Reseña del libro El fascismo y la marcha sobre Roma, por Emilio Gentile. Buenos Aires, 2014, Edhasa
Mucho se ha escrito sobre el nacimiento del régimen fascista, a la luz de la marcha sobre Roma, frecuentemente mitologizada por aliados y adversarios.
Lo cierto es que Emilio Gentile, discípulo del impar Renzo de Felice y autor de un libro tan sugestivo como El culto del Littorio, ha emprendido la minuciosa descripción del nacimiento de un régimen, munido de una base documental impecable. Su intento se asocia, a veces, con aquella gran película de Marco Bellochio, Vincere (2009), aunque sin el dramatismo cuasioperístico del film. Del ex socialista, admirador de las Reflexiones sobre la violencia de Sorel, nace el recio impugnador de la era de la Giolitti, capaz de enlazar a la monarquía con la brutalidad de los fasci di combatimento y de eludir la presencia inquietante de D’ Annunzio, el romántico y efímero seductor de la toma de Fiume.
Uno de los méritos de la obra consiste en mostrar la polémica gestación de la “marcha”, ante las vacilaciones de un Grandi, por ejemplo. Las conocidas diatribas contra el Estado liberal son magistralmente impugnadas por el ingenio de Luigi Salvatorelli en 1922 y que iluminan, sin quererlo, aspectos de nuestra propia situación política: un “bolchevismo reaccionario…peligro infinitamente más real, hoy en día, que el bolchevismo comunista”.
En palabras del mismísimo duce: “Dividimos a los italianos en tres categorías: los italianos ‘indiferentes’, que permanecerán en sus casas mientras aguardan; los ‘simpatizantes’, que podrán circular; y por último los italianos ‘enemigos’, y estos no circularán”.
El recurso a la violencia recorría buena parte de la Europa posbélica, de la mano de teóricos como Ernst Jünger y su concepción de la guerra como una vivencia central e identitaria, y el decisionismo antiliberal de Carl Schmitt. Mussolini esperaba, sinuoso y voraz, el instante decisivo ante las vacilaciones de Facta, del mismo rey, las indecisiones de Salandra y Giolitti y la aquiescencia del poder militar. Finalmente, el 30 de abril, Mussolini es convocado por el rey como nuevo jefe de gobierno a los 39 años.
La suerte de Italia y la de Europa estaban jugadas a una nueva barbarie, entre el modernismo reaccionario de los futuristas y el aceite de ricino.