Reseña del libro: Ernst. Ingmar Bergman. Una aproximación filosófico-teológica a su mundo iconográfico de Gaspar Risco Fernández. Alción Editora, Córdoba, 2014.
Gaspar Risco Fernández se licenció en Filosofía y Teología en Salamanca en los años ‘50. Ya entonces incursionaba en el cineclubismo y daba los primeros pasos en “la aproximación filosófico-teológica del mundo iconográfico de Ernst Ingmar Bergman”. Todo ello fructificó en una larga y fecunda carrera como filósofo, teólogo, cinéfilo y hombre de la cultura. Su vigilia de libros y filmes y la enjundia para tratar lo teológico, lo filosófico y la cinematografía bergmaniana hacen de este libro un hito esencial de la reflexión sobre el cine-arte de nuestro tiempo. La clave de lectura introductoria que propone Risco Fernández para abordar la temprana summa filmográfica de Bergman es la de aprojimarnos al misterio bergmaniano empatizando y reviviendo el misterio personal del cineasta sueco junto con nuestro propio misterio.
La creación fílmica de Bergman recorre el itinerario de la máscara teatral al rostro cinematográfico. Todo pareciera indicar –subraya Risco aquí– “que el rostro es el lugar del gran advenimiento”. El director de El Mago y de Persona profesa una “obsesión por estrujar los rostros humanos para inducir la presencia del misterio… (y así) veremos cómo este microdrama de las máscaras se va transfigurando en una liturgia de la carne espiritualizada (epifanía del rostro)”. Así el cine del rostro, sello cinematográfico de Dreyer a Bergman, se convierte en el momento agraciado para patentizar la misteriosidad del otro en el misterio del rostro. El “kairós de la imagen” lo llama Risco.
En la “trilogía de la fe” bergmaniana, señala Risco –Detrás de un vidrio oscuro, Los comulgantes y El silencio–, se nos muestra el entrelazamiento de luz y tinieblas, comunicación e incomunicación, amor y desamor. Y Bergman, dice Risco, decide pasar su noche oscura con un saber de salvación. En Detrás de un vidrio oscuro se nos da cuenta de ello, y bien se dice a este respecto que “se sabe del amor amando; ¿por qué, para saber de Dios, que es Amor, no va a ser necesario empezar a amar?”.
Risco afirma que en esta filmografía se vislumbra, incluso quizá a pesar del propio Bergman, que sólo el Misterio Pascual puede responder satisfactoriamente a una búsqueda existencial planteada en estos términos. El Verbo que se hizo carne es el que franquea el paradójico cometido humano de que permanezcamos en nuestra condición creada y carnal para saciarnos de eternidad amante.
Del Cantar de los Cantares al Himno a la Caridad de san Pablo se viene poetizando esa sabiduría del amor puesta en palabras, música y silencio; vislumbrada en el claroscuro del misterio de luces y tinieblas. La Carta a los Corintios del apóstol Pablo expresa esa transfiguración que nos permitirá pasar del ver “a través de un vidrio oscuro” al ver “cara a cara”. Allí se nos dice que “cuando alcancemos nuestra adultez perfecta, conoceremos (amaremos) a Dios como Él nos conoce (ama); lo amaremos como Él nos ama y lo veremos cara a cara”. Así Risco Fernández nos conduce a esta aproximación al misterio bergmaniano, que nos urge por las solicitaciones del amor al otro que nos constituye en nosotros mismos. Testimonio fílmico impar del “amo, luego soy”, réplica del decir de san Pablo que afirma que sin amor nada soy. Tras esa huella el cine del rostro de Bergman nos viene susurrando y dejando entrever cromofónicamente, con balbuceos y claroscuros, nuestra verdad primordial, la de la sabiduría del amor: somos amados, luego somos (amamur, ergo sumus).