Reseña del libro La baldomera, una novela incorrecta, de Juana Ocampo. Buenos Aires, Maipue, 2015
La síntesis argumental de la primera novela de Juana Ocampo indica que: “Baldomera convence a su patrona de que debe escribir sobre la azarosa vida de ella, su mucama, para curarse de su mal”. En efecto, así se inicia un recorrido por los perfiles bien distintos –y marcadamente señalados desde el uso del lenguaje como elemento diferenciador de pertenencia social– en esta obra sin grandes hallazgos pero tampoco tropiezos. En algún sentido, subyace al recorrer las páginas de La baldomera cierto espíritu de monólogo teatral que Ocampo oculta merced a lo poco descriptivo de los ambientes en donde desarrolla el relato. Más extendidos están los recuerdos de la criada que, grabados en cassette, son escuchados prolijamente y conversados por su patrona. Entre ellas las confidencias son cotidianas, remarcando aún más las diferencias clásicas entre el campo y la ciudad y entre la educación burguesa y el dispar aprendizaje en el campo.
Algo puede criticarse al momento de culminar la lectura: su repetición de ciertos clichés al momento de evocar las memorias grabadas de la protagonista que, con el correr de la profusa cantidad de páginas, se tornan un tanto monótonas y repetitivas. Unas viñetas presentes en el libro, a modo de dibujos del propio protagónico, contribuye a ordenar el copioso universo de personajes y anécdotas que desgrana Juana Ocampo con calidez.
Tal como define en el prólogo, “la hermosura de las incorrecciones lingüísticas”, al referirse a Baldomera permiten que el libro entretenga y asome a ciertas cuestiones olvidadas de la memoria oral de la Argentina.
Juana Ocampo, nacida en Buenos Aires y con estudios en Letras en la Universidad Nacional de la Patagonia “San Juan Bosco” de Trelew, consigue una primera novela con estilo y simpatía. Lástima que se enamoró tanto de su propio retoño que no podó las ramas del árbol como correspondía y a tiempo. De alguna manera se evidencia desde los dibujos del libro, con unos árboles cada vez más frondosos en permanente desafío de la memoria y agotamiento del lector. Con todo, La baldomera trasunta sencillez en su evocación de los ámbitos rurales que la autora, radicada en Pergamino, conoce al dedillo y transmite emocionalmente con candoroso detallismo.