
“Toda obra humana es deleznable, afirma Carlyle, pero su ejecución no lo es”.
Prólogo a Los Conjurados, Jorge Luis Borges
Propongo sintetizar el proceso de 27 años de gestión de una de las obras más polémicas de la actualidad, en el corazón de Berlín: la construcción del Humboldt Forum, y la reconstrucción de dos de las fachadas barrocas del Palacio Real de los Hohenzollern, en el sitio que éste ocupaba hasta que fuera dinamitado por las autoridades de la RDA. Lamentablemente el eco de las actividades culturales en Europa llega con debilidad hasta nosotros, y más aún las de Europa Central. La visita de Wilhelm von Boddien, alma mater de ese proyecto, invitado a Buenos Aires por “Basta de Demoler”, nos ha permitido abrir la mirada a una experiencia distante, pero de enorme interés en el mundo que nos toca vivir. Berlín ha sido declarada ciudad hermana de nuestra Buenos Aires en 1994, por lo que esta gesta habrá de encontrar eco entre los responsables de nuestro patrimonio arquitectónico y urbano: las autoridades y nosotros, sus ciudadanos y forzosos herederos.
En el año 2000, el gobierno de la República Federal de Alemania y el Senado de Berlín decidieron zanjar el debate acerca de qué hacer en el sitio del antiguo palacio, convocando a un comité de 17 expertos internacionales coordinado por el urbanista vienés Hannes Swoboda, con el objeto de producir recomendaciones que serían propuestas a los responsables de las decisiones políticas. Quince de los expertos recomendaron construir un nuevo edificio recuperando la volumetría del antiguo palacio. La reconstrucción de las fachadas barrocas los dividió: ocho votaron a favor y siete en contra. El diseño de las partes no-barrocas del edificio habría de ser el resultado de un concurso. El comité fundamentó las razones por las que recomendaron la reconstrucción de las antiguas fachadas orientadas hacia Unter den Linden, la gran avenida que arranca en la Puerta de Brandenburgo, fundándolas en el contexto construido de las diferentes fachadas del edificio. Las fachadas norte y oeste habrían de enfrentar las antiguas construcciones de la Museum Insel, entre ellas la gran Catedral, en tanto las fachadas este y sur enfrentarían zonas consolidadas en la arquitectura del período de la República Democrática Alemana, de los tardíos años ’60 en adelante.
En julio de 2002 el Bundestag aprobó por amplia mayoría las recomendaciones de los expertos y en 2007 se convocó al concurso de arquitectura, en el que participaron 85 estudios. La reconstrucción de las fachadas barrocas y del Patio de Honor de Schlüter, el arquitecto del palacio barroco, fueron requisito de las bases. Un arquitecto veneciano poco conocido hasta el momento, Franco Stella, resultó ganador con tan amplia ventaja que el jurado consideró inconveniente otorgar un segundo premio.
El Gobierno Federal acordó una partida de 478 millones de euros para la construcción, y la ciudad de Berlín, 32 millones. La reconstrucción de las fachadas, sin embargo, no serían financiadas con estos recursos, con lo que el contribuyente no tendría la carga adicional sobre sus impuestos. La Asociación de Amigos del Palacio Real de Berlín, fundada y dirigida por von Boddien, ofreció encargarse de la recolección de fondos por medio de una suscripción de donantes que, a la fecha, ha reunido alrededor del 70% del monto necesario –unos 100 millones de euros– y confía que en los próximos tres años habrán de completar la cifra total. Un problema de fe. ¿Cómo lograron persuadir a los expertos, al público, a la prensa y a las autoridades del Gobierno de la RFA y de Berlín de la conveniencia de la reconstrucción del volumen y de sus fachadas más representativas?
En 1993 concibieron la idea de instalar en el sitio una simulación de las fachadas perdidas, con un telón pintado a mano de 10.000 m2 de superficie (no había ploteo en la época), montado sobre un andamio colosal de acordes dimensiones. La representación de las fachadas en su extensión y el emplazamiento original devolvió a la vida al Palacio que los berlineses habían olvidado, o no habían conocido. La presencia del Palast der Republik, erigido en parte del sitio original del palacio, obligó a apelar a un ingenioso recurso: la fachada oeste fue recubierta con un gigantesco panel de espejos que permitía reflejar el medio telón de la fachada norte, duplicándolo y completándolo en la ilusión del espejo. La autorización para erigir el andamio y el telón, otorgada inicialmente por cuatro semanas, se extendió a 18 meses debido a la aceptación del público.
Una acalorada polémica se suscitó entre los defensores de la reconstrucción –idea que no había sido seriamente considerada hasta el momento– y numerosos arquitectos que la demonizaron, tildándola de inapropiada o deshonesta, ignorando el hecho de que la arquitectura, si no es reconstruida, tiende inevitablemente a la pérdida definitiva de sus más valiosos ejemplares, como el Palazzo Ducale y el Campanile en Venecia, o la ciudad de Dresden. También un grupo importante de periodistas se hizo oir en contra de una idea que entendían como la aviesa resurrección reaccionaria de un tiempo definitivamente pasado, desoyendo las razones urbanísticas, arquitectónicas e identitarias que estaban en juego. Debate éste que habría de prolongarse diez años, y zanjado finalmente mediante la convocatoria de la comisión de expertos.
Cabe mencionar también que este proyecto se inserta en una ambiciosa iniciativa cultural: la creación del Humboldt Forum. En palabras del profesor Dr. Horst Köhler, presidente de la República Federal Alemana, al momento del lanzamiento del proyecto: “La formación de las generaciones futuras y la confrontación de las culturas del mundo, ¿dónde podrían desarrollarse mejor que bajo la advocación de los dos hermanos von Humboldt, Wilhelm, el reformador de la educación, y Alexander, el explorador y descubridor de mundos? Tres instituciones han trabajado en conjunto allí: la Fundación del Patrimonio Cultural de Prusia, la Universidad Humboldt y la Biblioteca Central y Regional de Berlín. Es ésta una excelente combinación orientada adonde los hermanos Humboldt nos indican: Ciencias, Artes y Educación, en un mismo lugar, en continuo intercambio y mutuo beneficio”. Una propuesta cultural que hace frente a la inversión irreversible de la pirámide demográfica alemana, en la certeza de que su futuro depende de la buena integración de la población inmigrante con los alemanes y su cultura.
Un futuro que ya está allí, levantándose consciente del desafío que se le propone, en el corazón de Berlín.
El autor es arquitecto y vicepresidente de «Basta de Demoler»