Un profesor suelto en África
de Santiago Legarre
Buenos Aires, 2016, Editorial Claridad
El autor, que en edad va “promediando los cuarenta” (vaya la frase en recuerdo de José Luis de Imaz), es un distinguido constitucionalista y filósofo del Derecho, profesor en la UCA y otras nacionales y del exterior, entre ellas la norteamericana Notre Dame. Como docente, nos consta, es innovador en sus técnicas (por ejemplo, a través de dibujos), y capaz de establecer una comunicación con los alumnos que permite abrirles nuevos horizontes de la cultura con una impronta humanista. Al África, continente al que llega por una serie de circunstancias universitarias y, no menos importante, por la pasión por los animales, que nació cuando era niño y los conoció primero de juguete y en el zoológico. La cita con ecos de Brideshead Revisited de Evelyn Waugh, muy cara al autor, “Et in arcadia Kenia”, marca el arribo a este país, independiente desde 1969 y miembro del Commonwealth, y a la universidad anfitriona, sita en Nairobi, llamada Strathmore, que es el lugar del título nobiliario de la familia materna de Isabel II. A partir de este desembarco, al frente de cuya facultad de Derecho está un venezolano, viene el relato, ameno y variado, con alumnos risueños, y Antígona de Sófocles como punto de partida para conocerlos y convocarlos a participar, lo que la vida del campus permite extender el diálogo también con otros profesores, más allá del horario de clase, hasta con canto y fútbol. No tardará Legarre en encontrarse en los estupendos parques nacionales kenianos con jirafas, antílopes, rinocerontes, elefantes, leones, y muchos más, corriendo, alimentándose, persiguiéndose, reproduciéndose. Naturalmente, cada safari (de exploración, no de caza, aclaramos aunque a esta altura sea superfluo) es deslumbramiento ante la naturaleza, como cuando se sube en globo, “el silencio indescriptible: flotar en el aire”, y la posibilidad de entablar nuevos vínculos personales. Entre ellos señalamos a la italiana Kuki Gallmann, cuya obra I dreamed of Africa protagonizó en el cine Kim Bassinger. Ella, tras perder su marido e hijo varón, transformó el lugar en una “reserva privada de primer nivel…con un fuerte énfasis en lo ecológico”. Cada año, a partir de 2012, Legarre vuelve a su “arcadia” keniana, lo hace también este 2016, a tiempo para estar en la graduación de los alumnos del primer viaje. Fue al terminar el primero que una cincuentena de alumnos le dejaron cartas para leer en el avión, cuyo contenido no cita para “no arruinar su magia e intimidad” y también, suponemos, para no caer en el autoelogio. Lo cierto es que cada viaje, de 2012 a 2015, es un nuevo descubrimiento, un reencuentro y una profundización de lazos.
El libro comienza en Jerusalén, allí despunta la aventura africana, y sigue en Turquía, por feliz coincidencia de escalas de la aerolínea de bandera. Con gente simpática y cordial, y pese a toparse con Santa Sofía cerrada por ser lunes, Estambul fue, y se comprende sobradamente, “un amor a primera vista”, “un lugar loco si los hay: una fusión, de lo más atrapante, entre las dos culturas e idiosincrasias que dominan la humanidad”. Para un final feliz, el autor volvió a Estambul en vuelo de regreso, y pudo ingresar en Santa Sofía.
Como “Adenda” y el título de E.M. Forster, Pasaje a la India, el autor nos traslada a Bhubaneswar, capital del estado de Orissa, donde participó de un congreso de pedagogía legal, donde encontraría a dos colegas argentinos, y la universidad que, con el aporte de cien millones de dólares constituyó un amigo de la India y compañero de estudios en Oxford. Encandilado por el Taj Mahal, que lo deja sin palabras, recorriendo Mumbai y Delhi, nuevamente Legarre nos introduce en el contacto con la vida diaria, la cocina y el ambiente, pero sobre todo con las personas, sean musulmanas o hindúes, siempre amables y hospitalarias. Cabe decir que el autor, él mismo católico, refleja la armonía que tanto en Kenia como en la India encuentra entre los fieles de distintas religiones, pese al peligro de explosiones de fundamentalismo.
Legarre se propuso entretener, lo hace acabadamente y en el mejor sentido. Como avezado docente que es, logra sin esfuerzo que participemos y de alguna manera hagamos nuestra una aventura que deja una “huella indeleble” dentro de una “búsqueda sin final”.