Las recientes inundaciones e incendios de campos han añadido una nueva llamada de atención sobre el modelo productivo transgénico en la Argentina. Hay fuertes indicios de que la falta de absorción de agua y el drenaje de los suelos, sumado al aumento en cantidad e intensidad de lluvias por efecto del cambio climático, están relacionados con el modelo productivo vigente: los campos de soja absorben proporciones mucho menores de agua que los pastizales y bosques (1). No obstante, las informaciones periodísticas y los comunicados oficiales, así como los representantes de los productores agropecuarios, atribuyen el problema al cambio climático –entendido en un sentido muy acotado, como si se tratase de una calamidad global cuya responsabilidad no incluyera a los modelos de producción agrícolas–.
La conexión entre los incendios y el modelo productivo agrícola resulta menos visible: nadie podría atribuir de manera unívocamente causal el desastre de la quema de miles de hectáreas de pastizales y bosques nativos a una mano humana interesada en contar con mayores áreas de suelos aptos para soja u otros cultivos. Sin embargo, los precedentes en escalas menores abundan en el país. Por otra parte, la resistencia de poblaciones con sensibilidad ambiental –como está sucediendo en la provincia de Córdoba– dificulta la incorporación veloz de las pocas regiones aún aptas para la producción. En síntesis: no se puede asociar incendios a intencionalidad de productores; sin embargo, la impericia e imprevisión de los diversos Estados intervinientes conspira para mantener abierta la sospecha.
Inundaciones e incendios se suman a otros tres factores que, estos sí, pueden ser considerados sin vacilar como efectos colaterales de la matriz vigente: la cuestión sanitaria en las poblaciones humanas, la destrucción de ecosistemas y las migraciones de pobladores rurales hacia los cordones urbanos. En primer lugar, las fumigaciones han producido daños inmediatos y graves sobre la salud de poblaciones, tales como en el barrio Ituzaingó, anexo de Córdoba, que fuera llevado a estrados judiciales. Hay efectos no tan visibles pero que acumulan investigaciones en otros lugares del mundo, como la disrupción endócrina atribuida al consumo de productos tratados con pesticidas. Además, su concentración creciente (una reciente investigación ha detectado presencia de glifosato y otros pesticidas en el río Pilcomayo hasta el Río de La Plata (2)), incluidos los alimentos, admitiría la posibilidad de que estar ante niveles de peligro sanitario serio. Además, la escasez de estudios sobre la salud que acompañen las costosas investigaciones sobre producción de transgénicos es uno de los puntos más escandalosos de la matriz productiva vigente.
Por otra parte, más silenciosa –y más silenciada– es la destrucción de ecosistemas y de especies biológicas. La ampliación de la frontera agropecuaria y la utilización masiva de biocidas ha barrido ecosistemas completos y ha llevado hacia la extinción a numerosas especies animales. Los impactos sobre las abejas son tal vez los más mediatizados, pero ciertamente no los únicos: hay miles de especies de insectos y aves condenadas a la desaparición sin ningún tipo de lamento; al fin y al cabo, ¿qué importa un artrópodo más o menos si estamos creciendo y dando alimentos al mundo? ¿A quién le interesa un bosque nativo, sus pájaros, insectos y sus musgos, si el progreso avanza con cada hectárea destinada a la soja, desarrollando así la industria de maquinaria agrícola y exportando alimentos para cerdos de la República China? Subyace también una mirada antropocéntrica poco explicitada pero reguladora de los criterios económicos activos: ¿qué importa la naturaleza en relación con los hombres, especialmente los hambrientos y pobres? Se trata de falsos dilemas, animados por una lógica binaria y no relacional. Algo que desmiente la grave situación ambiental, que muestra que el “biocidio” genera, tarde o temprano, un “antropocidio”. Frente al simplismo epistemológico subyacente (biotecnología: crecimiento y “hambre cero”) hay que decir que el fin de los bosques será también el del Homo Sapiens.
Finalmente, otro efecto nítido es la migración de pobladores hacia las grandes ciudades, debido a la reducción drástica de trabajadores que el nuevo modelo tecnológico comporta y a la pérdida de sus territorios naturales, privatizados y transformados en tierras de producción. El conflicto reciente por la ley de bosques en Córdoba visibiliza esta situación, sobre todo por las manifestaciones públicas de artistas, como Doña Jovita y Rally Barrionuevo, quienes han sacado a luz la destrucción cultural inherente a la desaparición de bosques nativos (3). Aflora aquí la respuesta típicamente racionalista: sería un efecto no deseado del progreso que, como en la revolución industrial, modificó los hábitos de las poblaciones. Claro que, en este caso, es a costa de la base natural que dificultará la vida futura.
Breve panorámica de la matriz transgénica local
El proyecto transgénico comenzó a consolidarse en la Argentina (4) desde que el ingeniero Felipe Solá, secretario de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos del presidente Menem, autorizara la liberación del primer evento transgénico en el año 1996(5). A partir de entonces se sucedió una serie de nuevas autorizaciones de organismos genéticamente modificados (OGM) y se configuró un sistema productivo estructurado sobre la biotecnología aplicada a las semillas en combinación con pesticidas selectivos, grandes empresas químicas y un sistema de alquiler de tierras (pooles de siembra, ideado y plasmado por el ingeniero agrónomo Gustavo Grobocopatel) (6) . Este proceso contó con el apoyo de los sucesivos gobiernos: durante el de Cristina Fernández de Kirchner, el ministro Julián Domínguez alentó el programa (7) ; el Ministerio de Ciencia y Tecnología financió proyectos de investigación sobre biotecnología agraria; el INTA respaldó el modelo; el actual gobierno está profundizando dicha matriz mediante la reciente ley de fumigación en la provincia de Buenos Aires y proyectos de patentamiento de semillas, etc. Por su parte, las sociedades rurales, en su mayor parte, se han encolumnado detrás del proyecto. También lo han hecho la mayor parte de los medios de comunicación, especialmente a través de sus espacios agropecuarios o su publicidad.
Iluminismo transgénico: una matriz productiva con una base teórica racionalista
Hago explícita mención de algunos nombres, gobiernos e instituciones para poner de relieve que se trata de una cuestión de carácter sistémico: la matriz transgénica ha sido asumida por sectores ideológicos diversos y, en cierta medida, se constituyó en una de las pocas políticas de estado continuas en las últimas décadas. Si se me disculpa la utilización de la abusada expresión de Thomas Kuhn, se trata de un “paradigma” no ya científico, sino tecnológico, económico y político; una matriz productiva asociada a expresiones tales como “crecimiento”, “hambre cero”, “progreso”, “el campo”, etc. En cuanto tal, ha pretendido imponerse como el único modelo posible para avanzar económicamente. Se suelen evitar, por otra parte, expresiones tales como “desarrollo sustentable” y, desde ya, se omite hablar de los efectos colaterales .
Como se dijo antes, los medios de comunicación constituyen otra pata importante en el intento de solidificar el modelo: los espacios destinados a la producción agropecuaria así como la importante publicidad de los medios más atendidos orientan la opinión hacia la productividad y el negocio. Algunas imágenes publicitarias (“big-bang” tecnológico, etc.) se enraízan en el componente iluminista; otras sobre el componente económico (los rindes), sobre su eficacia ante las “plagas” (que nunca son identificados como seres vivos o ecosistemas) o sobre el valor alimenticio (sin mencionar los efectos posibles sobre la salud humana, escudándose en las “buenas prácticas agrícolas”). Aunque tengamos aversión a las teorías conspirativas, hay que admitir que se ha logrado elaborar un tejido comunicativo muy compacto. Obviamente, no se trataría de una conspiración ideológica, sino de una ramificada intencionalidad económica. El dato complementario que cierra el círculo lo configura la reciente fusión entre Monsanto y Bayer: la primera productora de OGMs y pesticidas junto al laboratorio de medicinas más poderoso del planeta. Una mirada maligna diría: “te enferman y te curan”.
¿Es posible una lectura cristiana del fenómeno transgénico?
La encíclica Laudato si ha abordado la cuestión (cfr. 20, 49, 50, 53, 68, 71, 93, 104-106). Allí hace ver la complejidad y riesgos de un modelo generalizado de uso de transgénicos. Entre varios puntos críticos, invita a una investigación neutral y al diálogo entre los múltiples agentes implicados (productores, científicos, pueblos fumigados, etc.). Lejos de una posición ingenuamente optimista, el documento llama a la cautela teniendo en cuenta la variedad de efectos posibles de esta aplicación biotecnológica. Hay una invitación a la prudencia crítica, algo que no se nota en algunos intérpretes de la encíclica, incluso desde áreas ideológicas aparentemente discordantes. Así, monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, presidente de la Academia Pontificia de Ciencias, señaló: “La revolución agrícola en la Argentina está considerada como una de las contribuciones más importantes que se han hecho en los últimos años. Y consiste fundamentalmente en las semillas transgénicas, en la siembra directa y en la parte social”. Esta postura, que prosigue una posición favorable emitida con anterioridad a Laudato si por parte de un grupo de trabajo de la Pontificia Academia no está en absoluto en sintonía con el texto de Francisco. Resulta preocupante la difusión de este tipo de lecturas de la encíclica por parte de un funcionario vaticano, generando confusión en un problema de notable envergadura para la Argentina. Curiosamente, hay una aparente concordancia en la actitud favorable con una figura prototípica de la teología de la liberación, Leonardo Boff, desde hace algunos años ocupado por la cuestión ecológica. El teólogo brasileño, pese a cuestionar la implementación de una producción de OGMs , ha hecho público su apoyo a las políticas de desarrollo brasileñas y argentinas que han incluido la política transgénica, con altísimos niveles de deforestación .
Menciono estas dos hermenéuticas de Laudato si como posiciones relacionadas con el racionalismo detectado en los defensores del mundo productivo, económico e incluso científico. Sánchez Sorondo, cuyas bases filosóficas están curiosamente en el tomismo, selecciona algunos elementos del fenómeno y elude la cuestión de importancia para la tradición tomista que es la del respeto a la naturaleza, principio muy estimado en la bioética humana. La postura termina inclinándose hacia una visión casi fundamentalista de la biotecnología, curiosamente cercana al progresismo tecnológico, para el cual cualquier utilización indiscriminada de la tecnología es de por sí positiva. También Boff opta por un principismo poco crítico, en un tipo de pensamiento que ha sido constante en su importante producción teológica: afirmación de principios absolutos, con insuficiencia de análisis empíricos de los problemas concretos. No alcanza con la afirmación de principios de teología ecológica; se necesita también de una investigación sobre fenómenos que, como el de los transgénicos, requieren de una epistemología de la complejidad que intente evaluar los múltiples factores intervinientes y sus probables efectos.
El desafío para el pensamiento de una bioética ambiental cristiana es mantener una visión de la complejidad del fenómeno en el cuadro de un desarrollo sostenible. Ello implica la integración de valores de percepción poco inmediata, tales como la sostenibilidad en el tiempo, la biosfera como realidad no negociable, la distribución de trabajo y riqueza sin contraponerla con la destrucción ambiental, por ejemplo. El aporte de la revelación bíblica se explicita en una justicia y una caridad transgeneracionales: no podemos dejar a las generaciones futuras campos empobrecidos de vida y vacíos de recursos genéticos y estéticos. También implica una mirada positiva sobre el mundo natural que debe ser valorado y cuidado incluso en la fase actual de intervención antrópica. Una espiritualidad cristiana tiene que poner en discernimiento el alcance y límites de la aplicada a la agricultura bajo el horizonte del cuidado y la sostenibilidad. Eso no implica la adhesión automática a un ecologismo a ultranza. Precisamente, el concepto teológico del cuidado de la Tierra, paralelo al de desarrollo sostenible, postula un perfeccionamiento activo del planeta, una misión de plenificación y anticipación de los cielos y tierra nuevos del pensamiento bíblico. Por ello, la lectura cristiana del hecho transgénico postula la necesidad de una mirada inteligente y atenta, con criterio de complejidad porque la realidad es compleja y no soporta una mirada de especialismos o de intereses parciales; en síntesis, una visión “sensata” del manejo de la vida en la que habitamos, movido por la visión sapiencial sobre las cosas del Antiguo Testamento, por el Logos del Nuevo, por la phrónesis griega, explicitada en el principio precautorio en desarrollo en las legislaciones contemporáneas y, en definitiva, por un realismo de amplios horizontes.
Alternativas antes de un Chernóbil transgénico
El tema transgénico supera a los científicos particulares y a los economistas, convirtiéndose en una cuestión de políticos, sociólogos, filósofos y hombres de la calle. Después de Chernóbil, como sugiere el impresionante testimonio de la premio Nobel de Literatura Zvetalana Alexiévich, nadie va a quedarse con la opinión de un físico o un ingeniero para avalar una central nuclear . Algo análogo debiera suceder respecto del tema transgénicos: no alcanza con la opinión de científicos o tecnólogos que trabajan en el sector, ni de empresarios de los laboratorios o productores agrícolas. Al tratarse de un programa global que modifica suelos, ecosistemas, poblaciones, cultura y salud, debería generarse un debate serio y bien informado, con presencia incluso –como dice simbólicamente Laudato si– de los “pueblos fumigados”. Se trata de un debate que incluya las temáticas de la investigación, el control y la idea de territorio que queremos para el futuro de nuestro país. La sensatez colectiva, en un mundo en veloz movimiento hacia situaciones de irreversibilidad ecológicas, debería traducirse en leyes y en una aplicación muy atenta del principio precautorio. Después no habrá tiempo. No servirá lamentarse por la destrucción realizada por la codicia de una generación. El debate no debería ser conducido entre polos diametralmente opuestos, sino en un camino que busque alternativas realmente confiables sobre la salud y el ambiente. Los transgénicos generalizados no lo son, pese a que una visión iluminista del progreso tecnológico y económico los postule de ese modo. Tampoco lo es una visión ecológicamente fundamentalista sobre la producción agrícola. Pero lo peor que puede suceder es, como en las últimas décadas, la ausencia de un pensamiento crítico e informado.
En un capítulo denominado: “Entrevista de la autora consigo misma sobre la historia omitida y sobre por qué Chernóbil pone en tela de juicio nuestra visión del mundo”, la mencionada Alexiévich señala: “Salí por la mañana al jardín y noté que me faltaba algo, cierto sonido familiar. No había ni una abeja. ¡No se oía a ni una abeja! ¡Ni una! ¿Qué es esto? ¿Qué pasa? Tampoco al segundo día levantaron el vuelo. Ni al tercero. Luego nos informaron de que en la central nuclear se había producido una avería, y la central está aquí al lado. Pero durante mucho tiempo no supimos nada. Las abejas se habían dado cuenta, pero nosotros no. Ahora, si noto algo raro, me fijaré en ellas. En ellas está la vida”.
Deberíamos pensar si no estamos produciendo una situación similar sobre nuestras tierras con el modelo agrícola vigente. Puede parecer exagerado, pero la vida allí está mermando y los niveles de productos químicos aumentando. Habría que planteárselo ahora, cuando todavía disponemos de tiempo.
NOTAS
1. De entre las pocas investigaciones específicas sobre el tema, cfr.: BERTRAM, NICOLÁS y CHIACCHIERA, SEBASTIÁN (técnicos del INTA EEA Marcos Juárez), “Ascenso de napas en la Región Pampeana: ¿Consecuencia de los cambios en el uso de la tierra?” presentado en el XXV Congreso del Agua (Coniagua, 2015): http://inta.gob.ar/sites/default/files/script-tmp-inta_napas_mjz_13.pdf. Desde un punto de vista divulgativo, cfr: https://www.pagina12.com.ar/14997-inundaciones-sin-bosques-y-con-soja-el-agua-no-se-evapora-y-.
2. Cfr. RONCO, A.E.ET ALII, “Water Quaity of the main tributaries of the Paraná Basin: Glyphosate and Ampa in Surface Water and Bottom Sediments” Environ Monit Assess 2016 Aug 9; 188(8):458. Epub 2016 Jul 9. Esto viene a desmentir la versión de una rápida degradación declamada por la industria productora del pesticida.
3. Cfr. el texto de la carta de Barrionuevo en La Voz del Interior, Córdoba, 15-01-2017: http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/carta-de-raly-barrionuevo-cartez-por-los-bosques-nativos.
4. Para una visión desarrollada del tema, cfr.: ALONSO, SILVIA, “Complejidades del Modelo Agroindustrial Argentino”, en: GOMEZ DE MIER, EUGENIO (editor), Alabanza gozosa y labor cuidadosa por nuestro común hogar. Comentarios a la Carta Laudato Si’, Docencia, Buenos Aires, 2016, 314-336.
5. El expediente administrativo para introducir en la Argentina la soja transgénica de Monsanto resistente al herbicida glifosato tenía 136 folios, de los cuales 108 pertenecían a informes presentados por Monsanto. Por el apuro, ni siquiera se tradujo del inglés. (“Safety, Compositional, and NutritionalAspects ofGlyphosayte- tolerantSoybeans”). El secretario de Agricultura Solálo firmó a los 81 días de iniciado el expediente, el 25 de marzo de 1996.
6. Cfr. la presentación del modelo económico cifrado sobre los transgénicos por parte del Ing. Grobocopatel en el VIII Congreso Latinoamericano de Ciencia y Religión, Seminario Rabínico Latinoamericano, 22 de octubre de 2014: https://www.youtube.com/watch?v=OQqc6Kc1V8k y el contrapunto crítico: https://www.youtube.com/watch?v=liqeXTM3CFQ&t=44s.
7. Cfr. nuestro informe sobre una Jornada sobre OGMs con presencia activa del Ministerio de Agricultura de la Nación en el año 2012 (“Más allá de la semilla. Acerca de la reciente Jornada sobre las Nuevas Biotecnologías y el Hambre Cero. Una aproximación epistemológica y pastoral al debate sobre los transgénicos”, Criterio Nº 2376,enero 2012: www.revistacriterio.com.ar/bloginst_new/2012/01/13/mas-alla-de-la-semilla/)-). El encuentro promovía la incorporación estatal en la investigación y producción de los transgénicos.
8. Para una visión de la complejidad interdisciplinaria del tema, cfr. FLAX, JAVIER, “La necesidad de la metodología interdisciplinaria: El caso de la sojización”, en: FLAX, JAVIER, Política científica, interdisciplina y derechos humanos, Biblos, Buenos Aires, 2014, 141-178.
9. “Entrevista a Mons. Marcelo Sánchez Sorondo”, La Nación, Buenos Aires, 21.01.16, http://www.lanacion.com.ar/1863961-marcelo-sanchez-sorondo-es-necesario-mejorar-la-organizacion-social-y-las-condiciones-de-trabajo.
10. Este documento destacaba los aspectos positivos de los OGMs sobre la alimentación mundial, en desmedro de sus efectos perniciosos: cfr. “Plantas transgénicas para la seguridad alimentaria en el contexto del desarrollo”, Semana de Estudio (15-19 de mayo de 2009, Ciudad del Vaticano: www.va/roman_curia/pontifical_academies/acdscien/documents/newpdf/multilanguagestatement.pdf). Los debates del simposio pueden verse en: www.va/roman_curia/pontifical_academies/acdscien/2010/newbiotechnologynov2010.pdf. El texto, sin embargo, invitaba a la prudencia (phronesis), calificando esta virtud ética desde la capacidad de predicción. El documento no constituye una postura oficial de la Iglesia sobre transgénicos, sino que expresa las conclusiones de un grupo de miembros de la Academia y especialistas invitados.
11. Cfr.: http://leonardoboff.com/site-esp/vista/2003/set19.htm; consulta 28-12-2016.
12. Cfr. “Un apoyo al debate”, Página 12, 13-03-2015, http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-268054-2015-03-13.html; consulta 28-12-2016.
13 Voces de Chernóbil. Crónica del Futuro, Random, Buenos Aires 2015.
14. Ib. 53.
14 Readers Commented
Join discussionEstimado Lucio Florio,
Los intereses particulares no hacen ruido, se nutren en el silencio.
Mis respetos y admiración a Usted, por su lectura cristiana del problema.
Felicito al autor por el encomiable trabajo escrito, imprescindible para comenzara a abordar problemas estructurales de la Argentina y el mundo. La ruralidad, eufemisticamente titulado «el campo» es uno de los yacimientos más importantes de esperanza para el futuro Argentino y tambien mundial. La reconfiguración del complejo agroalimentario es la clave de un cambio que a esta altura no puede ser sino civilizatorio.
Pingback: Monseñor Sánchez Sorondo y la alimentación del mundo con orgánicos. | blog no oficial 6 Abr, 2017
[…] Agua y fuego sobre los campos argentinos. El modelo transgénico nuevamente en cuestión […]
El artículo del Sr Lucio Florio sobre los nuevos sistemas agrícolas en uso en el país contempla los supuestos aspectos negativos, nada dice del cuidado y mejoramiento de los suelos que se busca mediante la SIEMBRA DIRECTA que permite dejar de agredir a los mismos con labranzas mecánicas que altera brutalmente ese medio mineral y biológico destruyendo la vida que se aloja en el mismo. En cada labor se matan lombrices y sus galerías que permiten la aireación y la penetración del agua de lluvia en los mismos, se altera el medio adonde microorganismos procesan material vegetal transformándolo en «humus», sustancia que conserva la estructura y disminuye los efectos de la erosión por vientos o correntada de agua. Los restos vegetales de los cultivos anteriores «rastrojos» protege del recalentamiento por acción del sol, disminuye la evaporación del agua de lluvia, y disminuye el impacto de las gotas de lluvia y los efectos del viento evitando las «voladuras» en zonas arenosas. Para controlar las malezas entonces se recurre a los herbicidas, si no las mata el arado, el escardillo o las rastras, de alguna manera hay que hacerlo. Son pocos los herbicidas selectivos, que matan a los materiales indeseables y no dañan a los del cultivo, por ello es que las modificaciones genéticas que hacen resistentes a algunas especies, de modo que los productos maten a los «malos» y dejen vivir a los «buenos» son muy necesarios. Le recuerdo al Sr. Florio que el hombre viene alterando la genética de plantas y animales desde antes de los tiempos bíblicos, seleccionando a los reproductores primero, haciendo cruzamientos o injertos entre razas después. En la actualidad la ciencia nos permite actuar directamente sobre los genes, modificando, extrayendo o agregando los deseables con la ventaja de que se cambia uno o los pocos que producen el efecto buscado. El modo tradicional altera a todo el código genético de la planta o del animal con resultados aleatorios imprevisibles. Luego vienen las pruebas de control. Para ello se necesitan varios años de pruebas luego de los cuales hay materiales que hay que desechar porque no se comportan como se deseaba. Esto hace que la inversión económica sea muy grande y solo grandes empresas puedan encararlo. La idea de que se pueda volver a una agricultura tradicional, con pequeños agricultores viviendo en la campiña suena muy romántica para el turista, pero ya hay cada vez menos personas que se resignen a vivir aislados, todo el mundo quiere disponer de electricidad, teléfono, servicios médicos, computadora con internet, que sus hijos socialicen, hagan deportes, estudien inglés y no se diferencien de sus congéneres de las ciudades. Salvo que se desarrollen estos recursos en los campos o en las pequeños pueblos la gente tratará de apiñarse en las ciudades adonde puede contar con todas estas realidades. Reconoce el Sr. Florio que hay muy escasos estudios sobre posibles efectos nocivos de transgénicos, pero si advierte de los peligros que acarrea el uso de los mismos, bueno yo le pregunto: si hay tan pocos estudios a que teme. Probablemente pensará en el «principio precautorio» que si la humanidad lo hubiera seguido siempre estaríamos probando si el uso de la rueda no puede traer consecuencias negativas. En cuanto a la tan temida desaparición de especies, animales o vegetales de la faz de la Tierra, le recuerdo que el estudio de restos fósiles informa que más del 90% de las especies que poblaron la Tierra han desaparecido o, han mutado a las nuevas que hoy nos acompañan.
Daniel Iribarne, Ingeniero en Producción Agropecuaria, Licenciado en Zootecnia en la Universidad Católica de Buenos Aires.
No conozco a nadie que ponga en discusión los beneficios de la siembra directa. El Dr. Florio no lo ha hecho. Vale aclarar, que es posible utilizar siembra directa, por ejemplo, con cultivos orgánicos.
Me permito disentir con el Dr. Florio en cuanto a la falta de suficientes estudios relativos a la salud humana. En nuestro país, las investigaciones de la Dra. Delia Aliassa de la UNRC son citados a nivel mundial y confirman el daño genético por pesticidas. En la UNR el Dr. Damián Verseñazzi y sus «campamentos sanitarios» ha comprobado el efecto perjudicial en los «`pueblos fumigados». En la UNC el Dr. Medardo Ávila Vázquez. En Uruguay la Dra. Mabel Burger. En la Universidad de Caen (Francia) el Dr. Seralini. En Estados Unidos, la Dra. Swanson… Hay mucho más. Todos corroboran daños a la salud humana y a los niños en particular por pesticidas: malformaciones, cánceres, abortos, reducción del coeficiente intelectual, problemas de neurodesarrollo …
Los principios activos importados en nuestro país, tienen casi todos, efecto disruptor del sistema endócrino. Tanto la UE como USA han evaluado el enorme costo económico y social que provoca la disrupción endócrina. En la UE está prohibido el uso de biocidas con efecto disruptor. También está prohibida la fumigación aérea. Pese a que allí los sistemas de control son muy superiores a los que existen en nuestro país, en el informe recién emitido por la EFSA, se indica que el 47% de los alimentos muestreados tienen residuos de pesticidas, algunos por encima de los límites legales. El mismo informe expresa que el 28% de las frutas y verduras contiene más de un residuo (múltiples pesticidas). Desde 2006 no baja del 26% el porcentaje de muestras contaminadas por múltiples tóxicos siendo que no hay evaluaciones del efecto sinérgico antes de su liberación al mercado (sólo se evalúa el principio activo, ni siquiera la fórmula comercial).
Vienen aumentando en el mundo enfermedades relacionadas con las alteraciones hormonales como la diabetes, el síndrome metabólico, la cliptorquidia, el cáncer de testículos, los problemas de fertilidad, otros tipos de cánceres, etc. correlacionados con biocidas. (Recomiendo la lectura del libro «Nuestro Futuro Robado»)
En cuanto a la migración de nuestra población hacia las ciudades, eso sucede no tanto por la ausencia de ciertos bienes culturales, como por la falta de trabajo. Según datos oficiales del Ministerio de Trabajo, sumando todas las ramas de la producción agrícola (semillas, agroquímicos, maquinaria, etc.) el porcentaje de puestos de trabajo comparado con el total del país nunca superó el 3%. Argentina, según el último censo, ya tenía el 92% de su población viviendo en ciudades, superando en porcentaje de urbanización a toda Latinoamérica.
Decimos que gracias a este modelo de producción podemos alimentar a 400 millones de personas pero según un estudio de la Universidad Austral somos deficitarios en los principales grupos alimentarios que necesita nuestra población.
En su informe sobre transgénicos de 2010, la Academia de Ciencias de los Estados Unidos dijo: “Los cultivos resistentes a herbicidas no han incrementado sustancialmente sus rendimientos” . También dijo que una evaluación de la sustentabilidad de los cultivos GM es aún tarea pendiente debido a las brechas de información sobre ciertos impactos ambientales, económicos y sociales. Ha habido poca investigación sobre cómo la creciente concentración de los proveedores de semillas afecta a los beneficios totales por rendimiento, la diversidad genética de los cultivos, los precios de las semillas, y las decisiones y opciones de siembra de los agricultores. La concentración de empresas e integración con la industria química continuará alterando las alternativas de provisión, continuó diciendo la citada academia.
Decimos que este modelo de producción es necesario para reducir el uso de agroquímicos pero lo hemos aumentado año tras año. Entre 1995 y 2011 la superficie implantada de cultivo de soja en nuestro país se triplicó, pero el consumo de plaguicidas casi se quintuplicó. Pasamos de 6 a 18 millones de hectáreas implantadas de soja y de 73 a 336 millones de kg/l de plaguicidas.
Decimos que nos preocupa el cambio climático, pero en nuestro país los principales generadores de gases de efecto invernadero son la agroindustria y el cambio de uso del suelo (principalmente deforestación para extensión de la frontera agropecuaria). “La República Argentina atraviesa uno de los períodos de pérdida de bosque nativo más relevantes de su historia, provocada fundamentalmente por la conversión de tierras forestales en tierras de uso agrícola.” (SAyDS).
Decimos que cuidamos nuestros suelos, pero según PROSA, las principales causas del aumento de los procesos erosivos son la simplificación de la rotación de cultivos, el monocultivo, el desmonte, la expansión de la frontera agrícola, el sobrepastoreo y el cambio de uso del suelo. La intensificación agrícola, los incendios de pastizales, la disminución de la fertilidad, son otros factores de importancia, sostiene la organización.
Eso sí, la rentabilidad de los grandes productores y de los productores de agroquímicos ha sido beneficiada con la incorporación de este modelo, Pero paralelamente, los pequeños productores y la agricultura familiar no han podido evolucionar, en muchos casos, por la suba del precio del alquiler de las tierras. Y los municipios del interior han recibido para obras de infraestructura millones de pesos por año del llamado «fondo sojero».
Estamos contaminando el agua, el aire y la tierra. Se han superado los límites del planeta en los ciclos del fósforo y el nitrógeno.
La actualización 2012 del famoso libro «Los Límites del Crecimiento» constató que en tierras de todo tipo, tanto en zonas templadas como tropicales, se obtienen altos rendimientos de forma sostenible sin el empleo a gran escala de fertilizantes y plaguicidas, en muchos casos sin ningún fertilizantes o plaguicida sintético.
La agroecología produce el 70% de los alimentos del mundo, usando menos del 30% de la tierra.
Como ya se dijo, es necesario un abordaje desde la complejidad, con información verificable, sin dejar que el marketing nos confunda.
Hacen falta espacios de debate honesto, pues «el actual sistema mundial es insostenible» (LS 61)
Silvia Alonso
Licenciada en Gestión de Políticas Públicas
Especialista en Salud y Ambiente
Estimada Licenciada Alonso: Me parece que se ha creado una gran confusión con este tema, se le echa la culpa al cultivo de soja del cambio climático, de la desertificación ,de la perdida de bosques y un incremento de enfermedades. Demasiadas responsabilidades para esa humilde planta. Si se ha hecho abuso en Argentina de la siembra de soja no ha sido por gusto de los agricultores sino por las absurdas medidas económicas del gobierno que dejaron sin rentabilidad a las demás actividades agrícolas y ganaderas. no fué por placer que desaparecieran 10 millones de cabezas de vacunos, que se cerraran miles de tambos, cientos de frigoríficos y que necesitáramos de importar trigo porque la producción argentina no daba abasto. La soja, de interés político, porque financiaba rápidamente al Estado mediante las retenciones aduaneras (35% del precio, es decir del ingreso bruto del productor) era el único cultivo que dejaba algún resultado económico positivo. El gobierno que se inició en diciembre de 2015 ordenó un poco más racionalmente las cosas y ya se ven los primeros resultados y la vuelta a la alternancia de cultivos con gramíneas: trigo, maíz, sorgo, cebada .etc. La ganadería esta recuperándose y los productores están volviendo a las pasturas. Tampoco es responsabilidad de los productores el avance hacia lo que se consideran bosques nativos, sino de las autoridades que deben legislar y controlar a las actividades en general. No conozco estudios epidemiológicos de largo plazo confiables, todos los que la Licenciada cita han sido rechazados o severamente cuestionados por los centros de investigación más reconocidos, los trabajos de Carrasco, Seralini, Ávila etc. además de ser dudosos, hacen extrapolaciones de resultados que son temerarias. Por mencionar al más conocido: el del Dr. Carrasco sobre sus resultados sobre los embriones de anfibios bañados en glifosato, llevados a los embriones humanos son temerarios. Los publicó primero en Página12, periódico afín al régimen kirchnerista, antes de someterlos a las publicaciones con referato como deben hacer los científicos responsables. Los de Seralini han sido rechazados y los de Avila ni siquiera tratan de disimular su falta de seriedad. En cuanto al efecto sociológico de la nueva agricultura le digo que no he visto quejarse a ningún pequeño agricultor por ceder su tierra en arrendamiento, sino todo lo contrario, nunca han ganado tanta plata y sin deslomarse trabajando. No es obligatorio arrendar, ni nada impide que se asocie con sus vecinos para armar un pequeño pool y disponer así de máquinas más modernas y de disminuir el riesgo climático al abarcar superficies mayores. De hecho existen y muchos. A pesar de todos los males que advierte la licenciada por las contaminaciones químicas de los alimentos, la humanidad crece y la longevidad también. No se advierten los síntomas de aberraciones, deformaciones ni abortos en los demás mamíferos que habitan los campos y por ende están mucho más expuestos que los seres humanos al contacto con los agroquímicos. Los todos los cultivos OGM persiguen mayores rendimientos, sino protección a enfermedades o a ataques de insectos, incorporación de vitaminas, resistencia a herbicidas, a sequías o a salinidad etc. son muchos los objetivos per- seguidos . Todo cambia como dice la canción, ya no usamos carruajes ni caballos para transportarnos, ni barcos a vela para navegar, no necesitamos salir de casa para ver una pelicula sería raro que la agricultura permaneciera inmutable.
Saludos cordiales.
Ing. Daniel Iribarne
Pensar que una «humilde planta» puede tener la «culpa» de algo me parece, cuanto menos, infantil. Lamento haberme expresado de modo tan erróneo para darle esa impresión.
Pensar que el gobierno de turno tiene la culpa de todo tampoco me parece razonable. Es la típica excusa argentina para no hacernos cargo de nuestras responsabilidades como sociedad. Cada pueblo tiene el gobierno que se merece dijo alguien hace mucho.
Pienso lo mismo que usted en cuanto a que hay una gran confusión. Algunos pretenden confundirnos. Otros confunden ciencia con marketing. Todos ignoramos, siempre, una parte o mucho de un problema tan complejo como el que nos ocupa.
Es bueno que pongamos en duda aquello en lo que creemos. Así lo exige la falsabilidad del método científico.
¿Usted lee inglés?
Saludos cordiales,
Silvia Alonso
Silvia, muy buen analisis y descripción del problema. Evidentemente no estamos discutiendo la siembra directa sino los sistemas de producción que son las unidades mínimas para arbitrar una sustentabilidad operativa. La falta de trabajo en el campo y la alta concentración urbana se nutre de una ruralidad que expulsa pymes agropecuarias y concentra el modelo agroindustrial, desde hace muchas décadas. Ya no es solo un problema local, nacional sino global y dramático. En una página que alimento hay un par de libros y varios articulos de opinión y científicos sobre el tema. Se tra de http://www.proyectodepais.com.ar Espero poder seguir interactuando y profundizar el tema, centrandonos en las soluciones posibles…. dado el diagnóstico medianamente coincidente, tambien con el autor de la nota.
Lo siento amigos, voy nuevamente a disentir. Ya nada vuelve atrás, la imagen del agricultor con sus bueyes o caballos atados a pequeñas máquinas, o cosechando con hoz queda en el recuerdo y en las películas en blanco y negro. No hace muchos años cosechar cien hectáreas de cualquier cosa necesitaba 3 días, con una merma de granos aceptable del 10% , hoy se hace en un día entre 3 personas y la merma bajó al 1 ó 2% No porque sí, los rendimientos de cosechas aumentan año a año. Se me ocurre que es como pretender que hagamos fabricar un auto en el taller de la vuelta, en lugar de comprar a las enormes fábricas internacionales, Renault, Peugeot, Ford o Chevrolet. Los suelos quedan mucho mas cuidados que en el pasado y sus amenazas sobre la salud pública aún hay que demostrarla. Hay mucha tontería dando vueltas, mucha gente se fija atentamente en la fecha de vencimiento de sus compras, si tienen o no gluten, grasas trans, sodio etc. pero paralelamente el consumo de paco, de marihuana, de cocaína, de éxtasis sigue en aumento…..
Ing. Daniel Iribarne
«Veneno en la heladera: el 60% de las frutas y verduras del Mercado Central tienen restos de agroquímicos». Creo que eso me exime de mayores comentarios acerca de la «sustentabilidad» del modelo agroindustrial actual (Infobae, 03 de mayo de 2017)
TE voy a responder con un comentario del Dr. José MIguel Mulet «prefiero tragar un conservante químico antes que una Salmonella» Son cosas distintas, una cosa es lo que se aplica en el campo semanas o meses antes de su cosecha y otra lo que se usa durante el embalaje de las frutas y verduras en su envasado y salida al mercado. De cualquier manera, lo que dice Mulet es que hay muchas más sustancias tóxicas naturales en frutas y verduras que las que aplica el hombre. La cicuta, el curare, el opio, la marihuana, el tabaco …..son sustancias naturales….
Gracias Daniel pero no estoy hablando de Salmonella ni conservantes, de opio o cicuta, sino de peras y mandarinas….con tóxicos en su contenido (no en la cascara). En todo caso deberías interactuar con el Senasa…
También hay aplicaciones post cosecha.