El autor recuerda los pormenores de la mediación argentina entre Cuba y los Estados Unidos en 1960.

El 17 de diciembre de 2014 los presidentes de Cuba y Estados Unidos agradecieron los buenos oficios del papa Francisco en el histórico acercamiento entre ambos gobiernos luego de 54 años, desde que el 3 de enero de 1961 el presidente norteamericano Dwight Eisenhower rompiera las relaciones diplomáticas con la nación caribeña. Después de esa mediación celebrada por la comunidad internacional y en momentos de escribirse este artículo, el Santo Padre se prepara para visitar Cuba, a fines de septiembre, antes de ir a los Estados Unidos, confirmando así su firme compromiso con la paz y el diálogo.
El motivo de estas líneas es recordar una mediación anterior, entre Cuba y los Estados Unidos, también protagonizada por un argentino pero en La Habana, a principios de 1960. Me refiero a Julio Amoedo, embajador de nuestro país en Cuba de 1958 a 1962. Este político conservador había sido designado por el presidente Arturo Frondizi para representar a la Argentina en la Cuba de Fulgencio Batista. Amoedo fue yerno de la empresaria Amalia Lacroze de Fortabat, ya que se casó años después con la única hija de ésta, María Inés Lafuente.
Al poco tiempo de triunfar la Revolución Cubana en enero de 1959 comenzaron a producirse los primeros roces entre los gobiernos cubano y norteamericano por la reforma agraria y las expropiaciones emprendidas por la Revolución. A comienzos de 1960 la situación había llegado a un punto álgido por los cuantiosos intereses norteamericanos en la isla, en especial los vinculados a la explotación de la caña de azúcar, entonces el principal commodity cubano. La preocupación de los Estados Unidos se relacionaba con el momento y la forma de las indemnizaciones que esperaba obtener de Cuba. Como relata el prestigioso historiador británico Hugh Thomas en su magna obra sobre la historia de la isla, “para los que deseaban un rapprochement entre los Estados Unidos y Cuba, aún quedaba una ligera esperanza. El 26 de enero Eisenhower hizo un discurso bastante conciliatorio sobre Cuba. A finales del año anterior, dijo, en realidad el gobierno había estado ‘considerando la posibilidad de introducir un cambio en la ley que [requería que] los Estados Unidos comprasen cada año la mitad de la cosecha azucarera de Cuba a precios muy favorables’”1.
Mientras tanto, otros aconsejaban a Eisenhower que encarase planes muy distintos, como colocar a la isla en cuarentena o impulsar un levantamiento contra Castro. Antes de considerar esas aventuras, el presidente Eisenhower hizo un esfuerzo más para arribar a una solución pacífica. Según Thomas, “el mismo día del discurso conciliatorio de Eisenhower, el representante norteamericano en La Habana [Philip Bonsal, que a la sazón no estaba en Cuba] se puso en contacto con el embajador de la Argentina, Julio Amoedo, y le pidió que intentase negociar entre los Estados Unidos y Castro. Las bases que le sugirió para un posible entendimiento fueron: que terminase la campaña de insultos en la televisión y en la prensa; que Castro recibiera a Bonsal cuando volviera y sinceramente tratase de encontrar un camino para resolver las diferencias; a cambio, los Estados Unidos financiarían la reforma agraria de Castro y otros problemas económicos y sociales. Amoedo vio a Castro a medianoche en casa de Celia Sánchez [su confidente y principal colaboradora femenina desde la Sierra Maestra]. Al principio, Castro mantuvo una actitud negativa y habló de un editorial que iba a aparecer en [el diario] Revolución al día siguiente, que rechazaba ‘categórica y brutalmente’ el mensaje conciliatorio de de Eisenhower del 26 de enero”2.
Algunos autores sostienen que Fidel Castro no aceptó la mediación de Amoedo. Como Rafael Rojas, ensayista cubano exiliado, quien señala que “el gobierno cubano no sólo se negaba a aceptar la mediación de Amoedo, sino que también avanzaba en la alianza con los principales rivales de los Estados Unidos en la Guerra Fría. Todavía el 15 de marzo de ese año, el ministro de Hacienda, Rufo López Fresquet, según él mismo relata, intentó retomar las negociaciones entre ambos países y, ante la negativa de Castro, renunció a su cargo”3. Para Thomas, “en todo caso, Castro se aplacó: permitió hablar a Amoedo y suprimió aquel editorial tan duro, ordenando a [el diario] Revolución que suspendiera los ataques a los Estados Unidos … Al día siguiente, el presidente Dorticós declaró que las diferencias entre Cuba y los Estados Unidos podían resolverse por medio de la diplomacia, que la tradicional amistad de Cuba y los Estados Unidos era indestructible y que el pueblo cubano deseaba estrechar sus relaciones diplomáticas y económicas con los Estados Unidos”4.
Lo que sucedió después de la intervención de Amoedo, que culminó con la ruptura de relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba en enero de 1961, no resta méritos a su gestión, que fue, tal vez, la última ocasión en que se intentó un arreglo pacífico. El gesto fue reconocido por Eisenhower en febrero de 1960, cuando visitó Buenos Aires y se reunió con el presidente Frondizi, al dejar constancia en un comunicado de su agradecimiento a las gestiones de mediación ante el gobierno cubano realizadas por el embajador argentino. Por su parte, el último embajador norteamericano en La Habana, Philip Bonsal, recordó de manera muy positiva a Amoedo en su libro Cuba, Castro and the United States. Habla de él como un “distinguido colega” y lo describe como “un hombre capaz, alegre y atractivo que había logrado una excelente relación personal con Castro y algunos de los que lo rodeaban. Se acercó a Castro en la noche de la declaración del Presidente, el 26 de enero, y le transmitió el efecto sumamente adverso del estridente antiamericanismo del Primer Ministro [Castro] ante el gobierno y la opinión pública de las otras repúblicas americanas” (la traducción es mía)5. Para Bonsal, Amoedo fue exitoso en la medida en que la temperatura de las declaraciones cubanas disminuyó sensiblemente durante un par de semanas.
Julio Amoedo cumplió luego funciones diplomáticas en Guatemala, Venezuela y Costa Rica. Fue asesor del vicepresidente Vicente Solano Lima en 1973 y senador por Catamarca entre 1983 y 1992. Con independencia de su trayectoria política posterior, en Cuba cumplió una función emblemática de la diplomacia, como lo es la mediación, en un momento sumamente delicado de las relaciones políticas y económicas entre ese país y los Estados Unidos. Probó, asimismo, siendo un político conservador, que la semejanza ideológica no es indispensable entre un embajador y el Estado receptor, ya que suelen pesar más la muñeca política y la forma de cultivar las relaciones interpersonales.

1. Thomas, Hugh (1973), Cuba, lucha por la libertad, Barcelona, Grijalbo, Vol. III, p. 1217
2. Ibidem, p. 1218
3. Rojas, Rafael (2012), La máquina del olvido. Mito, historia y poder en Cuba, Taurus, México.
4. Thomas, op. cit. P. 1218
5. 1971, University of Pittsburgh Press, p. 126

 

El autor es diplomático argentino

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  1. LUCAS VARELA on 7 octubre, 2015

    Hacer memoria, es hacer historia; que es hacer conciencia civil, en el sentido de contarla, registrarla, recordarla. Pero, en general, yo desconfío de los juicios históricos fraguados por los hombres de pluma. Porque indudablemente, un juicio histórico puede contener datos ciertos, y ser pura mentira en su conjunto. Y la viceversa, también se da.
    La verdad histórica es lo primero, y debe estar por encima de cualquier juicio histórico. Dicho esto, paso a comentar un documento desclasificado donde se cita al señor Amoedo:

    En Mayo 26 de 1960, el asistente del Secretario de Estado de Asuntos Inter-Americanos (Rubottom) le envía una carta al embajador americano en Cuba (Bonsal). Es curiosa, y muy reveladora, la expresión del señor Rubottom al referirse a “los servicios” del señor Amoedo:
    http://digicoll.library.wisc.edu/cgi-bin/FRUS/FRUS-idx?type=turn&entity=FRUS.FRUS195860v06.p0960&id=FRUS.FRUS195860v06&isize=text

    Cito:
    “I was interested in your tactics in dealing with Amoedo as set forth in your letter of May 4. I believe you are correct in handling him this way in view of the extent to which he has injected himself into our relations with Cuba.”
    Traduzco:
    “Fueron muy interesantes sus tácticas en el trato con Amoedo,… Creo que Usted está en lo correcto al manejarlo (a Amoedo) en esta forma, dado que él mismo se infiltró en nuestras relaciones con Cuba.”

    Surgen de inmediato la certeza que nunca hubo ningún acuerdo o mediación acordada entre el gobierno americano y el gobierno argentino.
    Me pregunto si Frondizi estaba en conocimiento de las actividades de Amoedo.

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