Reseña del libro Los hobbits de Tolkien y Gandalf según Tolkien, de Ives Coassolo. Buenos Aires, 2015, Ciudad Nueva.

TAPA-HOBBIT

Hace cuatro décadas, cuando comencé a interesarme por la obra de Tolkien, la Tierra Media ya estaba habitada por varias decenas de miles de lectores, que hablaban los más variados idiomas. Esta cifra seguramente se habrá triplicado después que Peter Jackson llevara al cine la trilogía de El Señor de los anillos y El Hobbit, lo cual hizo que se multiplicaran las reediciones.
Con todo, y a pesar de que es muy poco lo que se le puede objetar a la versión cinematográfica, una vez más ésta parece eximir al lector de la noble tarea de imaginar a los personajes y sus peripecias. Contando con los actores y con la ilusión de los efectos especiales, que condicionan hasta una eventual relectura, la imaginación del espectador se inhibe.
Es bueno recordarle al lector ingenuo que la saga de Tolkien es mucho más que una historia de aventuras. Para eso, nada mejor que el aporte de este joven autor italiano, un entusiasta de quien podría decirse que, así como se llama nativos-digitales a quienes han crecido con las computadoras, éste parecería ser como un nativo de la Comarca, educado por los elfos.
Ives Coassolo, como destaca en el prólogo el erudito argentino Jorge Ferro, ha sabido reconstruir la idiosincrasia de los hobbits y la venerable figura del “mago” Gandalf contando tanto con los textos canónicos de la Trilogía y el Silmarillion, como con las acotaciones que el propio Tolkien ha hecho en su correspondencia, y también con la exégesis teológica de algunos críticos italianos. No está de más recordar esta dimensión religiosa en una época en que el paradigma reinante obliga a buscar el ateísmo en cualquier obra perdurable o, en caso contrario, a silenciarla.
A diferencia de su amigo Lewis, que era explícitamente apologético, Tolkien no sermonea, pero el lector comienza a descubrir la visión cristiana en cuanto profundiza un poco la lectura. Eso sitúa la saga tolkeniana muy lejos de Star Wars, con la cual el autor se tienta a compararla, en virtud de la popularidad de ambas. Pero si Tolkien construye una peculiar épica en la cual el héroe es quien se sacrifica, la saga de Lucas, inspirada por el mitólogo Campbell, tiene un carácter marcadamente dualista. También podría decirse que la gente que visita el Louvre y la que va a Disneylandia procuran “entretenerse”, pero hasta ahí llega la semejanza.
No cabe duda de que obras como ésta pueden ayudar al lector a abrirse al sentido profundo de algo que fue pensado como una suerte de Divina Comedia del siglo XX. El misterio está en el éxito que ha tenido Tolkien en una época en la cual todo contribuye a eclipsar el sentido religioso.

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