El aumento de los divorciados católicos, vueltos a casar legítimamente en el ámbito civil, dio lugar a numerosas reflexiones sobre un problema difícil: su acceso a la comunión eucarística. 
Un documento de los obispos alemanes del Alto Rhin (1993) propuso un procedimiento, no tenido en cuenta por la Santa Sede (1994), por el Sínodo reunido en Roma (2005) y la exhortación Sacramentum caritatis de Benedicto XVI (2007). Los lectores pueden dejar aquí sus opiniones, una vez leído el Debate que publicamos a continuación:

Desde sus orígenes la Iglesia se preocupó por el matrimonio y el divorcio. Los Evangelios, la Tradición y el Magisterio sostuvieron la indisolubilidad del matrimonio enseñada por Jesús, a la vez que buscaron ayudar a las personas que sufren el divorcio. Un gran incremento de los divorciados católicos vueltos a casar legítimamente en el ámbito civil, dio lugar en los últimos años a numerosas reflexiones pastorales sobre un problema doloroso y difícil: el acceso a la comunión eucarística de esos fieles. La exhortación apostólica Familiaris consortio (1981), de Juan Pablo II, no admite la comunión para los divorciados vueltos a casar. Varias regiones, considerando que la disciplica actual muestra cierta falta de comprensión hacia el problema, propusieron nuevos caminos pastorales: sin admitir en forma generalizada la comunión a dichos divorciados, sugerían que se la autorizara en determinados casos.

La Carta Pastoral de los obispos alemanes del Alto Rhin (1993), que publicamos a manera de ejemplo, fue desestimada en 1994 por la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida entonces por el cardenal Joseph Ratzinger. Sin embargo, para el caso específico de quienes tienen dudas sobre la validez de su matrimonio, la Congregación recuerda la existencia de tribunales eclesiásticos, que pastoralmente ofrecen nuevos caminos para conocer los vicios jurídicos y otras causales de nulidad matrimonial. Ciertamente el derecho canónico y los tribunales diocesanos están más al día en las consideraciones psicológicas y sociales del matrimonio que los regímenes civiles sobre nulidades.

En 2005 el mismo Ratzinger, ahora como Papa, convocó a un Sínodo de obispos en Roma que reflexionó sobre el sacramento de la Eucaristía y aconsejó no admitir a la comunión a los divorciados que se casan de nuevo. El Papa, escuchando la voz de los obispos, ratificó este camino en la exhortación apostólica postsinodal Sacramentum caritatis (2007). Surge la pregunta: ¿es adecuada la disciplina actual o debe ser revisada? Quienes deseen participar del diálogo, en especial los que sufren el problema, pueden hacerlo como Comentario a este artículo o a las versiones completas en: www.revistacriterio.com.ar/documentos

 

 

Arturo Prins

 

1993 / De los Obispos del Alto Rhin: OSKAR SAIER (Freiburg), KARL LEHMANN (Mainz) y WALTER KASPER (Rottenburg-Stuttgart): (…) En nuestro país, alrededor de un tercio de los matrimonios acaba en divorcio. En las zonas urbanas la cifra es aún más elevada. (…) mucha gente cuyo primer matrimonio se ha quebrado, busca hoy en una segunda unión conyugal, sancionada conforme al derecho civil, un nuevo contenido para su vida. (…)

Es extremadamente dificil encontrar “soluciones” responsables que tomen en cuenta, por una parte, las enseñanzas de Jesús sobre la indisolubilidad del matrimonio y, por la otra, puedan ayudar en su penosa situación a las personas involucradas. Después del Vaticano II, casi todos los sínodos diocesanos abordaron el problema. (…)

Las orientaciones pastorales que siguen quieren situarse en el marco de la comunión católica y tienen plenamente en cuenta el lazo fundamental con el Papa, en tanto que centro de unidad, y con la Iglesia entera, pero también responden a las angustias descubiertas en muchos lugares a las que es necesario atender. (…)

La alta estima que la Biblia tiene del matrimonio, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, se manifiesta en el hecho de que el matrimonio es presentado como imagen y semejanza de la adhesión de Dios a la creación y a su pueblo. Lo que se dice sobre la Alianza de Dios con el hombre, se profundiza en la relación indecible de Jesucristo con su Iglesia (Ef 5, 21-33). Por esta razón, según la tradición, el vínculo matrimonial del hombre y la mujer, que tiene por modelo la alianza de Dios con el hombre, es un sacramento: signo eficaz de la proximidad permanente de Dios con el hombre, en la situación de vida concreta que es el matrimonio.

En una época en que la práctica usual del divorcio se desarrollaba sobre todo en contra de la mujer, Jesucristo restableció la voluntad original de Dios creador y la proclamó nuevamente contra todo arbitrio humano, a saber, que el hombre no tiene derecho de disponer a su gusto de un matrimonio contraído. “En el principio de la Creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso el hombre dejará a su padre y su madre y los dos serán una sola carne. Es decir, ya no serán dos sino una sola carne. ¡Y bien! Que el hombre no separe lo que Dios ha unido” (Mc 10,6-9).

Haciendo esto, Jesús ha liberado al matrimonio de sus deformaciones y ha vuelto más claro el proyecto inicial de Dios. Jesús ve el fundamento de la alteración de este proyecto en la “dureza de corazón” (Mc 10,5 y 16,4; Mt 19,8). La dureza de corazón expresa la pérdida de sensibilidad hacia el ser que se había amado, se cierra al amor verdadero y se vuelve incapaz de acoger el dolor y las penas del otro. Esta insensibilidad desprovista de compasión es el comienzo y fundamento de todos los pecados. El hombre se rehúsa al amor y se encierra sobre sí mismo; cree incluso que tiene “derecho” a una separación. (…)

La Iglesia no ha podido impedir que, a pesar de la predicación del mensaje de Jesucristo, las rupturas se sigan produciendo. Sin embargo, nunca ha autorizado un nuevo casamiento luego de la separación. (…)

Es verdad que algunos Padres de la Iglesia de primer orden, tanto en Occidente como en Oriente, como por ejemplo Agustín y Basilio, han propuesto juicios divergentes en casos particulares. Según el testimonio de ciertos Padres, en situaciones particulares y por el único motivo de evitar un mal mayor, la Iglesia ha adoptado frente a la nueva unión una actitud de paciencia llena de duda. Pero esta actitud iba junto con una penitencia pública y la situación era muy expresamente designada como contraria a los  enunciados de la Sagrada Escritura. Así, los testimonios relativamente poco numerosos que nos han llegado, se muestran dolorosamente conscientes de esta tensión insoluble, y por eso nunca disocian, aun en casos límites particulares, la obligación propia y única, a saber: la fidelidad de por vida. (…)  El número de matrimonios que fracasan es hoy incomparablemente más elevado que en otros tiempos. (…) Las ideas de la psicología y de la sociología modernas, cuando son utilizadas correctamente, no pueden ser barridas con el codo (…)

Es entonces que en numerosos casos uno se pregunta, con derecho, si estaban dadas las condiciones psíquicas para contraer un matrimonio válido. Existe aquí, indudablemente, una zona ambigua. Retroactivamente, a menudo percibimos hasta qué punto era frágil el “sí” dicho al compañero. (…) Sincera y lealmente, el pastor indicará a las personas que se encuentran en estos casos las posibilidades de un proceso matrimonial. (…) No es el único camino, pero no debe ser dejado de lado. (…) Se puede recurrir a los miembros de los tribunales diocesanos para que aporten su consejo (…)

Las personas que en su matrimonio han tenido la experiencia de la ruptura y el fracaso, deben encontrar en las comunidades un espacio de comprensión y acogida. Por esta razón, los miembros de las comunidades cristianas deben salir a su encuentro con rapidez y sin prejuicios. (…)  A este respecto quedan muchos puntos por rectificar, ya que en nuestras comunidades existe aún mucho de dureza e intolerancia (…)

Los divorciados vueltos a casar pueden, como miembros de la Iglesia, aportar también un testimonio de importancia cuando, a pesar de las restricciones referidas a la admisión de los sacramentos, colaboran en el seno de la comunidad y, en el marco del diálogo de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia, dan cuenta -por citar un ejemplodel fracaso de su primer matrimonio, y dan testimonio de su segunda unión que, muy a menudo, se traduce en un mayor éxito en el plano humano. (…)

Desde hace mucho tiempo la Iglesia autoriza la admisión a la Eucaristía de los divorciados vueltos a casar cuando, teniendo una estrecha comunidad de vida, viven en la abstinencia como hermanos y hermanas (…) Muchos miran esta posición como contraria a la naturaleza y a la fe. (…)

Efectivamente, muchos divorciados vueltos a casar han asumido esta vía extraordinaria, a veces heroica, con coraje y espíritu de sacrificio. Ellos merecen respeto y reconocimiento. Evidentemente, tal manera de vivir no es posible, en el largo plazo, para todos los divorciados vueltos a casar, y sólo raramente para parejas jóvenes. (…)

Familiaris consortio nos ayuda a dar aún un paso más. El documento dice que “los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones. En efecto, hay diferencia entre los que sinceramente se han esforzado por salvar el primer matrimonio y han sido abandonados del todo injustamente, y los que por culpa grave han destruido un matrimonio canónicamente válido. Finalmente están los que han contraído una segunda unión en vista a la educación de los hijos y, a veces, están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido.” (…)

Es indispensable tener en cuenta los siguientes criterios: 1) Si en la ruptura del primer matrimonio ha habido una falta grave, la responsabilidad debe ser admitida y mostrar arrepentimiento por ella. 2) Hay que afirmar de manera creíble que un retorno al primer compañero o compañera ya no es verdaderamente posible y que, con la mejor voluntad del mundo, es imposible vivir de nuevo el primer matrimonio. 3) La injusticia perpetrada y los daños ocasionados deben, en la medida de lo posible, ser reparados. 4) Esta indemnización comprende la puesta en práctica de las obligaciones que conciernen a la esposa y los hijos del primer matrimonio (Código de Derecho Canónico, can 1071.§ 1,3). 5) Hay que estar atento al hecho de que uno de los miembros ha podido romper su primer matrimonio haciendo ostentación pública y eventualmente causando escándalo. 6) La segunda unión debe haber sido probada durante un largo período, mostrando una voluntad decidida y públicamente reconocible, en vista de una vida en común duradera, según el orden del matrimonio y en tanto que realidad moral. 7) Se debe haber dado prueba de que la vinculación con la pareja y con los hijos de esta segunda unión se ha convertido en un nuevo compromiso moral. 8) Debe estar suficientemente establecido -pero en lo visible no más que para los otros cristianos- que los esposos se esfuerzan por vivir realmente de la fe cristiana y a partir de motivaciones sinceras, es decir de fundamentos religiosos auténticos y quieren participar de la vida sacramental de la Iglesia. Lo mismo vale para la educación de los hijos. (…)

Es en este contexto que se sitúa la decisión sobre el problema de la participación en la celebración de los sacramentos. Como hemos dicho, no puede haber admisión general, formal y administrativa, en razón de que si lo hacemos la fidelidad de la Iglesia frente a la indisolubilidad del matrimonio se vería oscurecida.

Menos aún se puede decidir, en casos particulares, una admisión unilateral bajo la responsabilidad del ministro. En el transcurso de un diálogo pastoral del miembro de un segundo matrimonio con un sacerdote -diálogo donde se clarifique a fondo, con sinceridad y objetividad, el conjunto de la situación- puede ocurrir que los dos esposos (o bien sólo uno de los dos) se sientan autorizados por su conciencia a aproximarse a la mesa del Señor (…)

Sólo el individuo puede tomar tal decisión, una decisión personal en conciencia. Para tal fin, tendrá necesidad de una asistencia que lo esclarezca y del acompañamiento sin prejuicios del ministro de la Iglesia, que aviva su conciencia y vela porque las disposiciones fundamentales de la Iglesia sean respetadas. Las personas implicadas deben entonces aceptar ser aconsejadas y acompañadas. Cada caso particular debe ser examinado: no admitir indistintamente, no excluir indistintamente. Sin semejante diálogo espiritual y pastoral, que incluye igualmente los elementos del arrepentimiento y la conversión, no puede haber participación en la Eucaristía. La participación de un sacerdote es necesaria para esta clarificación porque el acceso a la Eucaristía es un acto público, un acto de Iglesia. Sin embargo, el sacerdote no pronuncia la admisión administrativa en el sentido formal del término.

El sacerdote respetará el juicio realizado por la persona en cuestión que, después de un examen de conciencia, ha llegado a la convicción de que puede asumir la responsabilidad frente a Dios de aproximarse a la sagrada Eucaristía. Pero este respeto de la decisión, comporta seguramente diferentes grados. Puede existir entre las personas implicadas una situación límite muy compleja, en la que el sacerdote no puede prohibir el acceso a la mesa del Señor y debe más bien tolerarlo. Pero igualmente puede ocurrir que una persona, a pesar de la existencia de signos objetivos de falta, no se atribuye subjetivamente ninguna falta grave.

Aquí el sacerdote, después de haber evaluado cuidadosamente todas las circunstancias, debe más bien animar a la persona a un examen de conciencia preparatorio. El sacerdote protegerá la decisión así tomada en conciencia, de las condenas y las sospechas, pero tratará igualmente de no provocar escándalo en la comunidad. Cuando, después de un examen de conciencia, no es posible admitir a alguien a la comunión, esto no quiere decir -como ya lo hemos subrayado- que esta persona está pura y simplemente excluida de la comunión de la Iglesia o que la salvación le sea rehusada. Tales personas no son excluidas del llamado de la gracia y de la fe, de la esperanza y de la caridad, y muy particularmente de la intercesión de los fieles (FC 84). Para ellas existen siempre otros caminos para participar activamente en la vida de la Iglesia. Aún queda la cuestión de saber si los divorciados vueltos a casar sufren otro tipo de perjuicio dentro de la Iglesia. Para convertirse en padrinos de bautismo o confirmación, se presupone una manera de vivir que corresponde a la fe y a la función que se ejerce (CIC, can. 872 y 874, 893 § 1); para las tareas del ámbito pastoral, por ejemplo, se exigen buenas costumbres (CIC, can. 512 § 3). Los divorciados vueltos a casar no son, sin embargo, excluidos en principio. (…)

Por otra parte, en lo que concierne a los enfermos y a los moribundos, siguiendo en esto la práctica habitual de la Iglesia, se debe evitar poner exigencias no razonables para la recepción de los sacramentos. En la mayoría de los casos, se puede renunciar hoy a la prohibición de la sepultura cristiana. (…)

La Iglesia debe orar por los divorciados vueltos a casar. Esto es igualmente válido en primer lugar para el pastor. Está de todos modos estrictamente prohibido “a todos los pastores por cualquier motivo o pretexto que sea, celebrar en favor de los divorciados que se vuelven a casar, ceremonias de ninguna clase” (FC 84). Por esta razón, una actividad cultual pública, no solamente provocaría entre numerosos fieles una incomprensión respecto del profundo valor de la indisolubilidad del matrimonio cristiano, sino que introduciría funciones cultuales cargadas de grave ambigüedad, porque daría la impresión de que todo  está en regla. Una oración en común con los esposos que se encuentran en esta situación, es lo que corresponde a una pastoral diferenciada para aquellos que han visto quebrada su unión. (…)

Del mismo modo, el juicio sobre las uniones aún no matrimoniales, o sobre las uniones no matrimoniales durables, como los casamientos únicamente civiles contraídos por cristianos, deberían ser objeto de una visión diferenciada. Las condenas en bloque, lo mismo que una ligereza general en la admisión de los sacramentos, están tan fuera de lugar como para el grupo de los divorciados vueltos a casar. (…)

Solamente cuando el corazón de la fe cristiana es fundamentalmente reforzado en la teoría y la práctica del matrimonio, la Iglesia puede comprometerse, sin producir incomprensiones, a favor de personas cuyo matrimonio se ha quebrado, y particularmente a favor de los divorciados vueltos a casar. (…) La fuerza del Evangelio supera el esfuerzo para tratar de manera justa los casos límites. Esto vale particularmente cuando tales casos están en aumento e incluso se multiplican hasta el exceso. (…)

El célebre Padre de la Iglesia, Gregorio Nacianzeno, resumió el problema en esta fórmula: “No exagerar en la fuerza, no sublevarse por una flexibilidad marcada de debilidad”. (de la Carta Pastoral de los obispos de la provincia eclesiástica del Alto Rhin: “Divorciados vueltos a casar: el respeto a la decisión tomada en conciencia.” Freiburg-en Brisgau, Mainz, Rottenburg, 10/7/93)

 

1994 / De la Congregación para la Doctrina de la Fe / Prefecto CARDENAL JOSEPH RATZINGER:

(…) Durante los últimos años, en varias regiones se han propuesto diversas soluciones pastorales según las cuales ciertamente no sería posible una admisión general de los divorciados vueltos a casar a la Comunión eucarística, pero podrían acceder a ella en determinados casos, cuando según su conciencia se consideraran autorizados a hacerlo. Así, por ejemplo, cuando hubieran sido abandonados del todo injustamente, a pesar de haberse esforzado sinceramente por salvar el anterior matrimonio, o bien cuando estuvieran convencidos de la nulidad del anterior matrimonio, sin poder demostrarla en el foro externo, o cuando ya hubieran recorrido un largo camino de reflexión y de penitencia, o incluso cuando por motivos moralmente válidos no pudieran satisfacer la obligación de separarse. (…)

Aunque es sabido que análogas soluciones pastorales fueron propuestas por algunos Padres de la Iglesia y entraron en cierta medida incluso en la práctica, sin embargo nunca obtuvieron el consentimiento de los Padres ni constituyeron en modo alguno la doctrina común de la Iglesia, como tampoco determinaron su disciplina. (…)

Por consiguiente, frente a las nuevas propuestas pastorales arriba mencionadas, esta Congregación siente la obligación de volver a recordar la doctrina y la disciplina de la Iglesia al respecto. Fiel a la palabra de Jesucristo, la Iglesia afirma que no puede reconocer como válida esta nueva unión, si era válido el anterior matrimonio. Si los divorciados se han vuelto a casar civilmente, se encuentran en una situación que contradice objetivamente a la ley de Dios y por consiguiente no pueden acceder a la comunión eucarística mientras persista esa situación.

Esta norma de ninguna manera tiene un carácter punitivo o en cualquier modo discriminatorio hacia los divorciados vueltos a casar, sino que expresa más bien una situación objetiva que de por sí hace imposible el acceso a la Comunión eucarística: “Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio” (Familiaris consortio, n.84). (…)

La doctrina y la disciplina de la Iglesia sobre esta materia han sido ampliamente expuestas en el período postconciliar por la exhortación apostólica Familiaris consortio. La Exhortación, entre otras cosas, recuerda a los pastores que, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las diversas situaciones y los exhorta a animar a los divorciados que se han casado otra vez para que participen en diversos momentos de la vida de la Iglesia. Al mismo tiempo, reafirma la praxis constante y universal, “fundada en la Sagrada Escritura, de no admitir a la Comunión eucarística a los divorciados vueltos a casar” (n.84). (…)

El fiel que está conviviendo habitualmente more uxorio con una persona que no es la legítima esposa o el legítimo marido, no puede acceder a la Comunión eucarística. (…)

Por otra parte, es necesario iluminar a los fieles interesados a fin de que no crean que su participación en la vida de la Iglesia se reduce exclusivamente a la cuestión de la recepción de la Eucaristía. Se debe ayudar a los fieles a profundizar su comprensión del valor de la participación al sacrificio de Cristo en la misa, de la comunión espiritual, de la oración, de la meditación de la palabra de Dios, de las obras de caridad y de justicia. La errada convicción de poder acceder a la Comunión eucarística por parte de un divorciado vuelto a casar, presupone normalmente que se atribuya a la conciencia personal el poder de decidir en último término, basándose en la propia convicción, sobre la existencia o no del anterior matrimonio y sobre el valor de la nueva unión. Sin embargo, dicha atribución es inadmisible. El matrimonio, en efecto, en cuanto imagen de la unión esponsal entre Cristo y su Iglesia así como núcleo basilar y factor importante en la vida de la sociedad civil, es esencialmente una realidad pública. Es verdad que el juicio sobre las propias disposiciones con miras al acceso a la Eucaristía debe ser formulado por la conciencia moral adecuadamente formada. Pero es también cierto que el consentimiento, sobre el cual se funda el matrimonio, no es una simple decisión privada, ya que crea para cada uno de los cónyuges y para la pareja una situación específicamente eclesial y social. (…) No reconocer este aspecto esencial significaría negar de hecho que el matrimonio exista como realidad de la Iglesia, es decir, como sacramento. Por otra parte la exhortación Familiaris consortio, cuando invita a los pastores a saber distinguir las diversas situaciones de los divorciados vueltos a casar, recuerda también el caso de aquellos que están subjetivamente convencidos en conciencia de que el anterior matrimonio, irreparablemente destruido, jamás había sido válido. Ciertamente es necesario discernir a través de la vía del fuero externo establecida por la Iglesia, si existe objetivamente esa nulidad matrimonial. La disciplina de la Iglesia, al mismo tiempo que confirma la competencia exclusiva de los tribunales eclesiásticos para el examen de la validez del matrimonio de los católicos, ofrece actualmente nuevos caminos para demostrar la nulidad de la anterior unión, con el fin de excluir en cuanto sea posible cualquier diferencia entre la verdad verificable en el proceso y la verdad objetiva conocida por la recta conciencia (…). (de la “Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la recepción de la comunión eucarística por parte de los fieles divorciados que se han vuelto a casar”, Congregación para la Doctrina de la Fe, Roma, 14/9/94)

 

2007 / BENEDICTO XVI: (…) Puesto que la Eucaristía expresa el amor irreversible de Dios en Cristo por su Iglesia, se entiende por qué ella requiere, en relación con el sacramento del Matrimonio, esa indisolubilidad a la que aspira todo verdadero amor. Por tanto, está más que justificada la atención pastoral que el Sínodo ha dedicado a las situaciones dolorosas en que se encuentran no pocos fieles que, después de haber celebrado el sacramento del Matrimonio, se han divorciado y contraído nuevas nupcias. Se trata de un problema pastoral difícil y complejo, una verdadera herida en el contexto social actual, que afecta de manera creciente incluso a los ambientes católicos. Los Pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las diversas situaciones, para ayudar espiritualmente de modo adecuado a los fieles implicados.

El Sínodo de los Obispos ha confirmado la praxis de la Iglesia, fundada en la Sagrada Escritura (Mc 10,2- 12), de no admitir a los sacramentos a los divorciados casados de nuevo, porque su estado y su condición de vida contradicen objetivamente esa unión de amor entre Cristo y la Iglesia que se significa y se actualiza en la Eucaristía. Sin embargo, los divorciados vueltos a casar, a pesar de su situación, siguen perteneciendo a la Iglesia, que los sigue con especial atención (…)

Donde existan dudas legítimas sobre la validez del matrimonio sacramental contraído, se debe hacer todo lo necesario para averiguar su fundamento. Es preciso también asegurar, con pleno respeto del derecho canónico, que haya tribunales eclesiásticos en el territorio, su carácter pastoral, así como su correcta y pronta actuación. En cada diócesis ha de haber un número suficiente de personas preparadas para el adecuado funcionamiento de los tribunales eclesiásticos. Recuerdo que “es una obligación grave hacer que la actividad institucional de la Iglesia en los tribunales sea cada vez más cercana a los fieles”. Sin embargo, se ha de evitar que la preocupación pastoral sea interpretada como una contraposición con el derecho. Más bien se debe partir del presupuesto de que el amor por la verdad es el punto de encuentro fundamental entre el derecho y la pastoral: en efecto, la verdad nunca es abstracta, sino que “se integra en el itinerario humano y cristiano de cada fiel”. Por esto, cuando no se reconoce la nulidad del vínculo matrimonial y se dan las condiciones objetivas que hacen la convivencia irreversible de hecho, la Iglesia anima a estos fieles a esforzarse por vivir su relación según las exigencias de la ley de Dios, como amigos, como hermano y hermana; así podrán acercarse a la mesa eucarística, según las disposiciones previstas por la praxis eclesial.

Para que semejante camino sea posible y produzca frutos, debe contar con la ayuda de los pastores y con iniciativas eclesiales apropiadas, evitando en todo caso la bendición de estas relaciones, para que no surjan confusiones entre los fieles sobre el valor del matrimonio. (de la exhortación apostólica postsinodal Sacramentum caritatis, 22/2/07)

 

Reflexión final

 

La denegación del acceso a la comunión a los divorciados y vueltos a casar es vista hasta hoy por la Iglesia como una necesidad insoslayable, pues lo contrario implicaría, a su juicio, una claudicación respecto del principio de la indisolubilidad del matrimonio. Dentro de los límites impuestos por esta premisa, el Magisterio ha llegado casi tan lejos como es posible: ya no se refiere a las nuevas uniones como “concubinatos” sino como “nuevas nupcias”; las califica como “situaciones irregulares” y no como “situaciones de pecado”; evita hablar de adulterio y de adúlteros; invita a los fieles que se encuentran en esta situación a participar activamente de la vida de la Iglesia, y a los pastores, los exhorta a diferenciar situaciones desde el punto de vista pastoral; admite la posibilidad de la comunión para aquellos que “viven como hermanos”, etc.

Sin embargo, la lógica que preside este equilibrio entre firmeza y misericordia sigue generando dudas legítimas. Cuando una persona ha visto fracasar su matrimonio sin culpa propia, siendo en muchos casos todavía joven, e incluso con hijos a cargo, ¿puede imponérsele el camino de la soledad, que frecuentemente no elige personalmente ni está en condiciones de sobrellevar? ¿No se está subordinando así el bien de las personas a una lógica puramente institucional?

También reclama una nueva atención el caso de la persona divorciada y vuelta a casar a la cual ya no le es posible retornar a la primera unión, porque la convivencia ha cesado de modo irreversible, y no puede tampoco desligarse de los deberes familiares que emanan de la segunda unión. Si manifiesta un sincero arrepentimiento por sus culpas en el fracaso del primer matrimonio, ¿qué sentido tiene seguirle negando el acceso a los sacramentos? ¿No es su nueva situación, vivida cristianamente, la concreta voluntad de Dios para ella? Se puede alegar la posibilidad de que, con el fin de ser readmitidos a la eucaristía, los nuevos cónyuges vivan “como hermanos”. Pero esta propuesta, sin restar méritos a quienes la adoptan, ¿no estaría indicando implícitamente que el problema no es la nueva unión, sino las relaciones sexuales? Y la recepción de la comunión sacramental en esos casos, ¿no puede producir, de todos modos, escándalo en los demás fieles, que no tienen modo de saber bajo qué modalidad conviven?

Los obispos del Norte del Rhin, en su conocida Carta, han dado muestras de un fino sentido pastoral: si bien reconocen que la admisión general a la eucaristía para todos los divorciados y vueltos a casar no es posible, porque pondría en serio peligro la institución matrimonial, proponen un procedimiento eclesial a través del cual, tras un discernimiento de cada situación, se dé lugar a una decisión en conciencia de las personas implicadas. Con esta solución se evitaría un doble peligro: por un lado, el de dejar librado el tema al arbitrio de la conciencia individual, y por el otro, el de empujar a muchos fieles a la desesperación imponiéndoles una carga superior a sus fuerzas.

 

Gustavo Irrazábal

Teólogo moral

 

Una respuesta del Papa

 

Sabemos todos que éste es un problema particularmente doloroso para las personas que viven en situaciones en las que son excluidas de la comunión eucarística y naturalmente para los sacerdotes que quieren ayudar a estas personas a amar a la Iglesia, a querer a Cristo. Esto plantea un problema.

Ninguno de nosotros tiene una receta, en parte porque las situaciones son siempre diferentes. Diría que es particularmente dolorosa la situación de los que se casaron por la Iglesia, pero no eran realmente creyentes y lo hicieron por tradición, y luego, encontrándose en una nueva boda no válida se convierten, encuentran la fe y se sienten excluidos por el sacramento. Éste realmente es un sufrimiento grande y cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe invité a muchas Conferencias episcopales y especialistas a estudiar este problema: un sacramento celebrado sin fe. No me atrevo a decir si realmente se pueda encontrar aquí un motivo de invalidez porque en el sacramento faltó una dimensión fundamental. Personalmente yo lo pensé, pero con las discusiones que hemos tenido he comprendido que el problema es muy difícil y que todavía hay que profundizar en él. Ahora bien, dada la situación de sufrimiento de estas personas, es necesario reflexionar.

No me atrevo a dar ahora una respuesta; en cualquier caso me parecen muy importantes dos aspectos. El primero: aunque no puedan recibir la comunión sacramental no están excluidos del amor de la Iglesia y del amor de Cristo. Una Eucaristía sin la comunión sacramental inmediata ciertamente no es completa, falta algo esencial. Sin embargo también es verdad que participar en la Eucaristía sin comunión eucarística no es igual a nada; implica estar siempre relacionados con el misterio de la Cruz y la resurrección de Cristo. Siempre es participación en el gran sacramento, en su dimensión espiritual ypneumática; también en su dimensión eclesial, aunque no estrictamente sacramental. Y puesto que es el Sacramento de la Pasión de Cristo, el Cristo doliente abraza de modo particular a estas personas y se comunica con ellas de otro modo; pueden sentirse así abrazadas por el Señor crucificado que cae a tierra y muere y sufre por ellos, con ellos.

Hace falta, pues, dar a entender que aunque desafortunadamente falta una dimensión fundamental, no están excluidos del gran misterio de la Eucaristía, del amor de Cristo aquí presente. Esto me parece importante, como es importante que el párroco y la comunidad parroquial hagan experimentar a estas personas que, por una parte, tenemos que respetar el carácter indivisible del sacramento y, por la otra, queremos a estas personas que también sufren por nosotros. Y tenemos que sufrir con ellos, porque dan un testimonio importante, porque sabemos que en el momento en que se cede por amor, se comete una falta contra el mismo sacramento y entonces la indisolubilidad aparece cada vez menos verdadera. Conocemos no sólo el problema de las comunidades protestantes sino también de las Iglesias ortodoxas, presentadas a menudo como modelo en el cual está la posibilidad de volver a casarse. Pero sólo la primera boda es sacramental: también ellos reconocen que los otros matrimonios no son sacramento, son matrimonios en modo reducido, redimensionados en una situación penitencial; en cierto sentido pueden ir a la comunión pero sabiendo que ésta es concedida “en economía” -como dicen- por un acto de misericordia que, sin embargo, no quita el hecho de que su boda no es un sacramento.

Otro punto que afecta a las Iglesias orientales sobre estos matrimonios, es que han concedido la posibilidad del divorcio con gran ligereza y, por lo tanto, el principio de la indisolubilidad, verdadera sacramentalidad del matrimonio, queda gravemente herido.

Por una parte, pues, están el bien de la comunidad y el del sacramento que tenemos que respetar; y por la otra, el sufrimiento de las personas a las que tenemos que ayudar.

El segundo punto que debemos enseñar y también hacer creíble para nuestra misma vida, es que el sufrimiento forma parte necesariamente de nuestra vida, en muchas formas. Y éste es un sufrimiento noble, diría yo. De nuevo hace falta hacer entender que el placer no lo es todo. El cristianismo nos da alegría, como el amor da alegría. Pero el amor también es siempre renuncia a sí mismo. El mismo Dios nos ha dado la fórmula de qué es amor: quien se pierde a sí mismo se encuentra; quien asegura su vida se pierde. Siempre es un éxodo y por lo tanto también un sufrimiento. El gozo verdadero es una cosa diferente del placer; la alegría crece, madura siempre con el sufrimiento en comunión con la Cruz de Cristo. Sólo aquí nace el gozo verdadero de la fe, de la que tampoco están excluidos los divorciados si aprenden a aceptar su sufrimiento en comunión con el de Cristo.

41 Readers Commented

Join discussion
  1. Ciertamente es increíble como el hombre divide en nombre de Dios. Nos tratan a los divorciados como si fueramos las ovejas negras de un rebaño impecable, transparente, casi celestial. Yo, en algún momento de mi vida fui catòlica, y digo FUI porque tuve la mala suerte de divorciarme y pasar a ser una especie de persona contaminante para la iglesia catolica y entendí primero y decidí después que mi Dios, el que guardo en mi corazón y al que le debo todo, no era el que me impedía recibir a Jesús en mi cuerpo, como no le impediría al que mató para defender a su hijo o su propia vida, al que nació miserable y porque tenía hambre tomó comida de otros, ni al que ocupó una vivienda por falta de techo, ni a ninguno de sus imperfectos hijos, porque si no… todos ellos y yo seríamos un Dios, ¿no les parece? Sé que hay gente que sufre mucho por estos dogmas de la Iglesia católica, sin embargo, cuando a Carolina de Monaco hubo que anularle el matrimonio por iglesia porque había encontrado un nuevo marido, plata de por medio, la Iglesia se olvido de los «dictamenes divinos » y le dio el OK, entonces, ¿es Dios o son los hombres? Yo, hoy, mujer de 42 años, estoy más convencida que nunca que exiten miles de hombres buenos en la Iglesia, pero son sólo eso: HOMBRES. Las religiones, todas, sólo han divido a la humanidad y la mayoría creen en el mismo ser supremo y sus aliados celestiales, de manera que yo en particular, ya no me siento tan mal, sólo creo en Dios y en mi como persona para tratar de honrar a ese padre que me dio la vida y al que le debo la vida de mis hijos y de todos mis semejantes. En lo que a mi respecta, la Iglesia puede no darnos comunión cien siglos más, a lo sumo, las futuras generaciones se preguntarán en algun momento de la historia ¿qué habrá sido esa organizacion llamada Iglesia Católica? ya que religiones mas visionarias y flexibles, que se aggiornaron a los acontecimeintos de los años que corren, reciben con los brazos abiertos a estos siervos que tuvimos el mal gusto de fracasar. Saludos. Eleonora

  2. Graciela Moranchel on 4 marzo, 2010

    Haciendo un análisis de los documentos eclesiales, nos damos cuenta que el «único» problema que tiene la Iglesia para permitir la Comunión a los divorciados en nueva unión es la vida sexual de la pareja. No es el amor, no es el deseo de formar una nueva familia, no es la convivencia (porque si viven como «hermanos», pueden comulgar). La única condición para recibir la Comunión es que no tengan vida sexual.
    Esa ambición del clero por ejercer el control absoluto en un ámbito tan íntimo y sagrado de la persona como es su vida afectiva (y por ende, su vida sexual), resulta perverso e inadmisible.
    La vida afectiva de una persona (de la cual la vida sexual es una dimensión importantísima) no debería ser objeto de opinión por parte de ningún sacerdote. Cuando se plantean problemas de pareja o de la vida sexual deben ser tratados en un ámbito adecuado, el cual estaría restringido al ámbito de los profesionales de la psicología, o a lo sumo del acompañante espiritual. De ningún modo debería ponerse nuestra vida sexual a disposición de la opinión de ningún sacerdote, o librada a las habladurías de la comunidad.
    Por otra parte, y lo más importante, es comprender que Jesucristo vino a darnos este Pan de Vida para que «todos» tengamos Vida en abundancia, y no sólo un grupito de supuestos «perfectos» o «intachables» moralmente.
    El comulgar con fe y amor sana las heridas, borra los pecados y aumenta la caridad de modo sublime. No está bien negar la Comunión a nadie que se acerque con amor y fe en Dios, quien por medio de este Sacramento nos infunde Vida y nos fortalece en nuestra vida espiritual.
    Los que con una inaudita rigidez continúan manteniendo posturas severas con respecto a la recepción de la Comunión de las personas divorciadas o que viven en una unión sin estar casadas, deberían reflexionar más sobre el sentido del Sacramento, y sobre la voluntad de Cristo.
    Mientras tanto, se escribirán muchas cosas, se emitirán muchos documentos eclesiales, pero el Pueblo de Dios vivirá del lado de la realidad cotidiana, que mucho dista de la letra de los mismos, o tomará otros caminos espirituales más respetuosos de la libertad humana.

  3. ANGEL HUGO GUERRIERO on 5 marzo, 2010

    ACCESO A LA MESA EUCARÍSTICA DE LOS DIVORCIADOS VUELTOS A CASAR.

    La cuestión del acceso a la mesa eucarística de los divorciados vueltos a casar es muy compleja. Debe quedar claro que, por su naturaleza, antes que por ley divina, el matrimonio contraído por personas capaces, con pleno discernimiento, intención y libertad es indisoluble. Por tanto el que después de haberse casado en esas condiciones, sin causa justa, disuelve el vínculo ya sea por decisión unilateral o consensuada, adopta de por sí, una posición ilícita; si mediare, en cambio, una causa justa (hay un sin número de ellas), se encontraría en una situación explicable que lo libera de culpa. En el primer caso las posteriores nupcias, aunque humanamente legales, no son aceptables ni legitimables por ley natural ni divina; en el segundo tampoco, pero aboga en favor de los contrayentes la explicabilidad de su situación, dado que sigue siendo vigente el principio de que no es conveniente para el ser humano la soledad. Que el cónyuge inocente en estos casos pueda o no acceder a la mesa eucarística es una cuestión muy difícil de resolver, cabiendo sólo optar por la conducta que Juan Pablo II expuso en su encíclica Familiaris consortio. Caso similar a este es el de quien –después de haberlo consultado con personas prudentes y sapientes- llega a la conclusión de que su matrimonio fue nulo por vicios de la voluntad al momento de su celebración o ab initio, por falta de capacidad de alguno de los contrayentes para entender, asumir y cumplir con los deberes matrimoniales. En tal caso deberá plantear su caso ante los tribunales eclesiásticos. Si no puede lograr la nulidad por falta de pruebas suficientes su situación es similar a la de quien, acusado falsamente de haber cometido un delito, debe optar por vivir como un fugitivo. Por ende, las posteriores nupcias que contrajere, si bien no resultan aparentemente justas, son más que explicables por las razones antedichas y acceder a la mesa eucarística es una cuestión de plena conciencia, pero remoto scandalo, o sea evitando dar escándalo. Cabe aquí recordar a San Pablo que dijera: es cada uno el que debe examinarse y así coma de esa pan y beba de ese cáliz, porque de lo contrario, come y bebe su propia condenación (1 Cor. 11, 28). Angel Hugo Guerriero. Abogado. Doctor en Derecho Notarial.

  4. Este es ciertamente un tema al cual los católicos le hemos dado muchas vueltas, sin embargo, entrando de lleno y suscintamente a él haría las siguientes consideraciones.
    1.- Partamos diciendo que nadie se casa con la idea de separarse,las razones de sta última decisión no son a mi juicio el tema del debate. Siempre separarse, culpas más o culpas menos es un asunto muy doloroso, para los cóyuges y especialmente para los hijos si los hay.
    2.- No vamos a entrar a analizar las separaciones «espress » realizadas por la Iglesia a algunos personajes de cierta «relevancia» social.
    3.- Las parejas casadas legal y legítimamente por el civil que se separan pueden ser casadas sin ningún inconveniente en una nueva unión por la Iglesia, más aún aquellas que se han unido por otras iglesias cristianas pueden nuevamente casarse por la Iglesia Católica.
    4.- Las personas que habiéndose casado por la Iglesia Católica se separan, no les es negada la comunión mientras no vuelvan a casarse con otra persona por la ley civil.
    5.- Sé de muchas que estando separadas de un matrimonio católico y cohabitando y haciendo plena vida marital con su nueva pareja, mientras no vuelvan a contraer matrimonio, (civil), sí pueden recibir la comunión.

    ¿ En qué quedamos?, ¿Estamos defendiendo el matrimonio indisoluble y la familia respecto del matrimonio por la Iglesia?, o estamos frente a una entelequia inentendible de las apariencias, en desmedro de los que sinceramente quieren seguir participando de la mesa eucarística.

  5. jorge atilio parodi on 19 marzo, 2010

    Estimados amigos, quiero dejar bien claro que la Iglesia tiene su tribunal y el poder si es justa la reclamación por algunas de las partes anular el matrimonio y dar la oportunidad si es que reúne todas las condiciones para anularlo de que esta persona vuelva a casarse para que en su nuevo casamiento pueda comulgar pero no nos olvidemos que el sacramento del matrimonio ES UN SACRAMENTO así que el que engaña a la Iglesia o compra con dinero su anulación podrá comulgar ante los ojos de los demás pero estará haciendo SACRILEGIO YA QUE LA ANULACION LA CONSIGUIO POR MEDIOS DESHONESTOS y se puede engañar a la Iglesia y al mundo PERO NO SE PUEDE ENGAÑAR A DIOS y el sacerdote o autoridad esclesiástica que de una anulación por acomodo o por plata será COMPLICE DE SACRILEGIO cada vez que esta persona COMULGUE. No seamos hipócritas: quien compre o engañe a la Iglesia se estará mintiendo a sí mismo y terminara muy mal YA QUE SE PUEDE ENGAÑAR AL MUNDO PERO A DIOS NO
    QUE LA IGLESIA SE MANTEGA FIRME Y YA TIENE SUS HERRAMIENTAS PARA ANULAR EL MATRIMONIO ACUERDENSE QUE ANTE TODO ESOS OJOS QUE LO MIRAN TAMBIEN ESTAN LOS OJOS DE DIOS

  6. Jesús M. Silveyra on 19 marzo, 2010

    Es una discusión absurda. El Señor se da por entero a quien escucha su palabra y la pone en práctica. Que Dios no separe lo que Dios ha unido. No se trata de generar número sino de estar dispuestos a dar la vida. Amen. Aleluya. ¡Gloria a Dios!

  7. ¡Por favor,dejen de echar leña al fuego!
    Estoy seguro que muchos de los divorciados y vueltos a casar, por caminos que desconozco, entrarán al Reino de los Cielos.
    Pero el problema es la obediencia a la Escritura, a la Tradición y al Magisterio. Ese sería el tema para reflexionar y reflexionar, y sobre todo, para vivir. Muchos santos pueden inspirarnos en ello.
    Ya sabemos qué hicieron ellos – aunque nosotros no lo hagamos -: aceptar el Magisterio, estar muy cerca de los que por eso pasan, silencio, penitencia, y orar, orar.
    ¡Recuerden a un beato reciente – martir de la caridad intelectual -, Antonio Rosmini!
    Saludos, Agustín E. Caeiro.

  8. ¡Por favor, dejen de echar leña al fuego!
    Estoy seguro que muchos de los divorciados y vueltos a casar, por caminos que desconozco, entrarán en el Reino de los Cielos.
    En lo que habría que reflexionar y reflexionar hoy, es en la obediencia: a la Escritura, a la Tradición y al Magisterio. Esa es nuestra falla. Imitemos en ello a Cristo Jesús, a los santos. No caigamos en la teoría de la justificación de la transgresión.
    ¡Cuidado con la responsabilidad de los intelectuales y de los comunicadores!
    .Saludos, Agustín E. Caeiro.

  9. Patricio on 19 marzo, 2010

    Por un lado es clara, muy clara, la doctrina habitual de la Iglesia, pero la digo de otro modo para poder ridiculizarla al extremo: si hay sexo, sin matrimonio sacramental mediante, no hay posibilidad de acceder a la comunión eucarística. Y si hay sexo en el matrimonio sacramental, debe estar «abierto a la vida» para que los cónyuges accedan a la comunión. Ahora, si hay matrimonio (o pareja o lo que sea), sin relaciones sexuales mediante, ok, adelante.
    Esta última opción está buena, porque le abre las puertas a todo tipo de parejas que vivan como hermano y hermana, o hermana y hermana, o hermano y hermano, ¿por qué limitarnos al sexo heterosexual? Sí, estoy siendo irónico.
    Entiendo y defiendo la sacralidad de la eucaristía. Que quede claro. No entiendo por qué los requisitos, que tan abiertamente contradicen otras partes del Evangelio, tan válidas como la sentencia de Jesús sobre el matrimonio: la mesa compartida con los pecadores y publicanos, la acogida a los excluidos por el sistema religioso y social, el escándalo de dejarse tocar (y, por lo tanto, tocar) a la pecadora de Lc 7; las invectivas contra los escribas y fariseos que ocupan la cátedra de Moisés… Si vamos a ser estrictos, seámoslo seria, consecuentemente.
    Hasta donde lo veo -sin querer cuestionar o no la moralidad, que, en última instancia, es una construcción de partes-, lo que se maneja detrás de esta cuestión es nada más que poder. Y del peor. Poder que dice quién puede o no alimentarse; poder que impone la carga (el yugo, con-yuge) del matrimonio sacramental o del celibato (no necesariamente sacramental o religioso) a todos quienes quieren participar de la mesa. Poder que denota afán de dominio y control, no sólo de las conciencias, sino de los cuerpos de las personas.
    Herencia del agustinismo, que impregnó toda herejía de todo sector, seguimos deudores de la materia, de la corporalidad, de la imposibilidad de desligar la sexualidad libre, responsable y ordenada, monogámica, de la noción moral de pecado.
    Herencia de esquizofrenias cuerpo-mente, que desde la infancia-adolescencia nos torturan y deforman la conciencia, id est: si me peleé con mi madre, le deseé la muerte y me fui pegando un portazo, cuando mucho me toca el purgatorio; pero si con trece años, las hormonas en vuelo, el deseo a flor de piel, me masturbé, infierno por toda la eternidad. Algo, muchas cosas, me hacen ruido, mucho. Y un ruido molesto.
    Sé y defiendo la sacramentalidad del matrimonio; sé y defiendo que el ser humano del siglo XXI ya no vive como en la edad media: ni tanto tiempo, ni se casa a los 15 años, ni con los valores cristianos impregnando y permeando todo. Entonces, ¿qué sucede cuando alguien, en situación irregular, se convierte al evangelio sinceramente?. De inmediato queda afuera, sin que medie palabra, le cae el peso de la ley, sin hiato temporal, el mismo Jesús que le revela el rostro materno, misericordioso, del Padre, por medio de su Iglesia, lo excluye de la mesa… Hay algo que no anda, que traba la lógica, que desfigura la buena noticia del Reino.
    Y no lo tengo resuelto, sólo planteo mis propios interrogantes y contradicciones.

  10. Leonardo J. Salgado on 19 marzo, 2010

    Me pareció muy valioso y esclarecedor el debate. Creo que, en muchos casos, fundamentalmente la reflexión final del teólogo moral, puede ser muy consoladora para muchos. Felicito a la revista por encarar este tipo de cuestiones. Me parece una actitud valiente y que evita considerar a los lectores como niños fácilmente escandalizables y que no tienen capacidad de discernimiento. Muchas gracias.

  11. Christian Doyle on 19 marzo, 2010

    Dios, el ser superior, la divinidad, etc. habita en cada uno de nosotros y nos quiere a todos por igual. La Iglesia, en los últimos siglos, se ha dedicado a tergiversar bastante las enseñanzas de Cristo. Como seres humanos podemos cometer errores. Lo importante es estar consciente y aprender de ellos, como también arrepentirnos relamente de los mismos.

    En este sentido estoy totalmente de acuerdo con el comentario de Georges-Michael Darricades. Creo que nadie se casa con la idea de divorciarse. Las personas cambian, y a veces cambian juntas y hacia el mismo sentido o no. Sinceramente considero que romper un matrimonio por cuestiones lícitas y de mutuo acuerdo no tiene nada de malo. De esta manera cada persona puede seguir con su vida sin mortificar al otro.

    A veces es lamentable ver como la Iglesia, que habla de amor, de perdón y de comunión puede, de manera bastante subjetiva, aislar y condenar seres humanos. Sinceramente creo que no entendieron una parte importante del mensaje de Cristo… lamentable.

  12. maira del carneb jalel on 19 marzo, 2010

    Creo que la mente de los seres humanos debe estar mas abierta a los cambios de los tiempos que corren. Terminar con una pareja que no cumplía tus expectativas y comenzar con otra que te da felicidad no está mal para nadie. Si vos sos feliz hacés feliz a los que te rodean y por más documentos que analicen las personas y juzguen lo que está bien o mal, el amor de Dios para con sus hijos va mas allá de los papeles.
    La Iglesia tiene que tener una apertura a todos estos cambios, sino no tendrá tantos adeptos, a nadie le gusta ir donde lo juzgan y no es bien recibido, sobre todo cuando uno toma una decisión tan importante en su vida. Vuelvo a recordarles que Dios es amor.

  13. Eduardo Caputo on 19 marzo, 2010

    Después de haber estudiado y discutido el tema, considerado ésta posición de la Iglesia, como tantas otras, absoluta e innecesariamente hipócrita y arbitraria. Qué necesidad hay de «decir» que quieren incorporar y convocar a los divorciados en esa situación si en realidad no los aceptan, son discriminados ya que pueden llagar hasta ahí, y no dar un solo paso más, ya que la Comunión no. Señores sacerdotes (sobre todo), deberían recordar que la Santa Eucaristía es una manera de agasajar al Señor, no despreciarlo cuando nos invita a compartir su Cena, o acaso ustedes cuando son invitados a la casa de algún amigo a cenar desprecian la comida con la se los quiere agasajar? Lo digo desde mi matrimonio con cuatro hijos, no como en una confesión algún resentido sin la menor idea me dijo que seguro yo estaría en esa situación. Ahí está la falla, en que los que defienden esta posición se creen con el derecho a pontificar desde más arriba, por eso cada vez somos menos los católicos, por eso cada vez estamos más lejos y debemos quedarnos con lo Jesús dijo y no con lo que nos quieren hacer creer en la Iglesia de los hombres. Si yo estoy de acuerdo con no dar la Comunión en estos casos, no debo mentir acariciándo la espalda por un lado y negando por el otro.

  14. Horacio Castro on 19 marzo, 2010

    La Iglesia parece fusionar en uno dos temas.
    Uno exclusivamente matrimonial.
    Sobre que la Iglesia tenga que aceptar la disolubilidad del matrimonio cuando un católico casado se divorcia civilmente y aun contrae nuevo matrimonio.
    O sobre su situación familiar cuando vive en concubinato.
    El otro tema corresponde a la posibilidad que tiene cada católico- con su voluntad y necesidad- de ser visitado por el Señor mismo en el sacramento y sentir la cercanía de la comunidad eclesial participando de la Eucaristía y recibiendo la sagrada Comunión.

  15. Opino que los divorciados y separados deberían poder comulgar. Como todos los sacramentos que recibimos siendo adultos, el Matrimonio depende de la conciencia y la libertad de cada uno, las cuales solamente las personas involucradas pueden evaluar.
    Si su conciencia los impulsa a comulgar y no sienten estar cometiendo un pecado, deberían poder comulgar. Al no permitirlo, estamos impidiendo a muchas personas de buena fe recibir la gracia de Jesús . Él mismo dice en el Evangelio que no vino a juzgar ni a condenar, sino a salvar.
    Cuando digo «estamos impidiendo» es porque la Iglesia la formamos la comunidad de creyentes.

  16. Maria Masquelin on 19 marzo, 2010

    Me pregunto: Cuando comulgamos, los hacemos los cristianos individuos, o lo hace el matrimonio? Cuando nos brindamos en cuerpo y alma a la fe, aún en aquellas situaciones en las que nuestra fe no haya sido «moldeada y administrada» por las vías tradicionales, (es decir habiendo recibido la formación adecuada), hemos de ser considerados individuos o pareja o matrimonio «non gratos» por la institución de la Iglesia? Evidentemente cada caso es único y complejo. Cada uno de nosotros los que hemos elegido la instancia del divorcio, y para algunos de los que volvimos a contraer matrimonio, aunque sea de forma civil, no merecemos la oportunidad de encontrar nuestro grano de paz? De poder construir un arca que nos albergue, de continuar la marcha hacia el preciso momento de nuestra salvación, de cobijar y permitir el crecimiento de la fe, de compartir la mesa con Él, quién nos mostró la marca del amor, la línea de la justicia,el sello de la conmiseración, el valor de la fe, la misma marca de nuestra debilidad ante los momentos de difícil y compleja disyuntiva de la fe incondicional?
    Se espera que nos entreguemos por completo a Dios, pero se nos imponen condiciones de todo tipo para pertenecer a Dios. Si he sido capaz de guardar en mi más profundo ser la esencia más pura e inocente de la Fe (la que quizá a ojos de las instituciones merezca el mote de ignorancia pero que yo reconosco como pura, inocente, la misma que recibí en la pila bautismal), no puedo aceptar no sin gran dolor, e incomprensión, el sentirme (mi persona y mi núcleo familiar) confinada a un estado de casi exclusión, sujeta a prueba, contemplada con cierto exceptisimo, sintiendo que algún tipo de mancha empaña mi buena fe. Acaso no sufrimos de forma muy dura las consecuencias de un acto como el de la separación y posterior divorcio, no sufrimos los efectos de deber continuar el camino de la educación de nuestros hijos y la búsqueda del equilibrio en nuestras sociedades? Es tan difícil de aceptar que quizá cuando buscamos a Jesús, es porque nuestro amor por Él es más fuerte que nuestro dolor? Que queremos demostrarle nuestra voluntad de renovar y fortalecer nuestra fe hacia Él?
    Sé que Cristo me ama, me perdona porque entiende mis debilidades, conoce mis frustraciones y pacienta ante mis intentos de reformarme y lograr el éxito de mi camino a la Fe, pero me duele que los hombres que hablan por él juzgan cómo la comunidad debe comportarse para conmigo. Me duele que mi hija sienta desconfianza hacia la Iglesia pues se siente objeto de una relación que no es del todo legítima en la comunidad cristiana. No puedo evitar que ella a veces sienta enojo y rencor cuando se le ha enseñado el Amor verdadero y luego se le muestra una cara poco simpática de cómo ese Amor es condicionado.
    Aquí habla mi corazón. La razón no merece intervenir, puesto que este debate ya ha tratado largamente la situación. Mi razón no puede entender las tantas consideraciones y argumentaciones que intenta justificar la Institución eclesiástica, cuando a diario somos testigos de situaciones injustificables y hasta teológicamente torpes para explicarnos lo que hombre-ciencia, hombre-sociedad o simplemente hombre de Fe o hacia la Fe representan en la sociedad del siglo XXI.
    Todo esto si bien resulta ríspido para mi persona sensible, no deja de fortalecerme y ayudarme a continuar de alimentar mi Fe personal hacia Dios, grande, amoroso, que conoce mi misterio, que me guía en mi propio destino, aunque yo no sepa alguna vez como interpretarle. Él está allí y no importan las excusas de los hombres, yo estoy con Él y espero que me muestre el sendero…

  17. Sàsha Da Silva on 19 marzo, 2010

    Estimados Señores …

    Luego de leer vuestra extensa Nota Periodística me pregunto en que Situación me encuentro yo ante Dios; Soy una Mujer portadora de Fe que desde hace muchos años he dedicado su vida a la Pastoral Social y trabajado como Voluntaria en todas aquellas situaciones en que me han buscado para ayudar y dar Testimonio de Dios a la Comunidad, pero cuento en mi Haber Individual con un Matrimonio disuelto (67 Bis) por Infidelidad de mi primer esposo e incompatibilidad de caracteres, desde hace treinta años. Seguidamente hice «Votos de Castidad» durante diez años hasta que conocí a mi segundo esposo con quien me case legalmente hace veinte años – luego de un año y medio de noviazgo y a los siete años de convivencia conyugal he decidido separme de cuerpo y alma (ya no legalmente) y si bien mantengo con él una relación afectiva humanitaria por ser un señor muy mayor a quien no se le puede pedir un divorcio, no convivo con él en su hecho, ni en la misma casa dado que me he mudado y nuevamente me he propuesto hacer Votos de Castidad hace quince años. Entonces me pregunto; si me confieso como manda la Santa Iglesia Católica y mantengo una vida practicamente inmaculada de honestidad, solidaridad y respeto por los Valores Morales… ¿Es justo que no me permitan comulgar?

    Que es lo que religiosamente deberia hacer para no estar en Pecado???

    Respondan por favor.
    Mil gracias
    Que Dios los bendiga!!!

    Sásha Da Silva

  18. Guillermo Battro on 21 marzo, 2010

    Es difícil entender porque la Iglesia se opone a la comunión de los divorciados vueltos a casar, cuando ha sido firmemente reafirmado por el Magisterio el criterio que es la conciencia individual el juez último de los actos en las personas ( » Dignitatis Humanae» : el hombre….tiene obligación de seguir fielmente esa conciencia en toda su actividad. Por lo tanto, no se lo puede forzar a actuar contra su conciencia, ni se le puede impedir que actúe según esa conciencia, sobre todo en lo religioso… )

    El acto de divorciarse y casarse nuevamente implica un juicio moral individual, donde intervienen múltiples factores psicológicos, sociales, emotivos, situaciones especiales, culturales, religiosos etc que pertenecen al íntimo ámbito e inviolable de la conciencia de cada uno . «Este derecho se funda en la naturaleza misma de la persona humana y ….permanece aún en aquellos que no cumplen la obligación de buscar la verdad y adherirse a ella.(DH 2)»

    A m juicio, la Iglesia no puede atribuirse la capacidad de conocer y juzgar la valoración moral de los actos de cada persona, como para impedirle el acceso a los sacramentos salvíficos. » La Ley es para el hombre, no el hombre para la Ley»

    Guillermo Battro

  19. Isidoro Cardenas on 21 marzo, 2010

    No soy teólogo, pero he visto que cuando la Iglesia, a lo largo de la
    historia, le niega los sacramentos a alguien, procede a excomulgarlo. Si eso es así, habría que excomulgar automáticamente a todos los divorciados y vueltos a casar, al negarsele la comunión. Por otro lado, la Iglesia hoy en día manifiesta que los divorciados vueltos a casar, a pesar de su situación, siguen perteneciendo a la Iglesia.
    ¿Alguien me lo puede explicar?
    Isidoro Cárdenas

  20. Entiendo todos los argumentos y ha sido tema de muchas conversaciones con familiares y amigas en esa situación. En algunos casos creo que habría causa de nulidad, pero no quieren tomarse el trabajo de iniciar el proceso.
    Puedo contar el caso de una amiga que esperó 5 años a que terminara el proceso de nulidad, yendo a misa todas las semanas, y diciendo en su corazón «¿Cuándo Jesús podré volver a recibirte?». Su actitud me hizo pensar mucho y lamentablemente la comparé con las de mis familiares que se quejaban de que la Iglesia los marginaba. En ella econcontré rectitud de intención y amor a Jesús, y por eso mi amiga entendía que el amor pleno de la entrega total de Jesús en la Eucaristía requiere de su propio amor pleno y de aceptación de su Voluntad. No se consideraba con derecho a la comunión, porque no es como el salario, que se nos debe en justicia si trabajamos. La comunión es una gracia inmerecida, para todos. En las otras largas charlas suelo encontrar mucho amor propio y orgullo herido, no suelo ver un deseo de amar a Jesus y por eso unírsele en intimidad. Ven la comunión como un merecimiento, o como un bálsamo: «no hice nada malo». Mi amiga humilde tramitó su nulidad, y a las tres semanas se estaba casando, en sencilla ceremonia, llorando a mares, pudiendo tener luego de tanto tiempo esa plena unión con su Amado: no le importaba tanto en ese momento su pareja, con quien convivía hacía mucho tiempo.
    No es un problema sexual, es simplemente entender qué (Quién) es la Eucaristía, y así como el matrimonio no admite terceros, el Amor de Jesús pide entrega plena. Los casos particulares, los dejo en manos de los pastores. Pero adelanto que siempre me resulta sospechosa la actitud de quienes reclaman derechos y no se preocupan de sus deberes.

  21. Clara I. Gorostiaga on 21 marzo, 2010

    Dada la diversidad de situaciones, personas y parejas me parece importante que sea el sacerdote, en el marco del sacramento de la Penitencia, quién les dé o no el permiso para comulgar.

  22. ernesto chaneton on 21 marzo, 2010

    La cuestión en debate pareciera ser una verdadera lucha entre quienes pretenden ampliar el horizonte católico, y quienes desean cerrarlo o mantenerlo cerrado y ambos citando las escrituras.
    No pareciera que las enseñanzas de Cristo fueran de expulsión.
    En cuanto a las opiniones de mantemiento de la situación actual creo confunden al divorcio con la nulidad matrimonial, aun cuando esa confusión provenga del mismo Papa. La nulidad canónica, decretada que sea, admite el nuevo matrimonio, por que el anterior, es razón de su nulidad, no ha existido.
    Desgraciadamente y digo así porque el divorcio resulta por lo general una verdadera mutilación, un dolor dificil de superar por las expectativas que se han puesto en la unión. Pero el mismo existe y ha provocado que lo se tenga en cuenta en todas las legislaciones jurídicas internacionales. Y también es cierto que nunca es culpa de uno sólo únicamente (perdón por los términos tautológicos), sino que se reparten en porcentuales dentro de la pareja. Y ese dolor puede ser superado por el nuevo amor de pareja, sin detrimento de los hijos venidos y por venir.
    Sería bueno, entonces, que los católicos ante tan adversa situación, además de consultar a sus amigos, psiquiatras o psicólogos, pudiesen ser acogidos por un sacerdote y … ¿reintegrados? (¿alguna vez se fueron?) a la vida eucarística.
    Advierto, soy abogado, y llevo casado treinta y un años.

  23. Fernando Bellocq on 21 marzo, 2010

    Pienso que la Iglesia tiene que revisar, no tanto la indisolubilidad del matrimonio, sino la clasificación que hacemos en el tema moral del pecado. Solemos decir que estas parejas se encuentran en «estado» de pecado y las juzgamos así desde una categoría estática. De la misma manera que no es cierto que alguien viva en «estado» de gracia, tampoco lo es que otro puede ser fijado en el pecado. La gracia de Dios y el pecado conviven en nosotros como realidades dinámicas. Quiero decir que no somos ni negros ni bancos; todos somos grises. La conciencia de cada uno tiene que tener un papel más preponderante frente a la comunión.
    Decía Jesús que para comulgar hay que estar reconciliados con los hermanos. No puede haber comunión eclesial sin comunión eucarística (en esto diciento con Familiaris Consortio), ni comunión eucarística sin comunión eclesial.

  24. María Inés on 21 marzo, 2010

    Creo que la Iglesia demuestra una falta de análisis de las situaciones de los distintos casos, poniendo de este modo a todos los casados en segundas nupcias en una misma bolsa de gatos. Existe una diferencia muy grande entre aquellas personas que les da lo mismo separarse, unirse luego y volverse a separar más tarde y las personas que les interesa practicar la religión y que se han casado/a en primeras nupcias con un divorciado/a, (ej mi caso). O el/la que lo/a han engañado y por este motivo se ha roto el vínculo. ¿Qué sucede en este último caso? ¿Tiene que estar condenado a no recibir la eucaristía por culpa de otra persona?
    Lo que sostengo es que Dios es inmensamente misericordioso y quiere la felicidad para todos nosotros, por lo tanto, ante sus ojos, yo me siento en paz. Son los sacerdotes de la iglesia, el Papa, los obispos, etc, los que no se atreven a contemplar esto, vaya a saber por qué (ignorancia, temor, qué sé yo). Es más, siento que los sacerdotes no te hacen sentir cómoda con este tema, sino que poco hacen para hacerte sentir parte de la Iglesia (ERROR GARRAFAL QUE CON EL TIEMPO SE LAMENTARAN POR LA FALTA DE FIELES).
    Creo que la Iglesia católica tendría que reflexionar más profundamente sobre este y otros temas.

  25. Estela Arze on 24 marzo, 2010

    La Iglesia le pasa la factura a los que se divorcian por algo que nunca les vendió: FORMACIÓN PARA EL MATRIMONIO. Se saca de encima la responsabilidad que tiene aplicando un castigo a alguien a quien nunca se lo puso al tanto como correspondía de lo que era vivir un matrimonio cristiano, que es mucho más que casarse por Iglesia.
    Mientras que para ordenar a un sacerdote se necesitan mínimo de 7 años y vida en común, a un religioso o religiosa 8 o 10 hasta los perpetuos y avida en comunidad también… a los novios se les exige 3 charlas rutinarias y ya sabidas para recibir el sacramento. ¿No les parece abrumadora esta diferencia? ¿Es acaso el matrimonio un sacramento tan poco valorado que con 3 charlitas alcanza y que si conocemos al cura parroco nos firma sin que tengamos que asistir? ¿Cómo no va a haber divorcios si los que se casan no tienen idea de lo que es un matrimonio cristiano? Nunca se puede separar lo que Dios a unido… pero yo me pregunto: ¿cuántas parejas «casadas por la iglesia» estan unidos por Dios y no por el interés, la presion social, el vestido blanco, la fiesta…. el dinero…?
    ¿Por qué un sacerdote con dispensa se puede casar por Iglesia como si nunca hubiera estado del otro lado del altar y un divorciado no se puede volver a casar? ¿Por qué esta diferencia entre los sacramentos? ¿Acaso el sacerdote no lo es para siempre al igual que el matrimonio? ¿Por qué el «sacerdote para siempre» sí se puede casar y no el divorciado? Para mí esta situación es inexplicable. Tengo un amigo divorciado que no se puede volver a casar con su nueva pareja, que es testigo de casamiento de su mejor amigo, ex sacerdote que sí se pudo casar. Padre Irrazabal…¿podría explicarme la diferencia sacramental, teológica y jurídica de estas diferencias tan absurdas?

  26. Nicolas Martin Leiva on 25 marzo, 2010

    Voy a ser muy breve y aclarar, ante todo, que estoy próximo a cumplir 60 años de matrimonio con mi esposa, felices y llenos de amor.
    1. Creo que si la Iglesia exige un año de catequesis para la 1a. Comunión o la Confirmación, no puede otorgarle sólo 2 o 3 fines de semana a la preparación para el matrimonio. Conclusión: Tomemos en serio desde la Jerarquía al Sacramento del Matrimonio
    2. Durante muchos años en diócesis muy próximas hubo un sacerdote, encargado de recibir los documentos destinados a probar una nulidad que NUNCA les dio curso por considerar que no correspondía hacerlo. Había sacerdotes de la misma diócesis que aconsejaban presentar tales documentos en una diócesis vecina.
    3. ¿Será necesario negar el sacramento a quienes el sacerdote considere no aptos para recibirlo, aunque haya un embarazo en curso?
    En caso de larga convivencia o de existencia de matrimonio civil previo, ¿podrá aconsejarse seguir en la misma condición por el tiempo que el sacerdote considere necesario, aunque ello implique «vivir en pecado»?
    Finalmente, ¿qué similitudes o diferencias existen entre los casos de divorcio y las reducciones al estado laical entre los sacerdotes?
    Hay más tela que cortar en el tema, pero dejémosla para más adelante.

  27. Jesús M. Silveyra on 29 marzo, 2010

    Quisiera preguntarles si conocen lo que significa la Comunión Espiritual Sería muy bueno que la Revista Criterio sacara en el futuro algún artículo al respecto, ya que es un tema que no está bien comunicado a los fieles. Por la comunión espiritual cualquier persona puede comulgar espiritualmente con el Señor, abriéndole su corazón. «Y el Señor que ve en lo secreto lo recompensará».

  28. Graciela Moranchel on 31 marzo, 2010

    Jesús no nos dejó su Cuerpo y su Sangre para que hagamos «comuniones espirituales», sino para que «comamos y bebamos» de verdad y sensiblemente «todos». Porque el comer y el beber son el requisito «sine qua non» para alcanzar la Vida Eterna. «El que no come la carne del hijo del hombre y no bebe su sangre, no tendrá Vida Eterna» (cf. Jn 6).
    Las «comuniones espirituales» se han inventado y se hacen en los casos en los que no es posible celebrar la Eucaristía como Dios quiere, por razones excepcionales. El Pan y Vino Eucarísticos están para ser «consumidos» por los que viven en la fe en el Hijo de Dios y en su amor. Sería desvirtuar el sentido del sacramento si sólo adoráramos a Cristo en la Hostia Consagrada o si no comulgáramos. Por otro lado, no es un sacramento para supuestos «puros» o «perfectos», sino para los «débiles» que necesitan de la fuerza de Dios. De modo que recurrir a las «comuniones espirituales» es otra de las deformaciones en las que tantas veces cae nuestra espiritualidad.

  29. Estela y Rubén on 2 abril, 2010

    Somos una pareja de divorciados en nueva unión desde hace 21 años y en un encuentro para divorciados en nueva unión hubo una verdad reveladora que hemos dejado heche raíces en nosotros: Dios te creó porque te ama y lo hizo a su imagen y semejanza.
    Aprendimos que estamos llamados a ser testimonios del amor de Dios, a vivir en ese amor y en el amor de la Iglesia con libertad, responsabilidad y verdad.
    Salimos del encuentro renovados y con el firme propósito de iniciar nuestro camino de conversión y crecimiento en la fe en compañía de nuestra comunidad.
    Es verdad que no recibimos la comunión, pero preparamos nuestro corazón para cuando llegue ese momento, que sabemos será en el tiempo y en la forma que el Espíritu Santo nos tiene preparado.
    Dios nos estuvo llamando a cada momento y tomamos conciencia de su llamado cuando un grupo de sacerdotes y laicos nos guiaron al encuentro con Él, cuando nos mostraron los sí que teníamos como hijos de Dios, que tenemos una misión que cumplir y que la nuestra es estar con la familias que sufren conflictos ayudando a contener, acompañar y a descubrir sus propias potenciallidades con una escucha atenta y desprejuiciada.
    Deseamos que estas líneas sean para los divorciados en nueva unión un modo diferente de ver el tema y un mensaje para que busquen una afectiva y efectiva participación en la vida parroquial de su iglesia. Un abrazo en Cristo. Estela y Rubén

  30. fabian pascual on 5 abril, 2010

    Siempre me ha llamado la atención el hecho que ciertos pecados, aún gravísimos, por el hecho de ser de ejecución instantántea, admiten el perdón y la posterior comunión.
    En cambio otros pecados, por ser de ejecución continua, excluyen la comunión.
    Se podría dar el caso de genocidas comulgando. Y divorciados u homosexuales sin poder tomar la comunión.
    Me parece un caso de justicia paradojal.
    Creo que la Iglesia debe esforzarse por dar una solución lo más equitativa posible.
    Y que debe primar la misericordia, pues si Dios es exponencialmente misericordioso, no veo por qué su Iglesia no ha de serlo.

  31. julian nvas on 18 abril, 2010

    Yo estoy casado por lo civil con una mujer separada que ha sufrido mucho, maltratada, abandonada a ella y a su hija y ahora tenemos una niña más. Vivo en la diócesis de Alcalá de Henares, católico, canto en el coro parroquial, pertenezco a dos hermandades y soy feliz y estoy enamorado de mi esposa. A ambos nos niegan la comunión por este tema. Creo que el amor de Dios es tan grande que seguro estaría a mi lado y no al lado de los curas y demás, yo no hago ningún daño; al contrario, somos una familia cristiana que no sé si los hombres y mujeres que dirigen la Iglesia saben lo que es, Jesús estaría a mi lado y no al lado de ellos que te señalan con el dedo y tiran la primera piedra. Hay curas que no están limpios de conciencia para juzgar a nadie ni poner trabas a la fe y el amor a Jesús que nosotros tenemos, solamente hacen que cada vez nos vayamos de la iglesia. Hacen falta sacerdotes y dirigentes valientes para ver en los hermanos la fe y el amor a Cristo y no negar algo que es muy importante para mí. Mi hija va hacer la comunión en mayo y no podemos comulgar con ella por ser malos; esto no es normal en la vida que estamos viviendo. Quiero terminar diciendo que Dios acoge a todos, que Dios es amor y no lo que dice o hace la Iglesia. Estoy muy defraudado con mi Iglesia veo cosas muy malas. A Bono se le da la comunión, al rey también, y han firmado la ley del aborto, pero a mí, un pobre creyente, no. Dios no es así.

  32. adriana molinaro on 4 junio, 2010

    Queridos hermanas y hermanos laicos y religiosos : me alegra que los católicos nos animemos a debatir desde el respeto por todos y cada uno , desde la infinitud de la Verdad , desde la riqueza de la diversidad y desde la originalidad del encuentro personal con el Dios Vivo . Con ese espiritu les comparto humildemente mi experiencia . Amo a Jesús profundamente y trato, conciente de mis fragilidades , de vivir según sus enseñanzas . Soy divorciada porque me equivoqué al creer que la persona con la que me uní en el sacramento del matrimonio era sincera en sus intenciones . Antes de iniciar el trámite del divorcio civil prioricé averiguar el procedimiento para iniciar el juicio por nulidad del sacramenteo , en Bs As en mayo de 1992. Inclusive el padre de mis entonces pequeños hijos iba a ser uno de mis testigos y el psicólogo católico con quien intentamos una terapia para sanar la pareja sería otro de los testigos . El motivo invocado era » vicio de personalidad » . El secretario del juez eclesiástico que me recibió recorrió rápidamente las respuestas al doloroso y exhaustivo cuestionario que hay que completar para iniciar el trámite , y sin más descalificó , per se , el caso porque mi párroco patrocinante era un religioso pasionista , de la Pquia. Santa Cruz . Se esforzó por descalificar cada una de las justificaciones que exigía a mis respuestas , llegó a decirme » la falta de amor al momento de recibir el sacramento no es uno de los motivos válidos reconocidos por la Iglesia » para terminar con un lapidario » estos zurditos ¡¡» . Cuando le dije que había efectuado una consulta con un abogado eclesiástico y que no podía afrontar el pago de sus honorarios , me dijo : » si quiere inténtelo con los defensores de pobres pero no va a tener suerte » . Sentí entonces el peso de un modelo cultural deshumanizado y deshumanizante , un estilo que privilegia ocupar el trono en el relato del Juicio a conmoverse y bajarse del caballo para ocuparse del herido en el relato del Buen Samaritano . Habiendo transitado ya durante un año la violencia moral que desembocó en una separación conyugal definitiva , a esa altura , frente a la dureza de corazón de este sacerdote , yo ya no tenía fuerzas para seguir «justificando y argumentando » y me retiré llorando . Fui a orar a la Catedral , me arrodillé frente a Jesús Crucificado , le expresé cuánto lo amaba , sentí un calor abrasador y Su cercanía me dio paz y tranquilidad . Con la conciencia de saberme amada por mi Creador , fui tomando fuerzas para criar a mis hijos, trabajando 10 a 12 horas fuera de casa , y la comunidad parroquial me ayudó a perdonarme y perdonar , a retomar la búsqueda de la Sabiduría en el Evangelio trabajando y compartiendo , por mí y por otros. Un tiempo después conocí a mi actual esposo , en ese momento viudo con una hija adolescente , en servicios solidarios , y desde hace 16 años nos acompañamos en la vida , abrazando la Cruz a veces y ayudando a otros a cargarla otras , corrigiéndonos fraternalmente , perdonándonos 70 veces 7 , redescubriéndonos , aprendiendo todos los días a ser felices al estilo de las Bienaventuranzas . Por eso hermanos les comparto humildemente esta experiencia en la búsqueda del Reino por la cual concluyo en que somos todos responsables de la felicidad propia y la del hermano ya que con ese fin hemos sido creados . Desde esta mirada , creo que en la medida en que cada uno crezcamos en la madurez de la fe y seamos coherentes en la experiencia del Amor , recibiremos del Espíritu el gozo del ejercicio de la libertad para discernir cómo aceptar el desafío de tener vida plena en abundancia . Paz y bien . Adriana Molinaro 54 años .

  33. anonimo on 26 julio, 2010

    Hermanos, todos aunque yo no soy de su misma doctrina,si de su misma fe,la fe en Jesucristo, nombre sobre todo nombre, sólo quiero aportarles mi humilde pensamiento.
    Veo un tema de conversacíon muy dolorosoy yo tenía 2 años en unión libre,y ahora 3 más ya casada. La palabra es clara cuando nos educa en el tema matrimonial que es para toda la vida, hasta que la muerte nos separe,y si el conyugue te es infiel, tienes la libertad de pedir divorcio y volverte a casar, pero si tu fuiste el infiel,y sólo por esta causa si no hay perdón, puedes arepentirte pero debes pagar por tú falta,sirviendo al Señor,mas no volver a casar hasta que el conjugue,muera. Esa es la palabra del Señor,sin embargo, una cosa es inrumpir y quebrantar la voluntad de DIOS y otra es no recibir el perdón de DIOS,pues no es lo que a mi me parece es lo que DIOS determinó para los hombres,recordemos que nuestra vida es pasajera en esta tierra. Si amamos al señor,debemos entender una cosa,si te pusieran a escoger entre morir a ti mismo,y seguirlo a él,o beneficiarme yo y quebrar sus mandamientos,debemos entender que no debemos juzgarnos a nosotros mismos,pues sólo el, santo, puro y perfecto, juzgará a cada uno según sus obras, sin mentiras y desnudos delante de EL. No nos tomemos atribuciones que nos nos coresponden,el es fiel y justo para perdonarlos,y el amor cubre multitud de pecados. Si en tu corazón hay arrepentimiento, todo pecado es hechado afuera cancelado,y perdonado por DIOS, has pedido perdón a las personas que has herido con tus acciones, ya que pedir perdón a quienes hemos lastimado es parte del proceso de arrepentimiento. No creo en un arepentimiento en donde yo me enguajo y me libero y al paso no has hecho nada por curar las heridas que sangran de tú projimo,
    llámese ex esposa e hijos. Ellos también son personas y a ellos también les falló la confianza, no olvidemos a los niños,que esperaban tener la protección de sus padres,y algún día ellos mismos lo llegarán a ser.
    Cuando nos olvidemos de nosotros mismos,y pensemos más en los que DIOS depositó en nuestras manos,estaremos viendo mas de cerca a DIOS.

    EN RESUMEN, a los que les fallaron perdonen y renueven votos matrimoniales si es su deseo.
    A LOS que fallaron, procuren con todo su corazón no volverlo hacer y amen las cosas celestiales,sirviendo en todo al Señor.
    Y para los que ya están con nuevas relaciones ilicitas,crean que SI HAY ARREPENTIMIENTO HAY PERDÓN.
    Y PARA LOS QUE TIENEN ESPOSA U ESPOSO LUCHEN HASTA EL FINAL POR SU UNION,DEFIENDALA CON AMOR,COMPRENSION,HUMILDA,Y BUSQUEN AYUDA CUANDO LA NECESITEN,APRENDAN DE OTROS,PERO SOBRE TODO NO MIREN EL PUNTO NEGRO EN LA SABANA BLANCA,MIREN LA SABANA BLANCA EN EL PUNTO NEGRO.LES AMO EN EL AMOR DE CRISTO.

  34. anonimo on 26 julio, 2010

    gracias y bendiciones

  35. Raúl Ulloa on 1 agosto, 2010

    Me parece interesante este debate, El asunto de la no comunión sacramental en los separados con segunda unión, me cuesta. Hay casos en que la segunda unión es veredadero matrimonio: hay hijos, estabilidad, amor, seguridad. Intento convencer acerca de la comunión de ánimo, de corazón, de búsqueda, pero las personas sienten nostalgias de la Eucaristía. El Pastor no suele discernir con el penitente, con mucha rapidez niega el acercamiento a la Eucaristía. Por otro lado el Proceso de la posible nulidad es tan complejo que no todos pueden acceder.

  36. Federico gana Johnson on 2 agosto, 2010

    Soy cristiano, no tengo claro (no tengo a quién preguntarle con objetividad) si sigo siendo católico, como me lo inculcaron mis padres y la sociedad chilena donde crecí y vivo..Yo soy divorciado, anulado legalmente. Me siento tremendamente cercano a Dios, pero no por la vía de la Iglesia, sino que a través de mis acciones propias. mi ética social y política y mis actividades de todo tipo cuando se relacionan con los demás. Soy también voluntario de Apoyo Espìritual en el Santuario del Padre Hurtado, en Santiago.

    Todo lo anterior, para mostrar mi perfil vinculado al tema.

    Mi comentario es, en el fondo, una interrogante:

    Si yo voy a misa el próximo domingo y comulgo, pues deseo recibir a Dios, nadie me lo puede prohibir ni tampoco el sacerdote me negará su bendición por una simple razón: no me conoce.

    Lo anterior significa que la Iglesia, respecto de la comunión de los divorciados, tiene sus leyes pero su forma de velar por verlas cumplir no existe. Precisamente este detalle es el que permite que muchos creyentes directos en Dios nos estemos alejando más y más de la Iglesia Católica pues, por un lado, nos obliga a no recibir la comunión y, por otro, nos empuja a actuar libremente, en procura de creer más y más en Dios y sentirnos cerca de El.

    Ahora, por tantas irregularidades y malos ejemplos de vida que vemoa a diario provenientes de la Iglesia y de algunos de sus pastores, me siento absolutamente autorizado moral y religiosamente para actuar como lo hago. Cuando comulgo, soy un hombre feliz y no temo estar engañando a nadie en el la Tierra..

    Cada vez pienso más en que Dios está de acuerdo y observa como sus representantes oficiales en la Tierra se van enredando históricamente y, si las cosas no cambian en las próximas décadas, las actitudes prohibitivas de la Iglesia se converrtirán en un callejón sin salida.

  37. Pitino on 13 agosto, 2010

    Hola herman@s. Todos sabemos que la Eucaristía «es» Cristo, y si le preguntaramos a Él si quisiera abrazar Eucaristicamente a aquellos que dolorosamente se han tenido que divorciar, diría que no? Si diría que no, no me interesa creer en ese Jesús por lo tanto si fuera divorciado no me importaría la opinión de los dirigentes eclesiales. ¿Y si diría que sí, que quiere con más razón darnos ese abrazo Eucaristico?, entonces los que están equivocados son los dirigentes eclesiales, y en ese caso que importa lo que digan? Por lo tanto, de cualquier manera no importan lo que digan esos hermanos burócratas que tanto han dañado a lo largo de la historia a los más vulnerabes y necesitados.

  38. queridos amigos –conozco un caso muy de cerca ,–Hace más de 30 años se casó una pareja de la cual nacieron dos varones ,actualmente profesionales ambos, pero al poco andar el matrimono se separó—-la mamá se fué al sur y formó otra familia—-un tiempo después aquí en mi ciudad también se casó,civilmente, mi amigo el que también formó una hermosa famiia ,nació un niñita,que está por egresar de enseñanza media —ellos aisten a misa regularmente y conversaron con un sacerdote ,quién les autorizó que podían acercarse a comulgar—Quiero agregar que esta famiia de mi amigo e un grupo familai unido,acogedor,sano ,trabajador,preocupado, por sus hijos,etc—-Pongo este casoporque deben haber muchos parecidos y no es posible que en cierto modo ,siendo una familia modelo, la Iglesia ´´los castigue´´ al negarles acercarse a comulgar,porque también hay criterios más cerrados que de hecho no aceptan por ningún motivo la cmunión de los divorciados vueltos a casar .-muchas gracias atte.pvv

  39. jmlm on 12 marzo, 2011

    Por favor, simplemente escrito aqui por si alguien por si alguien puede ayudarme e informarme a ciencia cierta si las personas divorciadas pueden formar parte de una Hermandad, sea de Gloria o de Penitencia, si existe alguna normativa eclesiástica al respecto y me la puede facilitar.
    Gracias

  40. Maritza Velez on 19 septiembre, 2011

    Dios, es un Dios de amor, de perdón , de misericordia. Yo soy divorciada, vuelto a casar. Yo le pido perdón a Dios por todos mis pecados, día a día. y por las veces que le he fallado. Continúo visitando la Iglesia católica y espero dentro de mi el momento en que este preparada para volver a comulgar. No creo que Dios me castigue porque me casé de nuevo,yo le estoy demostrando arrepentimiento de mis pecados y pienso que la persona que tiene a Dios en su corazón, mostrando, amor, comprensión, humildad, ayuda al prójimo, no ofende, no dice malas palabras, visita a los enfermos, es sincera de corazón, puede comulgar. Dios perdonó nuestros pecados, porque si perdona a un criminal, puede perdonarnos el habernos equivocado al escoger mal la pareja. Ahora soy completamente feliz, tengo un gran esposo y todos los domingos vamos a misa y nos encomendamos a Dios en el altar, porque vamos a tomar la decisión de comulgar. Dios nos pondrá en los corazones que estamos preparados y perdonados para eso. No teman, Dios se alegrara grandemente el que hayamos tomado esta decisión. Dios los bendiga a todos!.

  41. JJVP on 5 marzo, 2012

    Me sería muy triste que después de haberse divorciado y haber pasado mucho dolor por la separación, durante muchos años, como tambieén creer que uno va a morir con la persona que ama y se casó y esa persona sintió la liberación femenina y abandona casa, responsabilidades e hijos todo por su ego. Y al cabo de muchos años volverse a enamorar de otra persona ya habiendo cumplido con sus hijos, y no poder ser feliz,resignado a morir solo. Tengo que esperar a que mi ex muera para poderme casar y estar pidiendo a DIOS que se la lleve ¿no es peor eso? No es peor que un cura pedofilo de misa toque la HOSTIA. con las manos sucias, y asi pasan años dando misa.
    Yo creo que lo que la iglesia debe hacer si fue madura la desición o si uno tuvo la culpa por permitir pero cuando no está al alcance de uno poder solucionar la separación porque la otra parte se le ronco ya no amar más y la excusa que el amor se acabó asi de fácil. Volviendo al principio me dolería morirme por un papel de la iglesia no poder amar de nuevo. o que todas las mujeres son iguales y
    voy a repetir lo mismo. Yo acepto este sacrificio por cristo no por lo que los curas quieren.
    Lástima que no soy millonario, artista, político o famoso para poder volver a creer en morir con alguien a quien amar.

¿ QUIERE DEJAR UN COMENTARIO ?