La Belleza como camino

Metales y vientos poblaron el parque temprano, una melodía cubana entró al templo sin permiso, yo estaba sentado a la escucha, reconciliando en la iglesia San José de la ciudad de Holguín a gente muy diversa. Ellos, confiados, traían algo de su linda vida, a veces tan deshilachada. La orquesta ganó el espacio sonoro, salimos a la plaza: ver y escuchar era lo mismo, sólo algunos se detuvieron a soñar el ritmo que se dispersaba. El apuro por resolver un trámite o la comida le ganó a la melodía, qué importa, si la música estaba en base y no se iba a ir.
Valga esta bella y pequeña escena vivida en Cuba para sentir cómo el arte se cuela en la vida pastoral. Como sacerdote pasé unos años en esa ciudad de provincia, cuyas recovas descascaradas marcaban la senda para evitar el calor. Allí tomé una pequeña decisión que trajo su consecuencia: participar con paciencia de las actividades de los poetas y escritores de la ciudad. En tertulias, encuentros de poesía y cafés literarios fui recibido como hermano, en el espacio de la palabra, y aprendí algo del rigor de la poesía.
Al poco tiempo, con la confianza de los nuevos amigos artistas, fui invitándolos para que una vez por mes trajeran a la comunidad la voz de un poeta cubano o de un escritor universal. Mezclado con sones musicales, la poesía que suele dormir en el papel, tenía voz, cobraba cuerpo y era compartida. A estos espacios los cubanos los llaman tertulias literarias.
Luego fueron naciendo otras iniciativas como un Concurso nacional de poesía religiosa, a donde llegaron poemas de toda la Isla; un taller semanal de poesía en la parroquia que convocó a los jóvenes, allí algunos encontraron su vocación de escritores; hasta la organización de un retiro espiritual para artistas. Con plásticos, escritores y músicos durante dos días compartimos la historia y exploración de la belleza como huella espiritual y de fe. En silencio, con la cercanía del mar, algunos tomaron contacto por primera vez con la Palabra de Dios en la Biblia.
Esto pasó hace unos años y sin embargo lo llevo muy presente. Aquí, en San Isidro y en el barrio Las Tunas, he seguido la búsqueda, el cruce entre espiritualidad y poesía. En la Biblioteca Popular, presentando una vez por mes poetas que sufren y celebran el arte entre los pasos del espíritu; o compartir con jóvenes, en la Universidad o en el barrio, el valor de la experiencia de la poética como un lugar de sentido, para el disfrute. De esta manera encontrar comunión y quizás descubrir a Dios escondido.
En este tiempo la búsqueda de la verdad aparece fragmentada y el compromiso con ella asoma oscurecido. También la belleza de hacer el bien poco atrae o cuesta su permanencia como hábito. Entonces, por un camino distinto y complementario, llega la belleza poética, un lindísimo modo de tocar el misterio y disponer al encuentro con Dios. Siendo fieles a nosotros y a las honduras de la sensibilidad, podríamos encontrar nuevos ámbitos para gozar y trascender en la obra de arte. Cautivados por las misteriosas presencias que nos regala la poesía, alabar a Dios. Él nos permite crear y anunciar algo de su gozo. Nuestra fortaleza.
Son muchos en la Iglesia, sacerdotes, religiosas, laicos, quienes en la historia y en el presente han rozado esta escala de vida y trascendencia. Hace falta sensibilidad para dejarse sorprender, confianza para elevar pequeñas paredes, escucha silenciosa para compartir, respeto para la comunión entretejida, y la belleza llega.

El autor es sacerdote y poeta.

1 Readers Commented

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  1. lucas varela on 11 noviembre, 2016

    Estimado Vicente Llambías, Muchas gracias.
    Muy linda experiencia es la que Usted esta desarrollando.
    Presumo que Usted se refiere a biblioteca popular de San Isidro, ubicada en la esquina de 25 de Mayo y 9 de Julio.

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