El amar y el padecer

Reseña de PAR/IMPAR, de María Carbó (Buenos Aires, 2016, Vinciguerra-Colección Metáfora).

María Carbó escribe desde el dolor de la muerte del ser más querido. Lo hace con depurada prosa poética, en la que con unas pocas líneas es capaz de reflejar el amar y el padecer. Muchos años pasaron desde aquel noviazgo. Por el matrimonio llegaron a ser par, dos en una sola carne, y es notable cómo la palabra dice de una perfección que pensó “en el principio” el Creador. Ha pasado el tiempo. De la mano del hombre enfermo y en las puertas de la muerte, ambos hacen el admirable aprendizaje del par que se acompaña hasta el final. Hay un rostro y un nombre que, con una enorme sensibilidad, la autora elige no identificar. Otros podrán así encontrar en su propia experiencia, lo que es el necesario “dejar ir”. Para la autora estuvo hecho de “miradas quietas y largas”, de silencios, de la instintiva y callada pregunta: “¿Vas a volver?” seguida de “¿O voy yo a encuentro?”. Hasta que “un día mi cuerpo se partió en dos”, ese día en que la muerte la hizo impar. Pero, y es un acierto juntar en el título ambos términos, hay una dimensión por la que nunca se dejará de ser con el otro: recuerdos de lo cotidiano de una vida, gestos, miradas, pasos, paisajes.
En este tiempo en que la muerte se ha vuelto para muchos (los que quedan, no el que se va)un trámite, sin lutos, sin velorios, sin misas, sin restos siquiera, Parimpar es una pedagogía de asumir el duelo a partir de padecer (sufrir con) y de no negarse a que la vida propia continúe tras ir hasta el fondo del sufrimiento, hasta poder retomar la palabra, abrir el corazón, vivir, como lo hace María. Jorge Eduardo Fernández nos introduce así a lo que resume la segunda parte de la obra: “La sed y el agua/se evaporan,/la memoria de la arena/permanece/en el grano/y el desierto”. María reanuda, precisamente, desde la memoria el caminar de su historia compartida. ”Lo pasábamos muy bien”, dicho así, sencilla, gozosa y espontáneamente, viajes, playas, los caballos y el campo, el compromiso político, el tango–para él una pasión–, las conversaciones y hasta las discusiones. Como culminación, hay fotos, no visuales sino escritas de esos “los hijos únicos de una pareja irrepetible”, que abrazaban como para proteger, a ese “hombre recto”, que desgrana en sinónimos todos válidos para recordarlo.
Con Parimpar la autora nos hace, como bien expresa José María Poirier, “el confidente de un alma dolida que, misteriosamente, puede inundarlo de vida con sus palabras, casi figuras talladas en piedra, milagrosamente encontradas y transmitidas desde lo más hondo del sentimiento”. En definitiva, el amor, según el Cantar de los Cantares, es fuerte como la muerte. Pero a la vez, el amor es más fuerte y vence a la muerte, y es lo que nos deja pensando María Carbó al terminar esta obra bella y conmovedora.

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  1. ¡Qué bueno que con María Carbó nos encontremos que estas profundidades no se han perdido en estas marismas contemporáneas adonde se cultiva que las aguas apenas alcancen para rozar los tobillos!. Mencionemos de paso que resulta excelente e inspirado el sentido comentario sobre la obra.

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