También durante esos demasiados años pude tomar contacto con la dificultad que sufren los artistas con alguna discapacidad para acceder a los circuitos de exposiciones y galerías. La misma que tienen para ser considerados en igualdad de condiciones y no “artistas discapacitados”; para hacer entender que son simplemente personas con una discapacidad que hacen arte, y que sus obras debieran ser valoradas objetivamente por lo que son en sí mismas, sin que entren en juego otras consideraciones accesorias.
El 3 de diciembre del año pasado la Fundación Par lanzó, por medio del Espacio ArtePar (www.fundacionpar.org.ar/artepar), la convocatoria para artistas visuales con discapacidad. Las bases son simples: los interesados deben enviar un formulario documentando su obra. Los curadores analizan a todos los postulantes y hacen una selección en base a los méritos artísticos. Recién después toman contacto personal con los seleccionados.
Pudimos hablar con Toia Ibáñez, curadora de ArtePar, ex galerista con amplia trayectoria en el mundo del arte, quien destacó los aspectos fundamentales del espacio y de su curatela. ArtePar ha sido distinguido como Punto de Cultura Integral del Ministerio de Cultura de la Nación, quedando integrado al nuevo circuito formal de Villa Crespo y Palermo, a través de Gallery Night y Gallery Day. Con respecto a la curaduría, el proceso fue estricto y minucioso; impresionada por la calidad de la obra de Jazmín Dubourg, decidió hacer la muestra que se inauguró el pasado 8 de abril por dos meses. En reuniones en la casa de la artista se estableció el período y la unidad conceptual de la exposición. Los cuadros elegidos son de técnica mixta y collages, con una interesante luminosidad, donde hasta los marcos se integran gracias a que han sido intervenidos con minucioso detalle por la pintora.
Cada cuadro es una historia; el collage tiende a generar relatos, plenos de increíbles detalles, reiteraciones, recortes de un diario personal que se abre en clave de enigma. Casi como un tema de free jazz, transita interrupciones, quiebres, propuestas jugadas, y del mismo modo vuelve por momentos a los conceptos clásicos y entrega la punta de una melodía. A su vez, la presentación en su totalidad, tal como ha sido curada y excelentemente colgada por Toia, arma una trayectoria, donde las obras, como textos independientes, pueden leerse también como partes de una narración mayor.
La exhibición conmueve por varios motivos: por el valor artístico, por el espacio hasta ahora negado y que ArtePar abre, y por el meritorio trabajo de la fundación; lo que, finalmente, aporta una reflexión simple: es un derecho y un acto de justicia que un artista con discapacidad acceda al circuito de exposiciones en igualdad de condiciones.