínodo, Fabio Fabene, a la dignidad de obispo”. Los medios mostraron poco interés y los analistas no han comentado mucho sobre este tema. Sin embargo, esta breve carta puede ser uno de los documentos más importantes del actual pontificado hasta el momento. En él Francisco anuncia su intención y su compromiso hacia un gobierno más colegiado.
Para comprender y apreciar el significado completo de este hecho debemos volver a un episodio crucial durante la tercera sesión del Concilio Vaticano II. Los padres concluyeron su trabajo sobre la constitución dogmática de la iglesia Lumen Gentium (Luz de las naciones) y antes de pasar al voto solemne y final, lo sometieron al Papa para su consentimiento o aprobación.
Pero Paulo VI dudó. Estaba preocupado por la relación entre primado y colegialidad. Siguiendo la tradición, los obispos reafirman la doctrina de que el Papa tiene el poder completo, supremo y universal en la Iglesia. Pero en el mismo párrafo sostienen que el Colegio de los Obispos, con el Papa como cabeza, también tiene el poder completo, supremo y universal en la Iglesia, utilizando las mismas palabras.
Pablo VI, como persona prudente que era, se dio cuenta del peligro. Las dos afirmaciones podrían ser fuente de una mala interpretación y de conflicto. Finalmente, resolvió el problema. Bajo su guía y autoridad algunos importantes teólogos produjeron una “Nota interpretativa previa” que envió al Concilio. En síntesis, en ella se decía que el Papa es el vicario de Cristo y que por lo tanto tiene la potestad de gobernar monárquicamente. Pero también él es la cabeza del Colegio Episcopal y, como tal, puede dar lugar a un gobierno colegiado. La elección está dentro de su poder discrecional. Por lo tanto, se confirmó su primado general pero se abrió la puerta a la colegialidad.
El documento fue enviado al Concilio para que sirviera como elemento de interpretación permanente de la constitución. Por respeto a la “autoridad superior”, los padres aceptaron este documento sin debate ni votación. Estrictamente hablando, nunca fue parte de las actas del Concilio o parte de la constitución pero estaba allí como un apéndice al momento de la solemne votación final. Sólo unos pocos votaron en contra del total así como estaba.
Viendo retrospectivamente, sabemos que Juan Pablo II y Benedicto XVI eligieron gobernar, sin decirlo explícitamente, de forma monárquica. Su política consistió en el llamado a los obispos para que les aconsejaran en un espíritu de “colegialidad afectiva”. Pero nunca los invitaron para ejercer una “colegialidad efectiva”, dándoles participación en el gobierno central de la Iglesia.
En su carta del 1 de abril, que en realidad es una comunicación interna que se hace pública, Francisco describe a los obispos como colaboradores que ejercen una colegialidad efectiva junto al Papa. Él afirma, como principio fundacional, que ve al Sínodo de obispos como una manifestación de colegialidad: “Esta actividad sinodal, por el orden episcopal, refleja esa comunión afectiva y efectiva que constituye el fin primario del Sínodo de los Obispos”.
Para tener noción de la novedad que plantea Francisco basta leer la pálida definición del Sínodo de Obispos que da el Código de Derecho Canónico: “un grupo de obispos… para asistir al Romano Pontífice con su consejo en la preservación y el crecimiento de la fe y la moral en la observancia y el fortalecimiento de la disciplina eclesiástica” (canon 342). En ninguna parte del código se menciona la comunión “efectiva” generada por el sacramento del Orden Sagrado.
Francisco aclara que quiere promover la comunión afectiva y efectiva obedeciendo al Concilio Vaticano II: “Deseo valorar esta preciosa herencia del Concilio2. Quiere continuidad, no con las prácticas post conciliares sino con el Concilio mismo. En su espíritu de resurgimiento, el Concilio buscó continuidad con el ejercicio del primado como se desarrolló en el primer milenio más que con los esfuerzos centralizadores que aumentaron durante el segundo milenio. La cuestión de la continuidad nunca es simple.
Da la impresión de que para el papa Francisco convertir en obispo a un subsecretario significa una fuerte movida hacia reformas de largo alcance, no sólo en el Sínodo sino en la curia romana y en “las formas de vida” de la iglesia universal. Puede que todavía no tenga claro los detalles del nuevo orden que intenta crear, pero quiere alertarnos de que ya ha tomado la decisión. Usa oraciones solemnes que normalmente se reservan para las proclamaciones papales más importantes. Él tomó la medida “después de haber examinado profundamente los signos de los tiempos” y “con la conciencia de que en el ejercicio del ministerio petrino es necesario más que nunca revitalizar las relaciones cercanas entre todos los pastores de la Iglesia”. En otras palabras, está tomando un momento histórico –el momento de Dios– para dar a la Iglesia católica romana una nueva dirección, revitalizando el ejercicio del papado y el episcopado.
Más allá del amplio impacto potencial en la Iglesia, el proyecto de Francisco tiene importantes implicancias ecuménicas. Juan Pablo II rezaba en su Encíclica Ut unum sint: “Que el Espíritu Santo haga brillar su luz sobre nosotros y que busquemos –juntos, por supuesto– las formas en las cuales el ministerio papal pueda desarrollarse como un servicio de amor reconocido por todos”. Francisco tomó en serio esas palabras y trata de llevarlas a la práctica.
Francisco nos muestra su proyecto en frases compactas. Cita a Juan Pablo II: “Quizás este instrumento (el Sínodo) podría mejorarse. Quizás la responsabilidad pastoral colegiada (de los obispos) podría expresarse en el Sínodo en forma más completa”. Después busca esa medida mayor y la encuentra en el hecho de que el origen de los Sínodos está en la inextinguible expansión del misterio y en el horizonte de la Iglesia de Dios, es decir, en “la comunión y la misión”. Una vez que se establece el “misterio” como medida, las riquezas que esperan ser descubiertas son inagotables. El camino para perfeccionar el modo de trabajar del Sínodo (y de la Iglesia) conduce hacia amplios horizontes.
Francisco escribe que “podemos y debemos buscar formas más profundas y auténticas de ejercitar la colegialidad sinodal para realizar de mejor manera la comunión eclesial y para promover la inextinguible misión (de la Iglesia)”. No hay “quizás” en Francisco. Podemos y debemos perfeccionar el Sínodo para honrar la comunión que Dios nos dio y para promover nuestra misión sagrada. La razón es que “el obispo de Roma necesita la presencia de sus hermanos obispos, de su consejo de su prudencia y experiencia”.
Francisco siente que es su deber cuidar esta necesidad: “El sucesor de Pedro debe proclamar a todos quién es Cristo, el hijo del Dios viviente, y, al mismo tiempo, debe prestar atención a lo que el Espíritu Santo inspira en los labios de los que participan de pleno derecho del colegio episcopal”.
Esto me hace acordar a una historia, no confirmada pero muy posible, que circuló al comienzo del Vaticano II, cuando los obispos suavemente pero con mucha fuerza descartaron gran parte del material preparado bajo la presidencia del Papa, y armaron un nuevo comienzo. Algunas almas ansiosas advirtieron al Papa que podría perder el control de la reunión y que no lo volvería a tomar. Juan XXIII habría contestado: “Ellos también tienen el Espíritu Santo”.
Los elementos se desarrollaron de acuerdo a lo planeado. El 13 de mayo el papa Francisco presidió la reunión (preparatoria) del concejo del Sínodo. El 30 de mayo, en la Basílica de San Pedro, impuso sus manos sobre el subsecretario, convirtiéndolo en obispo. En su homilía el Papa le advirtió: “Recuerda que… te unes al Colegio de los Obispos y debes tener en ti la solicitud de todas las Iglesias”.
Es razonable anticipar que pronto, en octubre de este año, estaremos viendo un Sínodo que trabaje sobre nuevos patrones.
El autor es Profesor visitante en la Facultad de Derecho de la Universidad de Georgetown. En los tiempos del Vaticano II enseñaba en la Universidad Gregoriana y era director espiritual en el Venerable Colegio inglés de Roma.
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Join discussionEn el Vaticano, hoy comienza el Encuentro Internacional «El proyecto pastoral de la Evangelii gaudium»
Esperemos que publiquen las exposiciones.
http://www.novaevangelizatio.va/content/nvev/es/eventi/Incontro-evangelii-gaudium.html